Entre sábanas
Acababa de cumplir veinte años cuando vi por primera vez a Yunho. Yo acostumbraba a tomar diario y a
la misma hora, el autobús que me llevaría a mi trabajo en el acuario, el
producto de mi falta de interés educacional.
Cuando decidí dejar de
estudiar para convertirme en un filósofo de la vida, mis padres pegaron el
grito en el cielo, por lo que preferí cumplir con mi servicio militar a tener
que escuchar la incansable cantaleta sobre mi futuro.
Rezagué mis sueños para
cumplir con mi deber como todo hombre coreano leal a su país debe hacerlo, eso al
menos fue lo que me dije a mi mismo tratando de hacerme entender que solo
estaba postergando mi destino como un trotamundos.
Pues bien, en su lugar
me convertí en un asalariado más. A mí salida del ejército mis padres se habían
mudado cerca del mar y un implícito ‘arréglatelas tú solo’ sonó en la voz de mi
madre al decirme por teléfono: “quizás
deberías buscar un empleo para que puedas mantenerte por tu cuenta”, así
que tomé el primer trabajo que se presento delante de mí, justo en el local a
un lado de la caseta telefónica donde tuve esa llamada.
Retomando el tema, siempre
encontraba a Yunho sentado en el penúltimo asiento del autobús, en la fila de
los lugares individuales, observando al frente hacia nada en particular. Mi
recorrido era de veinte minutos en los cuales nunca notaba grandes cambios en
él, parecía ser algún tipo de robot que no agitaba ni un solo dedo. Aunque
algunas veces cedía su asiento para alguien más, pero eso era lo máximo que él
llegaba a moverse.
Sin embargo, luego de
más de un mes de “conocerlo”, un día me sorprendió al notar que llevaba una
paleta de dulce en su boca, y no es que fuera tan extraordinario que él
estuviera continuamente tomando el delgado palo que sostenía el caramelo con
forma de esfera café, para sacarlo e introducirlo mientras lo comía. Pero jamás
me había puesto a analizar la forma en que una persona cierne ese tipo de
golosina con sus labios, la forma en que la lengua gira o recorre el dulce, ni
el movimiento de la garganta cuando ingiere el sabor. Observar eso fue
simplemente… erótico, no importando siquiera que se tratara de alguien de mi
mismo género.
A partir de ese momento,
me rehusé a estar cerca de donde fácilmente pudiera verlo. Los pensamientos que
había tenido eran demasiados para mi realidad.
Antiguamente
consideraba que mis deseos físicos básicamente estaban controlados, por no
decir nulos. Mi ex novia hacia dos años atrás, había probado que no necesitaba
de alguna especie de liberación para mi energía sexual, estando con ella por
casi el mismo tiempo que llevábamos separados, nunca hubo alguna intención de
llevar la relación a un nivel mas intimo, hasta que ambos nos graduamos, ella
entraría en la universidad y yo pensaba en ese entonces empezar mi búsqueda por
saber que era lo que planeaba hacer por el resto de mi vida. La idea surgió en
un minuto cualquiera, de pronto estábamos entrando en su casa y luego ambos
yacíamos desnudos al lado del otro. Fue una despedida no anunciada, solo un par
de veces la volví a ver, siendo la ultima cuando le dije que haría mi servicio
militar. Hasta el día de hoy no he sabido más de ella.
El punto es que llegué
a creer que yo era asexual, ahora sé
que solo se trataba de falta de interés por no tener a la persona correcta.
Luego sin esperarlo,
Yunho desapareció. Al principio me dije a mi mismo que él simplemente había
cambiado de ruta u horario, ninguno de los dos intercambió ninguna palabra así
que no debía yo de extrañarlo, pese a ello, lo hacía.
Después de un año y
medio, el dueño del acuario se declaró en bancarrota y ya que solo pudo
pagarnos el sueldo correspondiente a la última semana que trabajamos ahí, nos contactó
con sus amistades que tal vez podrían contratarnos.
Así fue como me
convertí en un botones de un prestigioso hotel. No suelo hablar mucho, por lo
que eso fue motivo de alabo entre mis superiores a quienes les molestaba de
sobremanera el que los empleados chismorrearan entre sí. Ellos auguraban que de
seguir así, quizás pronto podría conseguir un buen ascenso.
Estando en un lugar que
es frecuentado por cientos de personas, era fácil enterarse de cosas
personales, sobre todo cuando ellos mismos son los que te cuentan de ello.
—Mi mujer acaba de
pedirme el divorcio —Un hombre canoso de no más de uno setenta de estatura,
mencionó al intentar abrir por su cuenta, la puerta de su habitación asignada—.
Me acusó de serle infiel cuando ella también ha tenido aventuras con varios
hombres, todos los jardineros, cocineros y choferes que han estado al servicio
en mi casa. ¿Y yo tan solo porque he sido demandado por acoso sexual por mi
secretaria, recibo tal condena?
Es extraño el cómo la
gente confía sus problemas a desconocidos, mas cuando estos no muestran deseo
de querer saberlos, como es mi caso. Con sutileza le arrebaté la tarjeta
electrónica de su mano y en un solo intento desbloqué la puerta. Lo acompañe al
interior dejando sus maletas encima de la cama y me puse frente a él.
—¿Necesita algo más?
—pregunté juntando mis pies y alisando la chaqueta azul de mi uniforme, ‘impecable ante todo’ era el lema de
nuestro manager.
—No —El hombre dijo
duramente sacando de su bolsillo un billete doblado por la mitad, lo extendió
para mí y una vez que lo tomé, con su mano me indicó que me retirara.
—Que su estancia en el…
—Mi ensayada y repetitiva frase fue cortada cuando la puerta se cerró delante
de mí. Con casi dos años de experiencia laborando ahí, ya estaba más que
acostumbrado a las groseras actitudes de los clientes. Metí el dinero en la
oculta bolsa en el interior de mi saco y seguí mi camino al lobby.
En el trayecto me topé
con una charola con los restos de lo que parecía ser el desayuno, la recogí del
piso alfombrado deteniéndome unos pasos al oír que alguien me llamaba.
—¿Podrías indicarme como
llegar al spa?
Reafirmando el agarre
de la bandeja en mis manos di media vuelta, mi voz y pensamientos se esfumaron
en cuanto vi su rostro. Más afilado, más maduro pero igual de varonil y
atractivo.
—¿No lo sabes? —Yunho
preguntó sujetando la mano del hombre junto a él.
—Quizás en recepción
puedan ayudarnos, amor.
Amor, no fueron celos lo que sentí al
escuchar la manera en que se refirió a Yunho, solo un poco de desilusión.
Durante el tiempo que había transcurrido, ocasionalmente él venía a mi mente, a
veces en sueños, otras solo encontraba una similitud con alguien más. Fue
decepcionante saber que mi extraña obsesión no era con un tipo libre.
Como un tonto me quede
de pie viendo de reojo como ellos avanzaban hacia el elevador justo a tiempo
para inclinarme antes de que las puertas de metal se cerraran. Enderecé mi
postura y abordé el ascensor del personal.
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■ □ ■
—¿Tienes encendedor?
Di un ligero brinco que
de inmediato me hizo levantarme del camastro en el que estaba recostado, hacía
quince minutos que había terminado mi turno pero aun así no debía utilizar para
mi propio confort las instalaciones del hotel.
—No, lo siento —Me
disculpé con el cliente, agachándome para alinear los cojines que había
desacomodado. La escaza luz en la orilla de la alberca dejaba poca visibilidad,
pero su voz era inconfundible, Yunho.
—No te preocupes, Changmin-ssi
—dijo sujetando con sus dedos la pequeña laminilla prendida a mi ropa que
enunciaba mi nombre.
Asentí dando un paso
atrás, listo para irme, pero por segunda vez él me detuvo. —Hay un bar a una
calle de aquí, ¿me acompañarías a tomar algo?
—No está permitido que
me involucre con los huéspedes del hotel —No era la primera ocasión que un cliente
me hacia una proposición, por supuesto tampoco yo era el único al que este tipo
de ofrecimientos se le daban. Pero el reglamento lo estipulaba claro,
‘prohibido relacionarse con huéspedes’. No obstante ese no fue el motivo para
mi negación, lo era el que él tuviera a otra persona esperándolo.
—Es un no, entonces
—Sonrió encogiéndose de hombros antes de sentarse en el camastro contiguo al
que yo abandoné.
—Buenas noches —Bajé mi
cabeza justo como Yunho lo hizo y di media vuelta. El ruido de celofán siendo
removido llamó mi atención por lo que por encima de mi hombro mire hacia él. Una
paleta roja salió de su boca y mi respiración se congeló, su lengua lamiendo su
labio superior aceleró mi pulso provocando que me fuera de ahí casi corriendo,
porque por un segundo estuve a punto de regresar y retractarme de mi respuesta.
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■ □ ■
Dos semanas habían pasado
desde aquella noche en que me encontré con Yunho en el área de la piscina, no
lo volví a ver en ningún otro momento. Estuve tentado en preguntar por él con
la recepcionista pero no sabía su nombre, existiendo más de una centena de personas
entrando y saliendo, era ilógico que con la descripción de una de ellas, la
mujer supiera a quien me refería, por lo que tan solo me propuse a olvidarlo.
Entonces sucedió lo
menos pensado, una tarde regresando del trabajo me topé con él por casualidad
en una tienda de conveniencia camino a mi departamento. Yo pretendía comprar
algo, aún no logro recordar que, lo olvide en cuanto lo reconocí parado frente
al cajero. El sonido de la campañilla arriba de la puerta hizo que ambos
hombres voltearan hacia mí y él pareció recordarme puesto que me sonrió de
inmediato.
Lo que sea que haya
comprado, lo pagó y guardo dentro del bolsillo de su pantalón. Avanzó en mi
dirección deteniéndose a tan solo unos centímetros.
—¿Me permites pasar?
—dijo sin dejar de sonreír haciéndome despertar de mi ensoñación para constatar
que me había quedado ahí inmóvil y bloqueando la única salida-entrada del
establecimiento.
Sin hablar, me aparté
dejándole el espacio suficiente para que caminara. Aún cuando la puerta se
cerró seguí sin moverme, hasta que el encargado me preguntó si buscaba algo en
especial. Negué y salí, probablemente pensó que yo tenía algún tipo de problema
mental, pero sencillamente no pude ni mínimo simular que necesitaba cualquier
cosa que ahí no vendieran.
Caminando distraído por
la acera, casi caigo por tropezar con el anuncio de piso de un comercio
naturista, a no ser por el par de brazos que me retuvieron por la cintura,
extremidades pertenecientes a nada menos que Yunho.
—Te invito a tomar algo
—habló al soltarme para levantar el letrero que yo había tirado.
—¿Uh? —Pestañé varias
veces como si con ello pudiera deducir si escuché correctamente.
—Aquella vez que te
pedí que me acompañaras a un bar, dijiste que no estaba permitido que te
involucraras con huéspedes del hotel. Pues bien, ya no soy uno de ellos.
Así comprendí que lo que
creí era cierto, él me estaba pidiendo un cita, bueno no exactamente eso, pero
de nuevo no tenia cabeza para hallar el término adecuado.
—Hay un lugar cerca.
—Ok —contesté tratando
de lucir decidido. Existía algo en él que me hacía sentir curiosidad y podía
tomar esa oportunidad para descubrir lo que era.
El bar-café al que
entramos era un local de unas cuantas pequeñas mesas redondas con cuatro sillas
de tapiz color chocolate a su alrededor, que combinaban con la sofisticada
decoración del resto del negocio. Quizás por ser muy temprano es que no había
muchos clientes y la barra estaba completamente vacía, sitio donde ambos fuimos
a sentarnos.
Carente de
conocimientos en licores, opté por pedir una cerveza. En cambio Yunho ordenó un
Martini rojo. Grave error para mi bienestar emocional, puesto que no sé que fue
más interesante, si la forma en que bebía pasando su lengua por sobre sus
labios con cada trago, la manera en que mordisqueaba la cereza que adornaba la
copa, o el cómo cortó con sus dientes el tallo del fruto y lo anudo con su
lengua, tal vez fue todas y cada una de esas acciones lo que me impidió
despegar mi vista de su rostro.
Para mi fortuna tal
atrevimiento paso desapercibido como mera cordialidad, ya que la plática que él
entabló, guío y dominó, fue el perfecto pretexto para que lo estuviera mirando.
—¿Te escolto a tu casa?
Su pregunta me
confundió, yo siendo un hombre adulto, no requería de escolta para ir a mi propia
casa, no lo necesite ni cuando asistía a la escuela elemental mucho menos a esa
edad. Pero insólitamente no me opuse, asentí aceptando también que él pagara lo
que consumimos, para luego marchamos de ahí.
Tardamos alrededor de
quince minutos en llegar a mi departamento, dado que el punto inicial de
nuestro encuentro en la tienda nos dejaba relativamente cerca ya, solo tuvimos
que caminar de regreso y unas pocas cuadras más.
El cielo ya se había
oscurecido para cuando nos detuvimos enfrente del edificio, algunos de los
departamentos ya tenían las luces encendidas al igual que los faroles que
alumbraban las calles aledañas.
—¿Podría usar tu baño?
Yo no era estúpido,
sabía exactamente lo que él pretendía conseguir si subía junto conmigo, y por
lo mismo le dije que sí. Era obvio que los dos nos atraíamos mutuamente, que
entre nosotros estaba el deseo que no había tenido nunca con nadie. Y no sé si fueron
mis ganas de jugar con fuego o el de experimentar cosas nuevas lo que no me
hizo titubear en ni un solo segundo.
La puerta se cerró
detrás de nosotros y antes de que pudiera indicarle hacia donde estaba el baño,
él me acorraló contra la pared. Mis llaves cayeron al piso al tratar de
corresponder a sus frenéticas caricias por debajo y encima de mi camisa.
Nuestros zapatos
salieron pateados y las ropas iban siendo retiradas a tirones. Yo era un novato
en el arte de la seducción, puesto que mi interés sexual era mínimo jamás había
pretendido tomar verdaderamente las riendas, únicamente me dejaba fluir con el momento. Pero esa vez yo
quería ser el que tomara la iniciativa, aunque Yunho no lo facilitaba.
Su boca era para mí uno
de sus grandes atractivos y él se negaba a dejármela probar. Cada vez que
intentaba atraparla con la mía de alguna manera él lo evadía, y eso comenzó a
frustrarme. Justo en el instante en que iba a revelarme por su falta de
cooperación, él me haló por la cintura hasta que ambos caímos –uno arriba del
otro– en el sillón, mismo que estaba ocupado por múltiples cojines los cuales lanzamos
al aire en cuanto estorbaron.
Uno de los puños de mi
camisa continuaba atorado en mi muñeca por lo que los dedos de Yunho fueron
directamente a deshacerse de ella, mientras tanto yo me encargaba de
desabrochar su cinturón.
Nuestras piernas y
brazos eran un lío en el estrecho espacio del mueble, pero ninguno cedía para
que el otro fuera capaz de terminar de desnudarse. Y él aún no me permitía
besarle.
Cuando con extrema
suerte ambos quedamos piel sobre piel y nada más, competimos por ser el primero
en abarcar cada una de nuestras partes erógenas. Incluso sin conocernos, lo
logramos eficientemente. Fue entonces que el primer beso ocurrió.
No creo en la magia ni
en las chispas esas que se mencionan en las frases cursis, describiendo lo que
pasa cuando das con la persona ideal. Sin embargo sí creo en la pasión y en los
satisfactorios efectos físicos que un cuerpo puede causar en otro. Y eso era
justamente lo que Yunho provocaba en mí.
Eran sus labios en
contra de los míos, nuestras respiraciones mezclándose y su tacto erizándome
por doquier. Su manera de sujetarme con sutileza y firmeza, dejándome avanzar
pero deteniéndome al apresurarme. Acrecentando la incitación entre los dos.
La mano de él fue la
primera que se deslizó por mi abdomen llegando más allá del vientre, circulando
y friccionando, prontamente consiguiendo que sobrepasara la excitación. Cada
uno de sus movimientos recorriéndome, ponían la presión exacta incrementando mi
ritmo cardiaco y temperatura corporal.
No estábamos en iguales
condiciones, a él le gustaba el control pero a mí también. De alguna manera
logré que ambos nos acomodáramos de costado sin que ninguno cayera al suelo.
Enseguida imité sus acciones. Mis dedos trabajaban en Yunho como él lo había
hecho conmigo, devolviéndole una a una las sensaciones que desataba en mí.
Fue una contienda
intensa, luchando por ser quien ganara al enviar a la culminación al otro. Ambos
lo hicimos, pero tan adentrado estuve en mi propia gloria, que no supe cuál de
los dos fue el triunfador.
—Es un poco tarde para
decirlo pero… —articuló con su pecho subiendo y bajando constantemente,
recuperando el aliento—, mi nombre es Yunho, Jung Yunho.
Sonreí estrechando la
mano que me tendía, alegrándome de que no fuera la misma que me transportó al
borde de la locura. Y apreciando el modo en que el roce de su pulgar sobre el
dorso de mi mano estaba afectándome, entendí que nuestro encuentro apenas comenzaba.
■ □ ■ □ ■
—¡No, no, no! —Lo jalé por los
hombros para que continuara lo que hasta antes de que su celular se oyera, estaba
haciendo—. No contestes —exigí.
—Tengo que hacerlo —declaró pasando
dos dedos por las comisuras de su boca antes levantarse de la cama para
rebuscar en su pantalón, el aparato que no dejaba de sonar—. ¿Qué sucede?
—contestó a la llamada caminando fuera de mi habitación.
Resoplé conteniendo la frustración.
Desde el día en que lo traje a mi departamento, Yunho y yo habíamos mantenido
una relación amorosa- pasional, o algo por el estilo, ninguno de los dos nos
empeñamos en clasificar lo que teníamos, solo nos encauzamos en vivirlo.
Yunho había despertado en mí
arraigados deseos que no sabía siquiera que existían. Gracias a él conocí varios
estados de júbilo, y comprobé que mi insistente fijación por sus labios tuvo
una muy buena razón, puesto que todo lo que hacía con ellos desencadenaba una
explosión de emociones que me dejaba saciado en varios aspectos.
El problema era que su trabajo como
evaluador de centros de hospedaje limitaba nuestro tiempo. Constantemente se
ausentaba impidiendo vernos hasta incluso semanas. Por ello temía cuando el
timbre de su teléfono se escuchaba, porque eso indicaba que él tendría que
marcharse.
—Changmin —Regresó viendo hacia el
piso, localizando su ropa y empezando a colocársela, sus actos confirmaban su
partida—. Lo siento.
Torcí los ojos sosteniendo la sábana
para cubrirme. —No más que yo —solté cruzándome de brazos. Hacía más de quince
días que no tenía nada de nada y el
que él se fuera significaba que la abstinencia se iba a prolongar.
—Es un imprevisto, los planes de la
agencia se adelantaron —Se excusó mientras pasaba un peine sobre su cabello
observándose en el largo espejo pegado en mi armario—. Esta vez no me tomará
más de tres días.
—Da igual —siseé dándome vuelta sobre
mi estómago—. Apaga la luz cuando te vayas.
—Ok —Le escuché decir, ampliando los
ojos cuando el cuarto quedo en completa obscuridad.
Rodé fuera de la cama llevándome la
sábana conmigo. Todo el departamento estaba en penumbras así como en silencio.
Inflé las mejillas dejando después escapar el aire que retenía. La incredulidad
de que él se hubiera ido tan dócilmente me irritó, por lo que de mala gana fui
hacia la puerta para ponerle seguro, pero dos manos me hicieron chocar de
espalda a esta y sin alcanzar a reaccionar la boca de Yunho cubrió la mía.
La mayoría de sus besos eran así,
espontáneos y demandantes. Probablemente por eso me había vuelto adicto a
ellos.
Dejándome embobado, se apartó
soltando por ultimo mi labio inferior. —Se un buen niño hasta que regrese
—indicó palmeando uno de mis muslos antes de salir al pasillo del edificio, no
molestándose en cerrar tras de sí.
—¡Yah! ¡Te enseñaré que tan niño soy
cuando vuelvas! —grité viéndolo caminar rumbo a las escaleras.
Se detuvo virando su cabeza por encima
de su hombro sonriendo de medio lado. —¡Eso espero! —Con eso bajó el primer
escalón quedando fuera de mi vista.
■ □
■ □ ■
Sus tres días se convirtieron en tres
semanas y estaba tan disgustado con él por ello. No se había molestando por lo
menos en mandarme un mensaje de texto. Sinceramente llegué a pensar que no
volvería a verlo.
Pero reapareció en una mañana, y
aunque le había cerrado la puerta en la cara, él se plantó la mitad del día
fuera de mi departamento. Al salir a trabajar me siguió y cuando mi turno
terminó, lo encontré sentado en la banca de la parada de mi habitual ruta de
autobús.
Abordando este, cada uno ocupó uno de
los asientos individuales pero por el reflejo de la ventanilla podía ver que él
se mantenía observándome.
Estuvimos en silencio aún después de
bajar del transporte público aunque esta vez al intentar volver a estamparle la
puerta del departamento, la detuvo y entró detrás de mí.
—¿Nunca más vas a hablarme? —Me
preguntó—. ¿Vas a seguir actuando como si no estuviera aquí?
—¿Por qué? ¿Eso hará que te vayas?
—Pensé que te alegraría verme, ¿pero
en cambio, quieres que me vaya? —replicó persiguiéndome a la habitación—. No es
esta la clase de recibimiento que esperé de ti.
—¿Desapareces por semanas, no das
señales de vida y esperas que te reciba alegremente? ¡Ya ni siquiera creí que
regresarías! —argumenté alzando los brazos al aire—. Tenemos un raro tipo de
relación pero merezco un poco de consideración de tu parte.
—Lo sé pero perdí mi celular, no
recordaba tu número y no podía todavía volver.
—Pretextos —dije aventado mi camisa
al suelo tomando un pantalón de algodón para dormir y me dirigí al baño.
—No estoy mintiendo —Le oí decir
mientras cambia mi ropa.
—Qué más da.
Ruidosamente el picaporte de la
puerta giró y esta se abrió. Viviendo solo, nunca acostumbraba a ponerle
seguro. —Me gusta cuando aparentas ser indiferente pero es todo lo contrario —Sus
manos se deslizaron desde mis hombros hasta mi cintura para rodearla firmemente—.
Voltéate.
—¿Por qué, vas a besarme? —bromeé
ajustando el cordón de la pretina de mi pijama.
—Sí.
Entrecerré los ojos agitándome para
liberarme de su afiance. No podía seguir tolerando que él se burlara de mí. —¿Es
así como pretendes llevarme a la cama? —reclamé sin dejar de removerme.
—No, es así como pretendo que te
enamores de mí —musitó antes de arrastrar la punta de su nariz por detrás de mi
cuello y nuca.
Finalmente me aparté de sus manos
virándome pero alejándome de él, el efecto fantasma que dejaba su aliento sobre
mi piel comenzaba a ejercer efecto en partes que no quería que lo tuviera. —No
te sobrevalores tanto, tu técnica no es tan buena para conseguir eso.
—Entonces déjame mejorarla —La
distancia fue reducida en un santiamén. Sus dedos se aferraron a mi mandíbula
por debajo de las orejas, tirando de mi cabeza los centímetros que separaban
nuestras bocas.
Sus labios se adueñaron de los míos,
sometiéndolos a su velocidad y cadencia. La manera en que Yunho tomaba el
control, me volvía loco, y aunque no se lo había dicho, estaba seguro de que él
lo sabía.
Retrocediendo abandonamos el baño
deteniéndonos hasta que caímos en la cama. Uno de mis brazos se infiltró por la
parte inferior de su camiseta para recorrerle los pectorales con las yemas de
los dedos. Con la otra mano despeine su cabello.
Las manos de él se ciñeron en mi
espalda desarropada, podía sentir sus uñas resbalando de arriba-abajo, a veces
pasando el elástico de mi boxer para encajarse en mis glúteos.
Mordiendo, lamiendo y frotando lo que
teníamos al alcance, nos perdimos en un mundo de placer absoluto por varios
minutos hasta que el aire se hizo escaso y el cansancio comenzó a doblegarnos.
Bajé de él para tumbarme a su lado percibiendo
la calidez que su piel emanaba al estar cerca de la mía. Delicadamente besó mi
hombro luego dejando caer de nuevo su cabeza en el colchón. Mis ojos depararon
en los suyos cerrados y en la floja sonrisa que tenía.
—Tengo hambre —dije sin apartar mi
vista de él—. Junto al teléfono tengo una lista de negocios de comida con
entrega a domicilio, ordena algo y quizás si me gusta, pueda consentir que duermas
aquí.
Se levantó sin pronunciar palabra y
un minuto después su voz resonó desde la sala. Esa noche le permití quedarse, no
obstante ninguno de los dos dejó que el otro durmiera.
■ □
■ □ ■
Durante más de un mes estuvimos
reuniéndonos a diario, ya fuera en una rápida visita o una cita en cualquier
lugar de la ciudad. En ocasiones en sitios tan poco comunes como lo era una
librería y en otros tan clichés como el centro comercial. Pero era la forma en
que nuestras personalidades encajaban era lo que hacía del alrededor algo
especial.
Siempre creí que sentarse a comer en
una de las mesas fuera de un mini-restaurante era de lo más incomodo. Que el
ruido de los autos circulando por las avenidas sería irritante y el que la
gente transitara esquivándonos u observándonos, desagradable. Sin embargo no era
nada de eso, la conversación de Yunho era hipnotizadora, logrando que solo en
él te enfocaras olvidando los detalles del entorno. Era como si invariablemente
tuviera algo que comentar, desde lo cotidiano hasta lo inverosímil y yo nunca
me cansaba de escucharlo.
—Yoochun dice que solo me utilizas
como un juguete sexual.
Detuve las puntas de mis palillos en
el plato, oprimiendo con ellas el picante trozo de carne. —No veo porqué él
tenga que darte una opinión de mí cuando solo me conoce de vista.
—Se basa en lo que yo le cuento de
ti.
—Entonces su opinión está basada
exclusivamente en tus interpretaciones, mismas que imagino son según tu
conveniencia.
Se encogió de hombros dando un trago
de su vaso con agua. —No te preocupes, todo lo que le he dicho han sido
halagos, a mi percepción tu estándar está demasiado alto para él.
—¿Mi estándar en que índole? —cuestioné
antes de masticar la comida en mi boca.
—Amatorio por supuesto.
—¿Así que yo solo sé su nombre y
recuerdo vagamente su rostro, pero él en cambio sabe como soy en la intimidad?
—Supongo —respondió con naturalidad
jugando con el salero al centro de la mesa.
—¿Supones? ¿Por qué demonios
compartes esa información con otras personas?
Dio un último giro al frasco para
luego verme con una expresión seria. —Él es mi amigo, además somos hombres, por
lo tanto hablamos de sexo.
—A veces eres tan insoportable
—argumenté limpiando las esquinas de mi boca con la servilleta de tela—. Aunque
creo que tu amigo dijo eso por celos.
—¿Celos por mí? —asentí notando como
surgía de a poco una sonrisa en él—. Realmente no soy su tipo, Yoochun batea
hacia ambos lados pero definitivamente yo no encajo en sus gustos. A él solo le
fascina utilizarme como anzuelo llamándome amor, querido, y todo tipo de apodos
cariñosos cuando quiere saber si tendría posibilidades con su nuevo prospecto,
como tú lo fuiste para él en su momento.
—¿Insinúas que yo si estoy dentro de
sus entandares?
—Por supuesto —declaró alcanzando mis
manos con las suyas—. El día que te vimos en el pasillo del hotel él quiso
comprobar tu reacción respecto a una pareja gay, no mostraste repulsión al
vernos aparentando ser una de ellas así que quiso probar suerte contigo,
lastimosamente para él, yo me adelanté.
Finalmente pude completar la versión
que me había mencionado la primera noche que pasamos juntos en mi departamento.
Por el arrebatado momento pasional, obvié el hecho de que él tenía una relación
o al menos eso creía, cuando la realidad me golpeó al normalizar mi ritmo
cardiaco hice la pregunta que debí hacer desde un principio: “¿Qué hay con el hombre que te acompañaba en
el hotel?”. Su respuesta fue otra pregunta, “¿Qué hay con él?”. Recogí mi ropa interior y me la coloqué
observando que él no tenía ninguna intención de vestirse, ¿es tu pareja?, le
dije y él contestó en medio de una carcajada: “gracias a Dios no, tan solo somos amigos y compañeros de trabajo”.
Él podía estar mintiendo o quizás no,
yo decidí darle el beneficio de la duda cuando sus labios empezaron a succionar
la piel en mi cuello y luego mas allá. Después todo se volvió nebuloso para mi
razonamiento, así que di por concluido el tema. A varias semanas después de eso,
me sentía aliviado de que mi intuición hubiera sido la correcta.
—¿Entonces admites que no solo me
estas usando para satisfacer tu apetito carnal?
Rodé los ojos tomando de mi jugo de
naranja. ¿Qué creía que era yo, un sexópata?
Peor aún, ¿él se creía Eros, el dios
del sexo? A punto de contestarle el sonido de su celular me interrumpió.
—Jung —dijo con el teléfono pegado a
su oreja. No pronunció una palabra más dedicándose solo a escuchar
simultáneamente jugando con la comida en su plato—. De acuerdo —Fue lo último
que mencionó antes de enderezarse y guardar el aparato—. Necesito ir al baño,
ahora vuelvo.
—Ok —indiqué sintiendo el apretón que
dio en mi hombro derecho antes de caminar zigzagueando entre las demás mesas.
En su ausencia me dediqué a observar
las inmediaciones, por fortuna el cielo se encontraba parcialmente nublado, lo
que servía para resguardarnos esporádicamente de los intensos rayos del sol, puesto
que sin ningún techo sobre nuestras cabezas estando en plena mitad de año, el
riesgo de sufrir una insolación era sumamente alto.
No sé cuánto tiempo exactamente pasó,
pero todos los clientes contiguos al lugar que ocupábamos, ya se habían
retirado siendo los sitios tomados por otros. Dispuesto a llamarle, empuñé mi
celular dentro del pantalón pero sin llegar a sacarlo, él apareció detrás de
mí.
—Lo siento, recibí otra llamada que
me entretuvo. ¿Nos vamos? Ya pagué.
Entrecerré los ojos haciendo la silla
para atrás, lo justo para levantarme y luego le seguí calle abajo.
—Aún es temprano, ¿quieres ir a otro
lado?
Lo pensé un instante para a
continuación asentir. —Al río Han —solté.
—¿Por qué allí?
—Simplemente porque si —respondí
alzando el tono de mi voz puesto que un grupo de patrullas policiacas salieron
de una intersección, doblando en la esquina de la avenida por donde caminábamos.
—Bien —dijo estirando su mano para
detener un taxi—. Pero hoy me quedo a dormir en tu casa.
Sonreí de lado entrando en el
automóvil enseguida de que él lo hiciera.
Más tarde el repentino frío que
cubrió la noche nos hizo frotarnos los brazos aun cuando entramos en mi
departamento. Me ofrecí a preparar té y él fue a sentarse en el sillón frente
al televisor después de encender este.
Estando a uno metros en la cocina,
alcancé a escuchar el resumen del noticiero que acababa de comenzar. Llevando
una taza humeante en cada mano me coloqué a su lado, las familiares imágenes en
pantalla acapararon mi atención al tiempo que le entregaba a Yunho su bebida.
La noticia de la reciente detención de un grupo de falsificadores de dinero
dentro de una casa particular, hizo que tomara el control remoto para subir el
volumen.
—¿Eso no es frente al restaurante
donde estuvimos hoy? —pregunté antes de dar un sorbo a mi propio té.
—Parece —Yunho contestó quitándome
sutilmente el control de la mano, cambiándole de inmediato a otro canal.
—Oye yo estaba viendo eso —protesté
intentando recuperar el mando para regresarle al noticiero—. Quiero escuchar la
información.
—¿Para qué? Mejor veamos una película
—sugirió cambiando constantemente la programación—. Esta —señaló hacia la
pantalla antes de abandonar el control en el costado contrario al que yo me
encontraba.
Suspiré con resignación afianzando
con una mano la cálida porcelana de la taza y con la otra los dedos de Yunho.
■ □
■ □ ■
La siguiente vez que lo
vi fue cuando sin avisar se presento fuera del hotel, cuatro días después. Recargado
en su mercedes benz azul eléctrico, portando lentes oscuros y un atuendo al que
solo le hacía falta una corbata para lucir completamente formal.
Arqué una ceja al
acercarme y él respondió con una resplandeciente sonrisa abriendo para mí la
puerta del copiloto. Odiaba lo glamuroso que a veces sus gustos eran, el coche
era prueba de ello, pero lejos de comentárselo pretendía que absolutamente no
me interesaba. —¿Vienes de un evento especial? —Le dije en cuanto él estuvo
frente al volante.
—Tan solo trabajo
—argumentó colocándose el cinturón de seguridad al igual que yo lo hacía—.
¿Luzco bien?
—Como un camarero de un
elegante restaurante que se robó el auto de un cliente, si —mentí oprimiendo un
botón para que el vidrio de la ventanilla descendiera.
—No es cierto, vi la
expresión que pusiste al verme —soltó reposando el codo izquierdo en su también
ventanilla abierta.
—¿A dónde iremos? —dije
evadiendo el tema dejando junto a mis pies la mochila que contenía además de
otras cosas mi uniforme.
—Primero a comprar
cigarros si no te importa, después a un bar que me recomendaron.
Negué tranquilamente estudiando
su perfil mientras se mantenía enfocado en el camino. —No pensé que fueras del
tipo fumador.
—Si lo que quieres
decir con ello es que soy un adicto, no lo soy, solo lo hago de vez en cuando, tengo
muchos vicios pero ninguno del que debas preocuparte, Minnie.
—No me llames así,
detesto que me digan de esa manera y no me preocupo, eres un adulto que sabe lo
que hace.
Sustituyó su mano
izquierda por la derecha en el volante para con esta despeinarme el cabello.
—Yah, no actúes como si no te preocuparas por mí, yo se que así es, no finjas
porque entonces tendré que actuar igual contigo. No es agradable ser el único
que está comprometido en esta relación.
—¿Comprometido tú?
Apuesto que ni siquiera sabes exactamente qué es lo que hay entre nosotros dos.
—Claro que lo sé, aprecio,
atracción, deseo, acoplamiento, y si englobas todo eso ¿qué es lo que obtienes?
—cuestionó al detenerse en un alto, bajándose los lentes a mitad del puente de
su nariz, permitiendo que nuestras miradas se cruzaran—. Enamoramiento —Él
mismo respondió al obtener silencio de mi parte—. Luego de eso viene el amor.
—¿Amor? —inquirí
viéndolo acomodarse las gafas de nuevo al tiempo que pisó el acelerador para
retomar la marcha.
—No podría asegurarlo
por ahora pero nunca sabes, quizás un día nos despertemos y descubramos que
realmente nos amamos.
—Esas son palabras
mayores.
—Pero no imposibles
—Presionó mi muslo antes de darme un ligero codazo agregando en un susurro—: Minnie.
■ □
■ □ ■
Cuando Yunho mencionó
el que le habían recomendado un bar, jamás pasó por mi cabeza que el estilo de
este seria uno de mala muerte. Para empezar, la fachada sugería que se trataba
de un negocio clandestino, un fornido hombre de seguridad estaba parado como
estatua a un lado de la puerta abatible, una que no dejaba ver nada hacia el
interior. Luego estaba la casi total oscuridad a la que tus ojos lograban
acostumbrarse solo hasta cinco minutos de estar ahí. Todos sin excepción alguna
de los clientes, eran hombres mayores de treinta aproximándose a cuarenta años y
la música era mezcla entre soft rock moderno y contemporáneo.
A mi entrada pude
sentir las desconcertadas miradas fijas sobre mí incluso después de ocupar el
primer taburete disponible a mi alcance. Maldije entre dientes el que Yunho
insistiera en que esperara por él sentado en una de las sillas de la barra en
lo que estacionaba su preciado carro en un lugar seguro, y también a mí mismo
por aceptar.
—¿Qué vas a tomar?
—dijo el barman –con apariencia de pocos amigos–, alzando el recipiente que
contenía desagradables semillas “comestibles”, para limpiar el mostrador con su
trapo que olía a humedad.
—Cerveza oscura —pedí
frunciendo la nariz porque ahora el hedor estaba en todo mi alrededor.
El hombre asintió y
destapó delante de mí una botella de vidrio para deslizarla cerca de mis manos,
retirándose al otorgarle el dinero por esta. Di un largo trago observando por
el rabillo de mi ojo al par de hombres que no ocultaban ni por un segundo su
interés en mí, secreteándose y vigilándome desde sus lugares.
—Una de esas también
para mí —Yunho le dijo al bartender acomodándose en el asiento contiguo al mío.
—¿Por qué querías venir
a un sitio como este? —pronuncié tan bajo como pude, procurando que mi voz no
se opacara por la música.
—¿Qué tiene de malo? Es
sencillo y discreto —explicó girándose hacia las demás personas—. Y estoy
seguro, distinto a cualquiera a donde hayas ido.
La palabra ‘discreto’
había retumbado en mis oídos. ¿Por qué él quería discreción? no parecía ser de
los que temiera demostrar que su preferencia sexual eran los hombres, de serlo
así no se comportaría tan relajado al estar en lugares a la vista de los demás
en pleno día. El pensamiento de que la razón fuera por la necesidad de ocultar
lo nuestro de una tercera persona, me dejo en blanco.
—Changmin —El sonido
del tronido que Yunho causó con dos dedos frente a mi cara, me sacó del
ensimismamiento—. ¿Quieres o no?
—¿Qué?
—Otra cerveza.
Con duda, examiné el
envase en mi mano comprobando que este se encontraba vacío, ignoraba cuando fue
que me terminé su contenido pero sin querer lucir todavía más lunático, asentí
observando como de inmediato el cantinero me entregaba uno nuevo y retiraba la
otra botella.
—¿Ocurre algo? —Yunho
me preguntó cerca de mi oído, inclinando su cuerpo para lograrlo.
—No —negué elevando la
botella para tomar de ella. El sorbo pasó rápidamente por mi garganta al sentir
los labios de Yunho rozando el lóbulo de mi oreja, una mordida en este fue la
señal que necesite para dejar el envase en la barra para no arriesgarme a que cayera
al suelo—. ¿Qué haces?
Lo siguiente que supe
fue que murmuré su nombre mientras correspondía a su espontaneo beso. El toque
de su boca sobre la mía era gentil pero acaparador, metiendo a sus brazos en el
juego de atracción para incitarme a encorvarme hacia él.
Al principio creí que
se trataría de un simple contacto pero cuando este se prolongó sin señas de que
fuera a detenerse en un momento próximo, gentilmente pero con determinación lo
separe de mí. La reacción de él fue dar una sonrisa y tomar el resto de su
cerveza antes de sujetar mi mano conduciéndome al fondo del establecimiento
donde un descolorido letrero denotaba al baño.
Dos de los tres
mingitorios estaban ocupados, contrario a los compartimentos para los inodoros
los cuales con sus puertas abiertas, revelaban su libre disponibilidad. A uno
de estos fue al que Yunho me arrastró asegurando la puerta detrás de él.
Con su cuerpo me
arrinconó en la pared metálica reteniéndome la cabeza con sus manos para tomar
otra vez mi boca con la suya, pero a diferencia de a como sucedió afuera, ahora
la intensidad e ímpetu eran avasalladoras. Sus labios dominaban a los míos que sin
reserva alguna no marcaban desigualdad en la dedicación que le daban a cada uno
de ellos. La tersura de su lengua se mezclo con la mía, atrayéndome el sabor del
alcohol que ambos acabábamos de consumir.
El espacio en el
cubículo era escaso, con un bote de basura y un retrete ahí, era imposible
siquiera dar un paso para encontrar comodidad. Sin embargo por un instante me
permití llevar por el frenesí bloqueando el barato aromatizante de pino y las
paredes ralladas con mensajes obscenos.
Ahí, la música del bar
se escuchaba disminuida reduciéndose a un murmullo de una vieja canción en
ingles que en mi infancia había escuchado cantar por cuenta de mi madre, pero
de la que desconocía el título.
La boca de Yunho se
había desplazado a mi cuello dejándome difícil el controlar no ladearme para
darle más acceso. No queriendo permanecer inmóvil lo sujeté por las mejillas
para atraerlo de nuevo a mi rostro y volvernos a unir en un beso. Podía
percibir sus dedos tentando la piel debajo de mi camiseta desde el abdomen
hasta los pectorales así que me animé a mi mismo para también hacerlo con su
espalda, complicándoseme la labor puesto que su camisa estaba muy bien sujetada
bajo su pantalón de vestir.
Sabía perfectamente que
los hombres nos habían visto entrar juntos y que incluso entendían lo que
pretendíamos hacer allí, que quizás por eso, pronto vendrían a detenernos por faltas
a la moral. No obstante su tacto me hechizaba al grado de interesarme poco lo
que sucediera alrededor. Solo deseaba recibir más besos y más caricias.
La interrupción nunca
llegó y sus manos se habían tornado más osadas, escapando de la opresión del
cinturón en mi pantalón de mezclilla para introducirse en mi boxer, una
cerrándose en puño sobre mi miembro y otra encargándose de deshacerse del botón
y cierre del jean.
Fue inevitable que de
mi garganta escapara un sonido de satisfacción así como el que buscara apoyo en
sus hombros de donde me agarré al sentir a mis rodillas flaquear. El agrado de
lo que él me provocaba me hizo estar dispuesto a todo y más, aún oyendo risas
masculinas y agua correr del otro lado de la puerta. Mis oídos y ojos estaban
orientados en Yunho y nada más.
La tela de mi pantalón
se atoró en mis muslos en el intento de él por quitarla, pero la habilidad de
sus brazos fue capaz de lograrlo con un segundo intento que acabo dejándola en
mis tobillos. Su mano instó a la mía en colocarse sobre su bragueta para devolver
sus atenciones, y así lo hice.
No fue hasta que ambos
nos manteníamos de pie percatándonos del repentino calor que nos rodeaba y las
nulas pretensiones por parar, que él me giró consiguiendo que usara mis manos
para sostenerme en la panel del compartimento al tropezar con mi propia ropa.
Dada la fuerza que utilizó, agradecí internamente que el despachador de papel higiénico
estuviera en la pared opuesta ahorrado con esto un doloroso golpe.
Su alterada respiración
chocaba en mi nuca al tiempo que sentía la fricción entre ambos, sabía lo que
vendría y estaba preparado para ello. Mordí mi labio inferior clavando las
yemas de mis dedos en la superficie irregular, repentinamente distrayéndome con
el fuerte estruendo de una puerta siendo azotada en el cubículo aledaño y un
extraño suspiro que denotaba alivio, proviniendo también de ahí.
Entonces la realidad
del contexto se estrelló contra mí en un tris. ¿Estaba parcialmente desnudo
dentro de un sucio baño de un bar de mala pinta a punto de hacerlo sin pudor
alguno? Podía probar miles de nuevas experiencias ¿pero tenía que ser en tan
bajas condiciones?
Bruscamente me agaché
para subir mis ropas pero Yunho me atrapó por la cintura observándome con
escepticismo. —¿Qué sucede?
—Cambié de parecer
—hablé con tranquilidad ajustando el elástico de mi ropa interior en la cadera.
—¿Por qué?
—Porque recordé que no
soy alguien barato al que le guste ser tratado como un fulano que puede ser tomado en cualquier rincón semiprivado.
Abrió la boca para
decir algo pero se arrepintió en el siguiente instante, limitándose a soltar un
resoplido y empezar a reacomodarse igualmente sus prendas. —Lo siento, perdí el
control —musitó revisando su celular antes de fajarse la camisa—. ¿Tienes hambre?
Podemos ir a cenar.
—¿Aquí? —Temí que fuera
así puesto que la falta de salubridad era más que evidente.
—Por supuesto que no,
dejaré que tú elijas esta vez.
Asentí persiguiéndolo
fuera del baño, ignorando las curiosas miradas de quienes se percataron de
donde emergíamos. Posiblemente deducciones tan cercas como alejadas de la
realidad.
Estar a la intemperie
devolvió a mis pulmones el aire fresco que tanto ansiaban por lo que sin
meditarlo aspiré alzando los brazos apreciando como la brisa tocaba mi rostro.
Yunho dio una palmada
en mi brazo alentándome con su mano para que caminara hacia su coche. Desactivó
la alarma y antes de subir del lado del conductor se detuvo sujetando la parte
superior de la puerta abierta.
—Changmin —Me nombró
evitando que abriera la del otro lado, puesto que puse mi concentración en él—.
Yo jamás he pensado de ti eso que dijiste allí adentro. Si fuera así, ni
siquiera estaría ahora contigo —Parpadeé procesando sus palabras y solo dejé de
hacerlo al verlo asomarse por la ventanilla—. ¿No vienes?
—Si —indiqué
apresurándome en entrar en el auto.
La velada como era
costumbre concluyó hasta el día siguiente en mi habitación y una semana luego
de esta, desperté a Yunho pegándole con un periódico enrollado, enseguida de
ver que en este salió publicada la noticia de que su dichoso discreto-bar, había sido clausurado por
servir como doble fachada del real negocio que tenían, contrabando de licor.
Le recriminé por su
deficiente gusto por llevarme a lugares de baja reputación exponiéndome a
sufrir este tipo de eventos. A pesar de esto, la disputa duró poco al
convertirse en una tórrida reconciliación no merecida.
■ □
■ □ ■
—¿Qué haces con el
perro de Pocahontas? —Fue lo primero
que mencioné al recibir a Yunho en mi departamento. Atado a una correa desde el
collar en su cuello, un perro chico de pequeñas orejas dobladas hacia delante y
cara arrugada que lucía como si tuviera una máscara negra –contrastando con el corto
pelaje color arena que tenía en su cuerpo–, estaba viéndome con sus saltones
ojos marrón con una expresión de ¿miedo?
—Sabía que te iba a
encantar —Yunho dijo soltando el cordón de tela dándole al perro la libertad de
moverse, aunque no lo hizo.
—Yo pregunté por el
perro, no dije siquiera que me gustara —objeté arrugando el entrecejo notando
como él recogía una gran bolsa de rafia azul y pateaba un costal de alimento
para perros.
—Pero es así ¿verdad?
Me encogí de hombros no
queriendo confirmárselo, era cierto, era lindo pero suponía que su presencia no
me gustaría. —Todavía no me has dicho que haces con el.
—Necesito pedirte un
favor —sonrió cargándolo con ambas manos.
Intensamente negué con
la cabeza cruzándome de brazos. —Ni lo sueñes, no me haré cargo de el.
—Vamos, no tengo a
quien más dejárselo, solo puedo confiártelo a ti.
—Existen los asilos
temporales para mascotas.
—Pero estaré más
tranquilo si lo cuidas tú, saldré de viaje por lo menos medio mes.
—Incluso no sé si este
permitido el tenerlo aquí, ¿qué tal si empieza a ladrar y mis vecinos se
quejan?
—Es un pug de cuatro
meses, aunque es todavía un cachorro, Charlie es muy tranquilo.
—¿Charlie? ¿Ese es su
nombre? —inquirí torciendo los ojos.
—No lo elegí yo —Por
obligación, tuve que tomarlo entre mis brazos cuando Yunho me lo encimó en el
pecho—. Escucha, tengo prisa, mi vuelo está programado para dentro de tres
horas y todavía no…
—¿A dónde iras? ¿Por
qué asumes que no tengo planes y que puedes dejármelo? Solamente llegas y
esperas que acepte sin recibir explicaciones.
—Dentro del empaque hay
una vasija con la medida exacta para la cantidad de croquetas que come, en la
bolsa hay dos tazones, juguetes y una frazada donde suele dormir. Sin importar
lo que haga, no lo dejes subir a tu cama.
—¡Yah! ¿Acaso no me
oíste? —gruñí apartándolo cuando pretendía acercarse.
Tenazmente consiguió
abrazarme, aprovechándose del hecho que tenía mis manos ocupadas. —En serio
tengo que irme, dame mi beso —Por rehusarme a obedecerlo, fue él quien reunió
nuestros labios dejando una cálida sensación al retirarlos.
—Estúpido —pronuncié
entre dientes al observar su sonrisa de suficiencia al darse vuelta estando en
el pasillo del edificio.
—Prometo llamarte.
El click de la puerta
siendo cerrada fue lo único que quedo como muestra de su partida tanto para
Charlie como para mí.
■ □
■ □ ■
Yunho había cumplido su
promesa al contactarme diariamente, intercalando los días con llamadas y
mensajes de texto. No durábamos más de diez minutos hablando ni respondía a más
de tres sms’s, pero saber de él me alegraba.
Cuidar a Charlie no
había sido el suplicio que creí sería, básicamente el era un buen perro, bien
educado diría yo. A pesar de que lo dejaba solo al irme al hotel, no hizo
absolutamente ningún destrozo, increíblemente se comportaba como un anciano y
no como el supuestamente cachorro que era.
Lo complicado fue
lograr sacarlo de la depresión. Desde que Yunho se fue, Charlie se mantuvo
pegado a la puerta, ya fuera sentado o acostado en bola. Los dos primeros días
si acaso tomó agua.
A punto estuve de
llevarlo al veterinario de no ser porque finalmente se decidió por comer. Por
las noches lo llevaba de paseo por los alrededores, paulatinamente habituándose
a estos, puesto que parecía expectante cuando tomaba la correa para
colocársela.
Normalmente –tal cual
Yunho lo dijo– Charlie dormía sobre la manta en cualquier sitio que esta fuera
colocada. El grave error fue escoger precisamente mi dormitorio una madrugada
que la consideré demasiado fría para dejarlo en la sala. Lo que había tachado
como un perro tonto y dócil, se transformo en uno testarudo y escandaloso al no
parar de lloriquear y aullar poniéndose en dos patas en su vano intento por
subirse a mi cama.
Fui débil al rendirme,
lo admito, y eso me acarreó que la historia se repitiera todo el mes que Yunho
se mantuvo ausente. No importaba si le cerraba la puerta de mi habitación o si
lo amarraba en algún mueble, mucho menos que me pusiera los audífonos a todo
volumen para no escucharlo. De esta manera comprobé la teoría de no dejarse
llevar por las apariencias, porque definitivamente sus lamentos eran
desproporcionales para su tamaño.
La tarde en que Yunho
me llamó para avisarme de su regreso a la ciudad, me pidió lo que nunca,
reunirnos en un lugar público. Por lo regular cuando él volvía de un viaje –dependiendo
del horario–, iba a buscarme a mi casa o al trabajo, sin mínimo anunciarse. Esta
vez nos saldríamos de la rutina.
Sentado en una banca de
cemento con una lata de refresco en una mano y una de café en la otra, lo
observaba caminar por el estrecho camino de grava del parque que él decidió
para encontrarnos. Su evidente sonrisa se amplió al estar junto a mí,
colocándose a mi lado.
—Hola —dijo
inclinándose después para acariciar la cabeza de su perro—. Hola Charlie, veo
que han cuidado bien de ti.
Reí cuando el animal ni
se inmutó por ver de nuevo a su amo, bastó un mes conmigo para que se olvidara
de él. —¿Qué prefieres? —mencioné poniendo los botes a la altura de su vista.
—El café —señaló,
quitándome la lata prestamente destapándola para beber de ella—. Es fuerte —expresó
viendo la marca estampada en el envase—. ¿Cómo sabias que me gusta así?
Di un largo trago de mi
bebida antes de responderle: —Generalmente a los que fuman, les gustan este
tipo de cosas que contienen cafeína.
—Eres muy perspicaz.
—Es sentido común —contradije
ajustando la correa de Charlie en mi brazo derecho—. ¿Por qué elegiste esta
raza para una mascota? Un pug no encaja con tu personalidad.
—El tenerlo fue un
imprevisto, la verdad es que Charlie era un perro de la calle, necesitaba un
hogar y yo se lo di.
—Mentira —declaré doblando
una pierna para subirla en la banca, girándome hacia Yunho—. Un perro de este
tipo no puede serlo, a menos que se escapara de alguna casa y ya que dijiste
que tú no le pusiste el nombre, supongo que en alguna parte debiste verlo, grabado
en una placa en su collar por ejemplo y si traía una de estas, debió tener también
la dirección su dueño.
—Lo dicho, eres muy
intuitivo —aseguró dando una sonrisa de medio lado—. Lo hallé en un lugar al
que fui por trabajo, imagino que su antiguo dueño se vio tan apurado en marcharse
que no le dio tiempo de llevarse a su mascota. En mi agencia me sugirieron que
lo dejara en un albergue, pero opté por quedármelo.
Volví a tomar de mi
refresco echando un vistazo a Charlie quien olfateaba el viento. Si Yunho lo
hubiera dejado en una perrera, absolutamente habría sido adoptado. No solo era
su raza sino su mirada triste la que lograba que lo apreciaras. —¿Cómo es que
lo has estado cuidando si nunca estas? —Esa era una duda que no podía despejar,
más allá de eso era un implícito reclamo por su constante ausencia.
—Lo metí en una
academia de adiestramiento, apenas acaba de graduarse.
—Eso explica el porqué
no te reconoce como su amo —murmuré—. Pero aunque su comportamiento es bueno,
no obedece.
—Lo sé, pasé una semana
con el pero actuó como si en realidad estuviera solo. Probablemente aún no se
adapta.
—Bueno ya que estas de
vuelta supongo…
—Todavía no lo estoy,
quiero decir, vine solo para presentar un informe pero mañana me voy de nuevo.
—Yunho, esto es
demasiado, últimamente tus viajes se han extendido tanto que es más tiempo el
que no nos vemos que el que sí. Quizás creas que no tengo el derecho de
reclamarte nada porque no hemos etiquetado esto como una relación oficial pero…
—Si lo tienes, te lo
dije en el restaurante, o al menos lo sugerí. No he salido formalmente con
nadie desde hace tanto y ahora que lo hago contigo siento que es el momento
perfecto. Mi trabajo es demandante, no muchos lo entienden pero me agrada
aunque a veces sea agotador, sé que de continuar así terminarás por enfadarte y
como lo he venido pensando un rato ya, hablé con mis superiores y pedí mi
transferencia a otra sección.
Entrecerré los ojos
ante la información. Inconscientemente había permitido que él se arraigara en mí,
cada vez extrañaba y ansiaba más estar con él. Fue una grata impresión el
conocer que no era el único que empezaba a vernos como algo más que una simple
aventura.
—¿Cuál será la mejoría
del cambio? ¿Ya no viajaras?
—Esporádicamente sí,
pero a comparación de cómo lo he estado haciendo será una diferencia muy grande.
—Ojala —susurré levantando
a Charlie para que el par de niños que se aproximaban montando bicicletas, no
fueran a atropellarlo. No podía negarlo, anhelaba que realmente sucediera así
como él lo planteaba—. ¿Entonces pasaras la noche en Seúl? —cuestioné
generalizando el lugar cuando sinceramente quería especificar mi casa.
—Sí, pero
desafortunadamente no como me gustaría —indicó tirando la lata en el suelo para
aplastarla con su pie—. Preferiría que fuera en tu cama y no en una oficina
ajustando los detalles del viaje.
—Pero podríamos pasar ahí
la tarde, al menos —propuse desvergonzadamente porque después de todo, la
distancia entre ambos me había afectado en todos los sentidos.
Poniéndonos de pie, arrojamos
los botes vacios en los contenedores cercanos y nos dirigimos rumbo a mi
departamento.
■ □
■ □ ■
Yunho cayó de medio
lado en el piso de mi habitación, abrió amplio los ojos como para enfocar lo
que sucedió, su frente se arrugó ligeramente antes de incorporarse con el
impulso similar al de un resorte.
—¡¿Qué te pasa?! —gritó
tratando de volver a subirse en mi cama pero una patada en su rodilla le hizo
desistir.
—¡Eres casado, eso es
lo que me pasa! —exclamé rodándome hasta estar en la orilla del colchón opuesta
a donde él permanecía parado—. ¡Vete ahora mismo de aquí!
—¿Qué? —Se desplazó
rodeando la cama con el propósito de acercárseme—. ¿Casado? —Volvió a
cuestionar luciendo confundido pasando ambas manos por su cabello. Ver otra vez
el metal en su dedo anular izquierdo, empeoró mi temperamento consiguiendo que
de un solo brinco quedara frente a él y jalara su mano para estampársela contra
su cara.
—¡Olvidaste quitarte tu
estúpida argolla de matrimonio, idiota!
La risa de Yunho surgió
leve pero rápidamente se acrecentó hasta ser una carcajada. Por un momento dudé
sobre lo que discutíamos. Absolutamente no existía una pizca de gracia en el
asunto, a menos que lo gracioso fuera yo mismo. Por caer tontamente en el
adulterio.
—¿Esto? —formuló
controlando los ya espontáneos ataques de risa. Tocando el colchón, se dobló
pretendiendo sentarse pero denegándole el que lo hiciera, lo empujé por los
hombros consiguiendo que se tambaleara casi imperceptiblemente sin embargo antes
de que se enderezara le agarré el brazo y puse toda mi fuerza para obligarlo a caminar
hasta la puerta principal.
—Aguarda un segundo —pidió
resistiéndose a cooperar, clavando las plantas de sus pies en el piso y
haciendo más pesado el cuerpo. Si de por si era complicado escuchar sus
protestas, Charlie lo empeoraba puesto que nos perseguía dando círculos sin
detener sus ladridos. Yo solo quería deshacerme de él y de su perro.
Ingeniándomelas conseguí
abrir la puerta a duras penas pudiendo sacar a Yunho de mi departamento, y sin
darle oportunidad para que regresara al interior, recogí a Charlie dejándolo en
sus brazos. —¡Largo! —grité dando un portazo.
—Changmin-ah, abre —Oí
recargado en la pared a los quedos toques en la puerta que fueron tornándose
insistentes con cada segundo que pasaba—. Hace frío.
Mis ojos divagaron por
la sala deparando en el tazón a medio llenar con las croquetas en forma de
triángulos cafés que probablemente Charlie dejo de comer en cuanto nos escuchó
pelear. A un lado de eso estaba un pequeño conejo de peluche amarillo al que le
faltaba un ojo y la nariz estaba a punto de desprenderse porque Charlie lo
mordía constantemente.
—Diablos —murmuré en un
suspiro contando hasta diez antes de abrir de nuevo.
Yunho estaba ahí de pie
justo en la misma posición en que lo había dejado. —Juro que vas a reírte
cuando…
—Dame a Charlie, es mas
mío que tuyo —exigí estirando los brazos.
Frunció el ceño
profundamente y declaró: —Entramos los dos o no hay trato —Ajustó el peso del
perro en solo uno de sus brazos, impidiendo que fuera a arrebatárselo.
—Lo lamento por el
entonces —Con pesadez me rendí dispuesto a cerrar, recibiendo un imprevisto
empujón con el que Yunho consiguió ingresar aventando la puerta con su pie.
—No puedo creer que ni
siquiera pretendieras darme mi ropa —musitó bajando a Charlie para prontamente
refregarse sus brazos y torso.
Rasqué una de mis cejas
ignorando su queja porque lo que menos me interesaba en ese momento era si el
hombre pescaba un resfriado que le costearía una pulmonía en un futuro. Si en
el pasado él se hubiera tomando la gentileza de informarme acerca de su estado
civil, yo no lo habría botado semidesnudo truncando de tajo con esto nuestra
intima actividad. Además del peligro latente de que mis vecinos fueran a
descubrirlo y me acusaran de conducta inapropiada con el arrendatario.
Lo miré de arriba-abajo
sonriendo de medio lado por su estado, descalzo y portando únicamente unos lisos
boxer grises de algodón. Mi imagen solo variaba respecto al color de la tela,
rojo.
—Tuviste razón en algo,
olvide quitármela —mencionó removiendo la sortija de su dedo logrando distraerme
de mis pensamientos—. Pero es de utilería. Ya te había dicho que el representar
papeles forma parte de mi trabajo, usar cosas como estas son gajes del oficio.
Hay días en los que soy un simple turista, otros como ayer en los que aparento
ser un recién casado en plena luna de miel. Por lo regular viajo de incognito
así que nadie tiene que saber cuál es mi verdadera identidad, estos artificios
me ayudan a mantenerme en bajo perfil.
Depositó la argolla en
la repisa empotrada en la pared, produciendo un sonido metálico que tal vez por
el mutismo de ambos, resonó tan fuerte para mis oídos como si se hubiera
tratado de un objeto mayor.
Su versión sonaba
creíble pero preexistían muchos huecos en mis conocimientos respecto a él. Con
esto había descubierto que estaba en desventaja contra él. Yunho sabía de mi
con certeza donde vivía, trabajaba y varios otros detalles que hablamos en
distintas conversaciones. Yo tenía que conformarme con su palabra.
—Aunque no sonó tan
chistoso como te dije que lo sería, estas arrepintiéndote por comporte así de intransigente
conmigo ¿uh?
—Tú…
Mi argumento murió en
sus labios cuando estos acapararon el movimiento de los míos trazándolos a
diestra y siniestra con su lengua y dientes.
—No terminaremos lo que
comenzamos hace rato —Reuní la entereza para rechazarlo colocando las palmas de
mis manos en su pecho, alejándolo lo suficiente para verlo a los ojos.
—Está bien, empecémoslo
de nuevo.
Esquivé su intento por
reanudar el beso haciéndome a un lado. —No he dicho que estoy conforme con tu
explicación ni que cambie de parecer y ya no quiero que te vayas.
—No miento —habló en
voz baja abrazándome la cintura por la espalda—. Podemos desperdiciar horas en
internet buscando información sobre mí, o podemos aprovecharlas en actos más
gratificantes.
Sus dos manos se
trasladaron sobre mí, abarcándome de norte a sur deteniéndose en los puntos
clave que provocaban que escalofríos me desarmaran y la luz me encandilara.
—¿Qué opción escoges?
Ladeé mi cabeza hacia
mi hombro derecho por el estremecimiento que su respiración desató al hablar
cerca de mi oreja y eso fue lo que se requirió para que las hormonas me
invadieran por completo.
Con agilidad me desaté
de él y lo tomé por ambas muñecas acorralándolo hasta topar con la pared. El
largo cuadro de un paisaje rural que colgaba en esta, se bamboleó amenazando
con caerse por lo flojo en que el clavo lo sostenía. Ignorando el que de
romperse tendría que pagarlo –puesto que era parte del departamento-amueblado
que alquilaba–, ceñí todavía más a Yunho en el muro, aprovechando por primera
vez los pocos centímetros que le sacaba de altura.
No lució ni sorprendido
por mi iniciativa, puramente dejándose dominar y eso me condujo a otro nivel de
entusiasmo incentivándome a continuar.
Su boca entreabierta
fue mi segundo objetivo de ataque, atrapándola con vigorosidad para ser yo
quien marcara el ritmo e intensidad, rompiendo o incitando a que prolongara el
beso.
Si el acercamiento del
otoño estaba haciendo estragos en el acostumbrado clima cálido, ni lo noté. Un
inconfundible calor me cubrió de pies a cabeza incrementándose con el tacto
compartido entre Yunho y yo.
La hipersensibilidad en
mi piel era tal que pude sentir cómo el elástico de mi boxer se amoldaba conforme
bajaba por mi piernas hasta tocarme los pies, levanté estos uno a uno para
salir de la prenda dejándola descartada en el piso prontamente acompañada por
la de Yunho.
Mis dedos y los suyos parecían
haberse sumergido en una competencia no proclamada por abarcar todos aquellos
lugares a disposición del otro. Era mi mitad inferior, superior o ambas las que
comprobaban que no tenía un límite en cuanto al placer, pues cada roce que
recibía superaba con creces al anterior.
Deslizándose por la
plana pared Yunho me llevo consigo al suelo, quedando él sentado con las
rodillas flexionadas y yo en cuclillas reacio a finalizar el beso. Nuestras
manos se entrelazaron acercándome más a su cuerpo y haciendo que separara sus
piernas para colocarme entre ellas.
Uno de sus brazos se
agitó para alzarse, enganchándose a mi cuello arrimando nuestros rostros incluso
más cuando pensé que ya era imposible.
Apoyado sobre mis
rodillas y empeines de los pies, encontré el equilibrio para sostenerme
mientras pasaba una mano por su espalda y con la otra recalcaba las líneas en
su abdomen.
—Incomodo —murmuró
enviando vibraciones a mi lengua y paladar.
Con un suspiro me
levanté de un salto ofreciéndole ayuda para que él también lo hiciera. De un
tirón conseguí tenerlo otra vez adherido a mí, oprimiéndonos los torsos por la
fuerza del abrazo en el que nos unimos.
A ciegas caminamos al
dormitorio, pateando y tropezando con la ropa de la que nos habíamos despojado
una vez entramos en el departamento. La cama fue nuestra siguiente parada, cuando
el borde de la base nos detuvo lo insté a dejarnos caer sobre el colchón.
Estando de costado con
sus piernas enredadas con las mías, continuamos la exploración como si las
prisas que teníamos momentos antes se hubieran borrado y ahora tuviéramos todo
el tiempo del mundo.
Sus labios dibujaban
extraños senderos en mi mandíbula y mejillas para luego irse a perder detrás
del cuello y nuca. Con el mismo ímpetu yo hacía lo mismo en sus brazos,
recorriéndolos y aplicándoles presión en algunas partes al notar que
últimamente sus tríceps estaban mejor definidos.
Ocupado en dar y sentir
caricias, presté poca atención en el incremento de la fricción entre ambos y
solo fue cuando sus dedos rozaron la parte interior de mi muslo que supe que el
juego llegó a su final para dar paso a la verdadera acción.
Estando de frente, mi
tobillo derecho se afianzó a su cintura para que su mano izquierda tuviera el
espacio suficiente para acometerse en los preliminares.
Conservándome centrado en lo que hacía con la derecha en mi vientre bajo y el
contorno a este, conseguía que la incomodidad fuera mínima en comparación a la
suma provocación en las demás zonas.
Abandoné el nudo que
había formado con mis brazos en su cuello para estirar uno de estos hacia el
buró donde tenía los suplementos para casos como en el que estábamos. Un par de
viajes a la farmacia habían bastado para surtirme de productos que al principio
me hicieron enrojecer como un adolescente al solicitarlos, hoy por hoy los veía
como artículos tan básicos y esenciales que desinhibidamente me daba el lujo de
escoger entre colores, texturas y sabores.
Y con más calma quizás,
habría puesto mayor énfasis en la elección para esta ocasión, pero ya habíamos puesto
excesivamente en prueba a nuestras resistencias que dudaba que guardáramos algo
de paciencia. «Nada exótico» pasó por
mi mente al tomar la botella de plástico transparente y el sobre cuadriculado
del cual desprendí la orilla dejando a la vista el látex en el interior.
Entregué los dos
objetos a Yunho y coloqué una almohada por debajo de mi cabeza, buscando una
posición adecuada para adaptarme a su peso que sabia tendría encima. Pero él no
se movió de mi costado sujetándome del codo para que me amoldara la espalda en
su pecho.
—Me alegro de que
escogieras la segunda.
—¿Eh? —solté en una
entrecortada respiración justo cuando irrumpió en mi. Quise recordar la
conversación que mantuvimos instantes antes pero mi lucidez era escaza para
entender mas allá de nuestra piel chochando entre sí a cada segundo.
Circulé un brazo por
detrás para sujetarlo de su nuca mientras que él sostenía mi pierna por debajo
de la rodilla. El cumulo de alteraciones en mi sistema nervioso me abrumó al
grado de cerrar los parpados apretándolos tan fuertemente que vi destellos de
luz blanca en ellos.
La humedad de su boca
quedó plasmada en mis labios que descoordinados intentaron responder al beso, a
pesar del fracaso tras fracaso jamás dejé de ambicionarlo.
El compás que habíamos
cimentado se aceleró desencadenándose en un entumecimiento que subía desde las
plantas de mis pies hasta quedarse en la parte mi cadera. Los latidos de mi
corazón eran tan ruidosos para mis propios oídos, que creía que todo se había
insonorizado o que una burbuja estaba resguardándonos del exterior.
Con ansias de tenerlo
más cerca, usé mi mano disponible para retenerlo por la cintura, con las puntas
de mis dedos patinándose por la delgada capa de sudor que la transpiración
formó en su piel. Posiblemente él comprendió mi objetivo ya que liberó mi
pierna dejándola enganchada por la parte posterior de su muslo y se aferró con
sus manos a mi estómago dejándonos imposiblemente separados.
Perdiendo el control, la
energía almacenada se canalizó en un temblor que me sacudió de punta a punta abatiendo
a cada uno de mis miembros que lánguidos cayeron a los lados. Sobre mi hombro
sentí un sosegado quejido seguido por una moderada risa.
—¿Soy yo o alguien está
intentando tumbarme? —musitó pegando su mejilla en la mía.
Desconcertado miré de
reojo repentinamente sintiendo un tirón en la sabana parcialmente arrugada bajo
nosotros. Un agudo ladrido y supe que sucedía.
—Charlie quiere subirse
a la cama —expuse doblando la almohada para recargarme mejor en ella.
—¿Has estado dejándolo
hacer eso, cierto? —asentí escuchando el bufido al separarse. Se apartó pero no
lo suficiente como para no apreciarlo a centímetros de mi—. Te dije que no se
lo permitieras.
—¿Bueno y qué? de cualquier
manera esta es mi cama la cual no comparto con nadie casi nunca. Además ya te
dije que prácticamente es más perro mío que tuyo, así que tú no vas a decirme
como lo educo.
—Aquí vamos de nuevo,
sigo siendo su dueño y venimos por paquete, si quieres uno tienes que aceptar
al otro.
—Vaya, que maravillosa
oferta, dos por uno. Toda una ganga —farfullé poniéndome de pie andando hacia
el baño—. ¿Ya te vas?
—¿Oh, así es como se
siente ser echado sutilmente? —preguntó rebasándome y ganándome la ducha—. En definitiva
si estas utilizándome solo para tu satisfacción.
—Por supuesto, tu amigo
Yoochun estaba en lo correcto —dije apoyándome en el umbral de la entrada,
observando cómo se enjabonaba y abría la llave del agua fría.
—No, solo estas usando
una fachada para ocultar tus sentimientos por mí. Pero no necesitas hacerlo,
son plenamente recíprocos, te lo garantizo.
El agua cayendo como
lluvia sobre su cuerpo y el vaho que procedía de su boca me robó radicalmente
la concentración, aísle sus palabras únicamente dedicándome a la visión frente
a mis ojos. —No conozco mucho de ti —aclaré al verlo sacudirse el cabello y
deshacerse del exceso de agua con la toalla colgada en el perchero atornillado
en la azulejada pared. ¿Cuánto tiempo demoré en hablar?, supongo que el mismo
que tardo él en terminar de bañarse—. No puedo enamorarme de alguien solo
porque físicamente lo pasemos bien.
—Sabes que no es así,
incluso ya conoces que tipo de café prefiero, que clase de perro tengo por
mascota y a quien quiero.
—Esa información no
abarca a toda una persona —rebatí tomando mi turno bajo la regadera, a
diferencia de él, yo si mezclé el agua para que se templara—. Te presentas ante
mí con un anillo puesto y nada más porque tú lo dices debo confiar en que no estás
comprometido y…
—Lo estoy, contigo —Juntando
agua en la palma de mi mano la arrojé directo a él, ensanchando su sonrisa—. Es
cierto, básicamente lo que sabes de mi es lo que soy y
aunque hay aspectos que difieren, por el momento así
permanecerán. Es cuestión del cambio en mi trabajo, ya lo veras.
Con dos zancadas estuvo
delante de mí removiendo el mojado cabello pegado a mi frente. —Me voy, pero
volveré pronto.
Sin importarle si
volvía a mojarse se metió bajo el rocío que dejaba caer la regadera acoplándonos
en un entusiasta beso que aún después de que se rompiera y me quedara solo en
el baño, continúe con el hormigueo en mis labios.
■ □
■ □ ■
Una semana había sido
lo que esperé a que volviera a dar señales de vida. Ya ni siquiera me molesté
en recriminarle que no se comunicara, puesto que esos días me sirvieron para
decidir que debíamos tomar una resolución. Mi desconfianza respecto a él era
cada vez mayor. ¿Cómo podía sobrevivir una relación sin confianza? O demostraba
que podía fiarme en él o lo nuestro no debía continuar.
Esa tarde cuando nos reuniéramos
fuera de la tienda de conveniencia donde meses atrás nos habíamos topado, iba a
explicárselo. Solo que olvidaba que mis planes con él nunca llegaban a
concretarse.
—¿Shim Changmin? —Tres
hombres vestidos de negro me interceptaron a mi salida del hotel—. Quisiéramos
que viniera con nosotros.
—Tus cosas —El gerente
emergió detrás de ellos sosteniendo en sus manos mi mochila, estiré mi brazo
para sujetarla pero con frustración observé cómo se la entregada a uno de los
hombres.
—Quién…
Simultáneamente
levantaron a la altura de mis ojos el carnet con sus fotos y el emblema de la
policía plasmado en el. —Necesitamos hacerle unas cuantas preguntas. Si nos
hiciera el favor de acompañarnos —Volvió a hablar el mismo sujeto, apuntando
hacia la calle.
—Les pido
encarecidamente que manejemos esto con discreción, no me gustaría que los huéspedes
se percataran —Mi jefe solicitó.
Oponerme sería una
tontería, aunándole el ya de por si estar en mi ambiente laboral, solamente
dificultaría las circunstancias, por lo que sin decir nada fui a donde ellos
dijeron.
Al menos el transporte
en el que me llevaron no era una patrulla sino un auto normal con vidrios
polarizados. Aunque sentado en la parte trasera de este, contemplé por la
ventana al grupo de empleados que fijaban su curiosidad en lo que acontecía. Se
trataba de una equivocación, eso era seguro, pero que diría al regresar al
trabajo, si es que podía seguir contando este.
Dentro de la delegación
del distrito, cerca de una decena de personas sentadas en escritorios con sus
respectivas computadoras se ocupaban de sus actividades. Solo frente a la que
estaba parecía realmente interesarle mi presencia.
—Necesito un abogado
—mencioné, nada más por el hecho de que ni idea tenía de que se hacía en tales condiciones
y que mi experiencia se basaba primordialmente en los argumentos de películas.
—Esto no es meramente
un interrogatorio oficial, es una plática circunstancial para aclarar algunos
hechos —El empleado dijo cambiando su atención del monitor hacia a mí.
¿Circunstancial? ¿Agentes policiacos se
presentan en el lobby del hotel, me piden que los acompañe a una comisaría y se
atreve a nombrarlo circunstancial?
La recriminación se
formó rápidamente en la punta de mi lengua pero con igual velocidad se disipó
al ver al tipo que se acerco al lugar, deteniéndose a un costado del escritorio
jalando una de las sillas para sentarse, descansando los brazos en la cima del
respaldo.
—Creí que habíamos
acordado que él estaba fuera de
investigación —dijo en cuanto estuvo acomodado.
—La orden se dio justo
cuando él arribaba, no vi por qué no aprovechar su presencia.
—Los casos están a
cargo de otra división, por lo tanto esta fuera de su jurisdicción —manifestó
recargando su barbilla en el dorso de su mano izquierda.
—Pero cada uno de los
escenarios a los que él recientemente ha concurrido, si lo son. El restaurante
frente a la guarida de los falsificadores, el almacén de contrabando de alcohol
que figuraba como bar, y el parque donde se capturó al presunto pedófilo —El
dependiente siseó lanzado en la superficie del mueble, un conjunto de fotografías
donde yo salía retratado de rostro o cuerpo completo en cada uno de los sitios
mencionados. Recordaba los dos primeros ser citados en noticias, al tercero lo
desconocía absolutamente—. ¿Por qué Shim Changmin aparece en todos y cada uno
de ellos? Porque lógicamente están relacionados ¿o como le llama usted a eso,
detective Park? —cuestionó agachándose para poner sus manos extendidas en la
madera del escritorio con un rotundo manotazo.
—Casualidad —Yoochun aludió
con tranquilidad, abandonando la silla e indicándome que también yo me
levantara—. Sin embargo si no está conforme con mi respuesta, usted está en
libertad de solicitar por escrito una aclaración a mis superiores. Ahora si me disculpa,
yo mismo le mostraré la salida al señor Shim.
En silencio Yoochun guió
el camino hacia fuera, alentándome con su mano en mi espalda a no detenerme.
—¿Qué sucede? —susurré una vez el cielo estuvo a la vista.
—Que te lo explique él
—dijo señalando con su dedo índice hacia el hombre que se aproximaba con pasos
calmados—. Me debes una, Jung —denotó arrebatándole a Yunho las llaves que
colgaban de su pulgar y marchándose hasta perderse entre los transeúntes.
—Lo siento, quise personalmente
encargarme pero el personal de aquí me odia y habrían puesto demasiadas trabas
antes de dejarte ir —declaró de golpe, como si yo ya hubiera digerido lo que
acababa de pasar.
—¿Me involucraste en
tus delitos?
—¿Qué? —pronunció cubriéndose
la cara, inútilmente tapando la sonrisa que probablemente sabía que me enfadaría.
Y así fue.
—Me alegra que para
alguien esta situación sea divertida —gruñí clavando mi puño en su hombro
agregando el azote que le di con mi mochila—. Basta de bromas y habla con la
verdad.
Eliminó el remanente de
su alegre gesto y se contuvo en una expresión reservada. —Tienes razón, te involucré
en mis asuntos. Evaluador de centros de hospedaje es el título
bonito que le doy a la mayoría de la gente cuando me preguntan a que me dedico. En realidad soy uno de esos —asintió hacia el escudo de la
comisaria—. Uno de los buenos, del tipo encubierto y que no revela su
identidad. El que se dedica a estudiar al objetivo y luego corre a contar lo
que sabe.
—Espionaje —balbuceé,
automáticamente desplazándome a su lado para que solo él escuchara, a pesar de
que no había nadie aparte de él que pudiera captar lo que decía.
—Soy el soplón —secreteó
imitando mi movimiento—. Y aunque normalmente obedezco y no hago cuestionamientos,
cuando supe que irían por ti, interferí a tu favor.
—Pues gracias entonces por
rescatarme de lo que tú provocaste —repliqué con ironía dando media vuelta para
irme.
—Yah, Changmin-ah, no
fue a propósito, inclusive cedí temporalmente mi auto a Yoochun para que me
ayudara y tú sabes cuánto valoro mi carro. Les dejé claro a mis jefes que tu
presencia en esos lugares fue porque ibas conmigo, revelé mi vida privada, lo
que nunca hago, solo por ti.
—¿Por qué tenias que
mezclarme con tus negocios en primer lugar? Y ahora no conforme con eso, posiblemente
me he quedado sin empleo.
—Me encargaré de eso
también, te daré una carta que justifique lo de hoy o sino podría conseguirte
otro trabajo. Deseaba verte y por eso…
—Mataste dos pájaros de
un tiro —terminé por él—. Es por eso que siempre estabas tan al pendiente de tu
celular —solté deteniéndome súbitamente para enfrentarlo—. Habría sido más
fácil si me hubieras dicho antes cual realmente era tu profesión, lo habría
pensado dos veces antes de inmiscuirme contigo.
—Soy un agente secreto
en gran parte de mis casos, no podía confiar en ti tan pronto. Después, el
tiempo juntos se redujo y yo lo fui postergando. Actualmente mi traslado está
en proceso así que puedo confesártelo abiertamente —Conforme fue mencionando
sus motivos el tono de su voz fue disminuyendo así como la distancia entre
ambos—. Tú eres la razón fundamental por la que me convertiré en un detective,
Minnie.
Torcí la boca retomando
el camino. —No me llames así —declaré percatándome de que él iba no muy detrás
de mí.
—¿Amor? —Le oí decir
apresurando sus pisadas para estar a mi par—. Vamos —instó atrapando mi mano
halando de ella.
—¿A dónde? —inquirí sin
poner resistencia al tirón.
—Por Charlie y de ahí a
mi casa, eso es otra cosa que te falta por conocer y que mejor momento que este
para hacerlo. Te mostraré que tan mal sé cocinar y después mientras aguardamos
porque entreguen la comida que pediremos por teléfono, haré que te familiarices
con cada rincón…
Inmerso en su parloteo,
prosiguió el trayecto por la avenida, olvidando el hecho de que todavía sostenía
mi mano o tal vez siéndole indiferente. Yo por mi parte no tenía una idea
precisa de si me había rendido, si quería seguir con él o si lo decidirá mas
tarde.
Finalmente bosquejar mi
futuro nunca fue mi fuerte, no tenía una meta clara a la que llegar y tampoco cansaría
a mi mente en descifrar el presente. La vida es como es, rara, con altas y
bajas, similar a lo mío con Yunho, donde si bien las disputas son frecuentes, siempre
se concluyen entre las sábanas.
– Fin –
Mi primer one-shot y mi primer homin v(^_^;)
¡Ah! Acabo de terminarlo. Me ha encantado ^^ Creo que es uno de los primeros relatos que he leído sobre la pareja, pero más allá de esto lo que me ha gustado mucho es cómo has ido dando pistas a lo largo de todo el relato. Que había algo raro me lo imaginé en el mismo momento que tenía que viajar bastante, pero a partir del restaurante... En definitiva que me encanta ^^ y que agradezco mil que lo hayas compartido con nosotras ^^ ¡Gracias!
ResponderBorrarNo se porque siempre termino poniéndole a Yunho un secreto XD
BorrarGracias por leer y comentar =)
Jajaja estuvo hermoso *o* me encanta el HoMin bueno enrealidad todas las parejas jajaja... Pero he de confesar que de principio pensé y creí que se trataba de Jaejoong jejeje como sueles escribir de esa pareja asi me lo imagine y cuando leí "Changmin-shii" me quede OMG! Es un HoMin?! Y siiiii jejeje la narrativa estuvo genial y la trama también me encanto todo y lo mejor super largooooo jejeje me entretuvo mucho aparte cuando leí el nombre de perrito me acorde una camiseta que Yunho uso una vez no recyerdo en donde que decia "I <3 Charlie" jejeje o es tan lindo muy bueno todo te felicito y agradezco por traernos todo este tipo de historias, sigue asi Hwaiting....
ResponderBorraromg si es cierto!! Yunho uso una camiseta así, tengo la imagen e incluso fans sacaron una variación con I ♥ Changmin. La verdad es que no pensé en eso, a veces lo que escribo lo baso en mis vivencias y de ahí salio el perro con todo y nombre aunque diferente raza. Pense en ponerle otro pero XD que bueno que no lo hice~
BorrarY si es cierto al principio fue como mis otros personajes jae's, es la costumbre supongo. Gracias por comentar ^^
ahhhhhhhhhhhhhhhh como que te quedó hermoso. Personalmente soy homin shipper <3
ResponderBorrarY tu fic me encanto *-*
Admito que pense que YunHo era traficante xDDD
Espero sigas escribiendo sobre ellos <3
gracias :D
Borraraasdasdasdasd me encantaa como escribes asi como de que.. <3 xD' n_n'Seguire esperando por mas de tus creaciones (:
ResponderBorrarAtte' Luzy (:
gracias =D
BorrarWuuaaa estuvo muy buena la historia, por un momento pensé que Yunho tenia a otra pareja por eso se desaparecia asi de pronto, pero cuando lei lo de las noticias cambie de pensamiento.
ResponderBorrarGracias por este one-shot, espero pronto escribas otros mas ^^
suspenso hasta el final, bueno no tan así :P
Borrargracias por comentar (:
Soy nueva aqui...!!! acabo de encontrar tu blog...y aunque ya conocia un trabajo tuyo...Enredos de amor...muy bueno por cierto-..^^
ResponderBorrary aqui estoy leyendo Un FF y HoMin..q aunque no me gusto casi nada...por nodecir nada....lo lei..aventurandome...xDD
y quede muys atsfecha....hiciste q me gustara soolo un poquito mas esa pareja...por q la historia es muy buena...la vdd es qestaba en suspenso todo el tiempo q duro mi lectura...xDDD----me gustaria leer mas trabajos tuyos...me veras seguido...gracias por compartir ^^
:P se lo que es leer algo donde esta tu pareja no predilecta, por ejemplo yo solo he leído un jaemin y no lo volveré a hacer porque peligro que me agrade y me niego a eso!
Borrarcomo sea, gracias por leer y comentar (:
kyaaaaa que fic tan genial :3 de verdad esta muy bueno me encanto
ResponderBorrarhehe ya no se que mas decir aparte de que me encanto n.n me dejaste sin palabras hehe
me leeré tus ficos n.n que seguro están geniales
el homin me encanto realmente chanming tan lindo y yhuno tan genial
espero encontrarme con un minjae o un minchun
sigue escribiendo estaré pendiente a leer los ficos
eh, uhm, creo y casi estoy 100% segura de que jamas de los jamases haré un minjae, de hecho ninguno donde exista una relacion (bien establecida)de jj con alguien distinto a yh, asi de obsesa con el yunjae y parcial con yh soy XD
Borrarya bueno, gracias por comentar ^^
yo amo el YUNJAE...pero también adoro el HOMIN...así que no me odien...jijiji..
ResponderBorraresta historia me encanto, en un principio creí que YUNHO era un delincuente soplón y que por su culpa podrían hacerle daño a MINNIE...pero no,,, resulto policía...que alivio.
gracias por compartir esta bonita historia.
:) gracias a ti por comentar
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