One Shot

Entre sábanas

Acababa de cumplir veinte años cuando vi por primera vez a Yunho. Yo acostumbraba a tomar diario y a la misma hora, el autobús que me llevaría a mi trabajo en el acuario, el producto de mi falta de interés educacional.
Cuando decidí dejar de estudiar para convertirme en un filósofo de la vida, mis padres pegaron el grito en el cielo, por lo que preferí cumplir con mi servicio militar a tener que escuchar la incansable cantaleta sobre mi futuro.

Rezagué mis sueños para cumplir con mi deber como todo hombre coreano leal a su país debe hacerlo, eso al menos fue lo que me dije a mi mismo tratando de hacerme entender que solo estaba postergando mi destino como un trotamundos.
Pues bien, en su lugar me convertí en un asalariado más. A mí salida del ejército mis padres se habían mudado cerca del mar y un implícito ‘arréglatelas tú solo’ sonó en la voz de mi madre al decirme por teléfono: “quizás deberías buscar un empleo para que puedas mantenerte por tu cuenta”, así que tomé el primer trabajo que se presento delante de mí, justo en el local a un lado de la caseta telefónica donde tuve esa llamada.
Retomando el tema, siempre encontraba a Yunho sentado en el penúltimo asiento del autobús, en la fila de los lugares individuales, observando al frente hacia nada en particular. Mi recorrido era de veinte minutos en los cuales nunca notaba grandes cambios en él, parecía ser algún tipo de robot que no agitaba ni un solo dedo. Aunque algunas veces cedía su asiento para alguien más, pero eso era lo máximo que él llegaba a moverse.
Sin embargo, luego de más de un mes de “conocerlo”, un día me sorprendió al notar que llevaba una paleta de dulce en su boca, y no es que fuera tan extraordinario que él estuviera continuamente tomando el delgado palo que sostenía el caramelo con forma de esfera café, para sacarlo e introducirlo mientras lo comía. Pero jamás me había puesto a analizar la forma en que una persona cierne ese tipo de golosina con sus labios, la forma en que la lengua gira o recorre el dulce, ni el movimiento de la garganta cuando ingiere el sabor. Observar eso fue simplemente… erótico, no importando siquiera que se tratara de alguien de mi mismo género.
A partir de ese momento, me rehusé a estar cerca de donde fácilmente pudiera verlo. Los pensamientos que había tenido eran demasiados para mi realidad.
Antiguamente consideraba que mis deseos físicos básicamente estaban controlados, por no decir nulos. Mi ex novia hacia dos años atrás, había probado que no necesitaba de alguna especie de liberación para mi energía sexual, estando con ella por casi el mismo tiempo que llevábamos separados, nunca hubo alguna intención de llevar la relación a un nivel mas intimo, hasta que ambos nos graduamos, ella entraría en la universidad y yo pensaba en ese entonces empezar mi búsqueda por saber que era lo que planeaba hacer por el resto de mi vida. La idea surgió en un minuto cualquiera, de pronto estábamos entrando en su casa y luego ambos yacíamos desnudos al lado del otro. Fue una despedida no anunciada, solo un par de veces la volví a ver, siendo la ultima cuando le dije que haría mi servicio militar. Hasta el día de hoy no he sabido más de ella.
El punto es que llegué a creer que yo era asexual, ahora sé que solo se trataba de falta de interés por no tener a la persona correcta.
Luego sin esperarlo, Yunho desapareció. Al principio me dije a mi mismo que él simplemente había cambiado de ruta u horario, ninguno de los dos intercambió ninguna palabra así que no debía yo de extrañarlo, pese a ello, lo hacía.
Después de un año y medio, el dueño del acuario se declaró en bancarrota y ya que solo pudo pagarnos el sueldo correspondiente a la última semana que trabajamos ahí, nos contactó con sus amistades que tal vez podrían contratarnos.
Así fue como me convertí en un botones de un prestigioso hotel. No suelo hablar mucho, por lo que eso fue motivo de alabo entre mis superiores a quienes les molestaba de sobremanera el que los empleados chismorrearan entre sí. Ellos auguraban que de seguir así, quizás pronto podría conseguir un buen ascenso.
Estando en un lugar que es frecuentado por cientos de personas, era fácil enterarse de cosas personales, sobre todo cuando ellos mismos son los que te cuentan de ello.
—Mi mujer acaba de pedirme el divorcio —Un hombre canoso de no más de uno setenta de estatura, mencionó al intentar abrir por su cuenta, la puerta de su habitación asignada—. Me acusó de serle infiel cuando ella también ha tenido aventuras con varios hombres, todos los jardineros, cocineros y choferes que han estado al servicio en mi casa. ¿Y yo tan solo porque he sido demandado por acoso sexual por mi secretaria, recibo tal condena?
Es extraño el cómo la gente confía sus problemas a desconocidos, mas cuando estos no muestran deseo de querer saberlos, como es mi caso. Con sutileza le arrebaté la tarjeta electrónica de su mano y en un solo intento desbloqué la puerta. Lo acompañe al interior dejando sus maletas encima de la cama y me puse frente a él.
—¿Necesita algo más? —pregunté juntando mis pies y alisando la chaqueta azul de mi uniforme, ‘impecable ante todo’ era el lema de nuestro manager.
—No —El hombre dijo duramente sacando de su bolsillo un billete doblado por la mitad, lo extendió para mí y una vez que lo tomé, con su mano me indicó que me retirara.
—Que su estancia en el… —Mi ensayada y repetitiva frase fue cortada cuando la puerta se cerró delante de mí. Con casi dos años de experiencia laborando ahí, ya estaba más que acostumbrado a las groseras actitudes de los clientes. Metí el dinero en la oculta bolsa en el interior de mi saco y seguí mi camino al lobby.
En el trayecto me topé con una charola con los restos de lo que parecía ser el desayuno, la recogí del piso alfombrado deteniéndome unos pasos al oír que alguien me llamaba.
—¿Podrías indicarme como llegar al spa?
Reafirmando el agarre de la bandeja en mis manos di media vuelta, mi voz y pensamientos se esfumaron en cuanto vi su rostro. Más afilado, más maduro pero igual de varonil y atractivo.
—¿No lo sabes? —Yunho preguntó sujetando la mano del hombre junto a él.
—Quizás en recepción puedan ayudarnos, amor.
Amor, no fueron celos lo que sentí al escuchar la manera en que se refirió a Yunho, solo un poco de desilusión. Durante el tiempo que había transcurrido, ocasionalmente él venía a mi mente, a veces en sueños, otras solo encontraba una similitud con alguien más. Fue decepcionante saber que mi extraña obsesión no era con un tipo libre.
Como un tonto me quede de pie viendo de reojo como ellos avanzaban hacia el elevador justo a tiempo para inclinarme antes de que las puertas de metal se cerraran. Enderecé mi postura y abordé el ascensor del personal.
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—¿Tienes encendedor?
Di un ligero brinco que de inmediato me hizo levantarme del camastro en el que estaba recostado, hacía quince minutos que había terminado mi turno pero aun así no debía utilizar para mi propio confort las instalaciones del hotel.
—No, lo siento —Me disculpé con el cliente, agachándome para alinear los cojines que había desacomodado. La escaza luz en la orilla de la alberca dejaba poca visibilidad, pero su voz era inconfundible, Yunho.
—No te preocupes, Changmin-ssi —dijo sujetando con sus dedos la pequeña laminilla prendida a mi ropa que enunciaba mi nombre.
Asentí dando un paso atrás, listo para irme, pero por segunda vez él me detuvo. —Hay un bar a una calle de aquí, ¿me acompañarías a tomar algo?
—No está permitido que me involucre con los huéspedes del hotel —No era la primera ocasión que un cliente me hacia una proposición, por supuesto tampoco yo era el único al que este tipo de ofrecimientos se le daban. Pero el reglamento lo estipulaba claro, ‘prohibido relacionarse con huéspedes’. No obstante ese no fue el motivo para mi negación, lo era el que él tuviera a otra persona esperándolo.
—Es un no, entonces —Sonrió encogiéndose de hombros antes de sentarse en el camastro contiguo al que yo abandoné.
—Buenas noches —Bajé mi cabeza justo como Yunho lo hizo y di media vuelta. El ruido de celofán siendo removido llamó mi atención por lo que por encima de mi hombro mire hacia él. Una paleta roja salió de su boca y mi respiración se congeló, su lengua lamiendo su labio superior aceleró mi pulso provocando que me fuera de ahí casi corriendo, porque por un segundo estuve a punto de regresar y retractarme de mi respuesta.
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Dos semanas habían pasado desde aquella noche en que me encontré con Yunho en el área de la piscina, no lo volví a ver en ningún otro momento. Estuve tentado en preguntar por él con la recepcionista pero no sabía su nombre, existiendo más de una centena de personas entrando y saliendo, era ilógico que con la descripción de una de ellas, la mujer supiera a quien me refería, por lo que tan solo me propuse a olvidarlo.
Entonces sucedió lo menos pensado, una tarde regresando del trabajo me topé con él por casualidad en una tienda de conveniencia camino a mi departamento. Yo pretendía comprar algo, aún no logro recordar que, lo olvide en cuanto lo reconocí parado frente al cajero. El sonido de la campañilla arriba de la puerta hizo que ambos hombres voltearan hacia mí y él pareció recordarme puesto que me sonrió de inmediato.
Lo que sea que haya comprado, lo pagó y guardo dentro del bolsillo de su pantalón. Avanzó en mi dirección deteniéndose a tan solo unos centímetros.
—¿Me permites pasar? —dijo sin dejar de sonreír haciéndome despertar de mi ensoñación para constatar que me había quedado ahí inmóvil y bloqueando la única salida-entrada del establecimiento.
Sin hablar, me aparté dejándole el espacio suficiente para que caminara. Aún cuando la puerta se cerró seguí sin moverme, hasta que el encargado me preguntó si buscaba algo en especial. Negué y salí, probablemente pensó que yo tenía algún tipo de problema mental, pero sencillamente no pude ni mínimo simular que necesitaba cualquier cosa que ahí no vendieran.
Caminando distraído por la acera, casi caigo por tropezar con el anuncio de piso de un comercio naturista, a no ser por el par de brazos que me retuvieron por la cintura, extremidades pertenecientes a nada menos que Yunho.
—Te invito a tomar algo —habló al soltarme para levantar el letrero que yo había tirado.
—¿Uh? —Pestañé varias veces como si con ello pudiera deducir si escuché correctamente.
—Aquella vez que te pedí que me acompañaras a un bar, dijiste que no estaba permitido que te involucraras con huéspedes del hotel. Pues bien, ya no soy uno de ellos.
Así comprendí que lo que creí era cierto, él me estaba pidiendo un cita, bueno no exactamente eso, pero de nuevo no tenia cabeza para hallar el término adecuado.
—Hay un lugar cerca.
—Ok —contesté tratando de lucir decidido. Existía algo en él que me hacía sentir curiosidad y podía tomar esa oportunidad para descubrir lo que era.
El bar-café al que entramos era un local de unas cuantas pequeñas mesas redondas con cuatro sillas de tapiz color chocolate a su alrededor, que combinaban con la sofisticada decoración del resto del negocio. Quizás por ser muy temprano es que no había muchos clientes y la barra estaba completamente vacía, sitio donde ambos fuimos a sentarnos.
Carente de conocimientos en licores, opté por pedir una cerveza. En cambio Yunho ordenó un Martini rojo. Grave error para mi bienestar emocional, puesto que no sé que fue más interesante, si la forma en que bebía pasando su lengua por sobre sus labios con cada trago, la manera en que mordisqueaba la cereza que adornaba la copa, o el cómo cortó con sus dientes el tallo del fruto y lo anudo con su lengua, tal vez fue todas y cada una de esas acciones lo que me impidió despegar mi vista de su rostro.
Para mi fortuna tal atrevimiento paso desapercibido como mera cordialidad, ya que la plática que él entabló, guío y dominó, fue el perfecto pretexto para que lo estuviera mirando.
—¿Te escolto a tu casa?
Su pregunta me confundió, yo siendo un hombre adulto, no requería de escolta para ir a mi propia casa, no lo necesite ni cuando asistía a la escuela elemental mucho menos a esa edad. Pero insólitamente no me opuse, asentí aceptando también que él pagara lo que consumimos, para luego marchamos de ahí.
Tardamos alrededor de quince minutos en llegar a mi departamento, dado que el punto inicial de nuestro encuentro en la tienda nos dejaba relativamente cerca ya, solo tuvimos que caminar de regreso y unas pocas cuadras más.
El cielo ya se había oscurecido para cuando nos detuvimos enfrente del edificio, algunos de los departamentos ya tenían las luces encendidas al igual que los faroles que alumbraban las calles aledañas.
—¿Podría usar tu baño?
Yo no era estúpido, sabía exactamente lo que él pretendía conseguir si subía junto conmigo, y por lo mismo le dije que sí. Era obvio que los dos nos atraíamos mutuamente, que entre nosotros estaba el deseo que no había tenido nunca con nadie. Y no sé si fueron mis ganas de jugar con fuego o el de experimentar cosas nuevas lo que no me hizo titubear en ni un solo segundo.
La puerta se cerró detrás de nosotros y antes de que pudiera indicarle hacia donde estaba el baño, él me acorraló contra la pared. Mis llaves cayeron al piso al tratar de corresponder a sus frenéticas caricias por debajo y encima de mi camisa.
Nuestros zapatos salieron pateados y las ropas iban siendo retiradas a tirones. Yo era un novato en el arte de la seducción, puesto que mi interés sexual era mínimo jamás había pretendido tomar verdaderamente las riendas, únicamente me dejaba fluir con el momento. Pero esa vez yo quería ser el que tomara la iniciativa, aunque Yunho no lo facilitaba.
Su boca era para mí uno de sus grandes atractivos y él se negaba a dejármela probar. Cada vez que intentaba atraparla con la mía de alguna manera él lo evadía, y eso comenzó a frustrarme. Justo en el instante en que iba a revelarme por su falta de cooperación, él me haló por la cintura hasta que ambos caímos –uno arriba del otro– en el sillón, mismo que estaba ocupado por múltiples cojines los cuales lanzamos al aire en cuanto estorbaron.
Uno de los puños de mi camisa continuaba atorado en mi muñeca por lo que los dedos de Yunho fueron directamente a deshacerse de ella, mientras tanto yo me encargaba de desabrochar su cinturón.
Nuestras piernas y brazos eran un lío en el estrecho espacio del mueble, pero ninguno cedía para que el otro fuera capaz de terminar de desnudarse. Y él aún no me permitía besarle.
Cuando con extrema suerte ambos quedamos piel sobre piel y nada más, competimos por ser el primero en abarcar cada una de nuestras partes erógenas. Incluso sin conocernos, lo logramos eficientemente. Fue entonces que el primer beso ocurrió.
No creo en la magia ni en las chispas esas que se mencionan en las frases cursis, describiendo lo que pasa cuando das con la persona ideal. Sin embargo sí creo en la pasión y en los satisfactorios efectos físicos que un cuerpo puede causar en otro. Y eso era justamente lo que Yunho provocaba en mí.
Eran sus labios en contra de los míos, nuestras respiraciones mezclándose y su tacto erizándome por doquier. Su manera de sujetarme con sutileza y firmeza, dejándome avanzar pero deteniéndome al apresurarme. Acrecentando la incitación entre los dos.
La mano de él fue la primera que se deslizó por mi abdomen llegando más allá del vientre, circulando y friccionando, prontamente consiguiendo que sobrepasara la excitación. Cada uno de sus movimientos recorriéndome, ponían la presión exacta incrementando mi ritmo cardiaco y temperatura corporal.
No estábamos en iguales condiciones, a él le gustaba el control pero a mí también. De alguna manera logré que ambos nos acomodáramos de costado sin que ninguno cayera al suelo. Enseguida imité sus acciones. Mis dedos trabajaban en Yunho como él lo había hecho conmigo, devolviéndole una a una las sensaciones que desataba en mí.
Fue una contienda intensa, luchando por ser quien ganara al enviar a la culminación al otro. Ambos lo hicimos, pero tan adentrado estuve en mi propia gloria, que no supe cuál de los dos fue el triunfador.
—Es un poco tarde para decirlo pero… —articuló con su pecho subiendo y bajando constantemente, recuperando el aliento—, mi nombre es Yunho, Jung Yunho.
Sonreí estrechando la mano que me tendía, alegrándome de que no fuera la misma que me transportó al borde de la locura. Y apreciando el modo en que el roce de su pulgar sobre el dorso de mi mano estaba afectándome, entendí que nuestro encuentro apenas comenzaba.
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—¡No, no, no! —Lo jalé por los hombros para que continuara lo que hasta antes de que su celular se oyera, estaba haciendo—. No contestes —exigí.
—Tengo que hacerlo —declaró pasando dos dedos por las comisuras de su boca antes levantarse de la cama para rebuscar en su pantalón, el aparato que no dejaba de sonar—. ¿Qué sucede? —contestó a la llamada caminando fuera de mi habitación.
Resoplé conteniendo la frustración. Desde el día en que lo traje a mi departamento, Yunho y yo habíamos mantenido una relación amorosa- pasional, o algo por el estilo, ninguno de los dos nos empeñamos en clasificar lo que teníamos, solo nos encauzamos en vivirlo.
Yunho había despertado en mí arraigados deseos que no sabía siquiera que existían. Gracias a él conocí varios estados de júbilo, y comprobé que mi insistente fijación por sus labios tuvo una muy buena razón, puesto que todo lo que hacía con ellos desencadenaba una explosión de emociones que me dejaba saciado en varios aspectos.
El problema era que su trabajo como evaluador de centros de hospedaje limitaba nuestro tiempo. Constantemente se ausentaba impidiendo vernos hasta incluso semanas. Por ello temía cuando el timbre de su teléfono se escuchaba, porque eso indicaba que él tendría que marcharse.
—Changmin —Regresó viendo hacia el piso, localizando su ropa y empezando a colocársela, sus actos confirmaban su partida—. Lo siento.
Torcí los ojos sosteniendo la sábana para cubrirme. —No más que yo —solté cruzándome de brazos. Hacía más de quince días que no tenía nada de nada y el que él se fuera significaba que la abstinencia se iba a prolongar.
—Es un imprevisto, los planes de la agencia se adelantaron —Se excusó mientras pasaba un peine sobre su cabello observándose en el largo espejo pegado en mi armario—. Esta vez no me tomará más de tres días.
—Da igual —siseé dándome vuelta sobre mi estómago—. Apaga la luz cuando te vayas.
—Ok —Le escuché decir, ampliando los ojos cuando el cuarto quedo en completa obscuridad.
Rodé fuera de la cama llevándome la sábana conmigo. Todo el departamento estaba en penumbras así como en silencio. Inflé las mejillas dejando después escapar el aire que retenía. La incredulidad de que él se hubiera ido tan dócilmente me irritó, por lo que de mala gana fui hacia la puerta para ponerle seguro, pero dos manos me hicieron chocar de espalda a esta y sin alcanzar a reaccionar la boca de Yunho cubrió la mía.
La mayoría de sus besos eran así, espontáneos y demandantes. Probablemente por eso me había vuelto adicto a ellos.
Dejándome embobado, se apartó soltando por ultimo mi labio inferior. —Se un buen niño hasta que regrese —indicó palmeando uno de mis muslos antes de salir al pasillo del edificio, no molestándose en cerrar tras de sí.
—¡Yah! ¡Te enseñaré que tan niño soy cuando vuelvas! —grité viéndolo caminar rumbo a las escaleras.
Se detuvo virando su cabeza por encima de su hombro sonriendo de medio lado. —¡Eso espero! —Con eso bajó el primer escalón quedando fuera de mi vista.
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Sus tres días se convirtieron en tres semanas y estaba tan disgustado con él por ello. No se había molestando por lo menos en mandarme un mensaje de texto. Sinceramente llegué a pensar que no volvería a verlo.
Pero reapareció en una mañana, y aunque le había cerrado la puerta en la cara, él se plantó la mitad del día fuera de mi departamento. Al salir a trabajar me siguió y cuando mi turno terminó, lo encontré sentado en la banca de la parada de mi habitual ruta de autobús.
Abordando este, cada uno ocupó uno de los asientos individuales pero por el reflejo de la ventanilla podía ver que él se mantenía observándome.
Estuvimos en silencio aún después de bajar del transporte público aunque esta vez al intentar volver a estamparle la puerta del departamento, la detuvo y entró detrás de mí.
—¿Nunca más vas a hablarme? —Me preguntó—. ¿Vas a seguir actuando como si no estuviera aquí?
—¿Por qué? ¿Eso hará que te vayas?
—Pensé que te alegraría verme, ¿pero en cambio, quieres que me vaya? —replicó persiguiéndome a la habitación—. No es esta la clase de recibimiento que esperé de ti.
—¿Desapareces por semanas, no das señales de vida y esperas que te reciba alegremente? ¡Ya ni siquiera creí que regresarías! —argumenté alzando los brazos al aire—. Tenemos un raro tipo de relación pero merezco un poco de consideración de tu parte.
—Lo sé pero perdí mi celular, no recordaba tu número y no podía todavía volver.
—Pretextos —dije aventado mi camisa al suelo tomando un pantalón de algodón para dormir y me dirigí al baño.
—No estoy mintiendo —Le oí decir mientras cambia mi ropa.
—Qué más da.
Ruidosamente el picaporte de la puerta giró y esta se abrió. Viviendo solo, nunca acostumbraba a ponerle seguro. —Me gusta cuando aparentas ser indiferente pero es todo lo contrario —Sus manos se deslizaron desde mis hombros hasta mi cintura para rodearla firmemente—. Voltéate.
—¿Por qué, vas a besarme? —bromeé ajustando el cordón de la pretina de mi pijama.
—Sí.
Entrecerré los ojos agitándome para liberarme de su afiance. No podía seguir tolerando que él se burlara de mí. —¿Es así como pretendes llevarme a la cama? —reclamé sin dejar de removerme.
—No, es así como pretendo que te enamores de mí —musitó antes de arrastrar la punta de su nariz por detrás de mi cuello y nuca.
Finalmente me aparté de sus manos virándome pero alejándome de él, el efecto fantasma que dejaba su aliento sobre mi piel comenzaba a ejercer efecto en partes que no quería que lo tuviera. —No te sobrevalores tanto, tu técnica no es tan buena para conseguir eso.
—Entonces déjame mejorarla —La distancia fue reducida en un santiamén. Sus dedos se aferraron a mi mandíbula por debajo de las orejas, tirando de mi cabeza los centímetros que separaban nuestras bocas.
Sus labios se adueñaron de los míos, sometiéndolos a su velocidad y cadencia. La manera en que Yunho tomaba el control, me volvía loco, y aunque no se lo había dicho, estaba seguro de que él lo sabía.
Retrocediendo abandonamos el baño deteniéndonos hasta que caímos en la cama. Uno de mis brazos se infiltró por la parte inferior de su camiseta para recorrerle los pectorales con las yemas de los dedos. Con la otra mano despeine su cabello.
Las manos de él se ciñeron en mi espalda desarropada, podía sentir sus uñas resbalando de arriba-abajo, a veces pasando el elástico de mi boxer para encajarse en mis glúteos.
Mordiendo, lamiendo y frotando lo que teníamos al alcance, nos perdimos en un mundo de placer absoluto por varios minutos hasta que el aire se hizo escaso y el cansancio comenzó a doblegarnos.
Bajé de él para tumbarme a su lado percibiendo la calidez que su piel emanaba al estar cerca de la mía. Delicadamente besó mi hombro luego dejando caer de nuevo su cabeza en el colchón. Mis ojos depararon en los suyos cerrados y en la floja sonrisa que tenía.
—Tengo hambre —dije sin apartar mi vista de él—. Junto al teléfono tengo una lista de negocios de comida con entrega a domicilio, ordena algo y quizás si me gusta, pueda consentir que duermas aquí.
Se levantó sin pronunciar palabra y un minuto después su voz resonó desde la sala. Esa noche le permití quedarse, no obstante ninguno de los dos dejó que el otro durmiera.
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Durante más de un mes estuvimos reuniéndonos a diario, ya fuera en una rápida visita o una cita en cualquier lugar de la ciudad. En ocasiones en sitios tan poco comunes como lo era una librería y en otros tan clichés como el centro comercial. Pero era la forma en que nuestras personalidades encajaban era lo que hacía del alrededor algo especial.
Siempre creí que sentarse a comer en una de las mesas fuera de un mini-restaurante era de lo más incomodo. Que el ruido de los autos circulando por las avenidas sería irritante y el que la gente transitara esquivándonos u observándonos, desagradable. Sin embargo no era nada de eso, la conversación de Yunho era hipnotizadora, logrando que solo en él te enfocaras olvidando los detalles del entorno. Era como si invariablemente tuviera algo que comentar, desde lo cotidiano hasta lo inverosímil y yo nunca me cansaba de escucharlo.
—Yoochun dice que solo me utilizas como un juguete sexual.
Detuve las puntas de mis palillos en el plato, oprimiendo con ellas el picante trozo de carne. —No veo porqué él tenga que darte una opinión de mí cuando solo me conoce de vista.
—Se basa en lo que yo le cuento de ti.
—Entonces su opinión está basada exclusivamente en tus interpretaciones, mismas que imagino son según tu conveniencia.
Se encogió de hombros dando un trago de su vaso con agua. —No te preocupes, todo lo que le he dicho han sido halagos, a mi percepción tu estándar está demasiado alto para él.
—¿Mi estándar en que índole? —cuestioné antes de masticar la comida en mi boca.
—Amatorio por supuesto.
—¿Así que yo solo sé su nombre y recuerdo vagamente su rostro, pero él en cambio sabe como soy en la intimidad?
—Supongo —respondió con naturalidad jugando con el salero al centro de la mesa.
—¿Supones? ¿Por qué demonios compartes esa información con otras personas?
Dio un último giro al frasco para luego verme con una expresión seria. —Él es mi amigo, además somos hombres, por lo tanto hablamos de sexo.
—A veces eres tan insoportable —argumenté limpiando las esquinas de mi boca con la servilleta de tela—. Aunque creo que tu amigo dijo eso por celos.
—¿Celos por mí? —asentí notando como surgía de a poco una sonrisa en él—. Realmente no soy su tipo, Yoochun batea hacia ambos lados pero definitivamente yo no encajo en sus gustos. A él solo le fascina utilizarme como anzuelo llamándome amor, querido, y todo tipo de apodos cariñosos cuando quiere saber si tendría posibilidades con su nuevo prospecto, como tú lo fuiste para él en su momento.
—¿Insinúas que yo si estoy dentro de sus entandares?
—Por supuesto —declaró alcanzando mis manos con las suyas—. El día que te vimos en el pasillo del hotel él quiso comprobar tu reacción respecto a una pareja gay, no mostraste repulsión al vernos aparentando ser una de ellas así que quiso probar suerte contigo, lastimosamente para él, yo me adelanté.
Finalmente pude completar la versión que me había mencionado la primera noche que pasamos juntos en mi departamento. Por el arrebatado momento pasional, obvié el hecho de que él tenía una relación o al menos eso creía, cuando la realidad me golpeó al normalizar mi ritmo cardiaco hice la pregunta que debí hacer desde un principio: “¿Qué hay con el hombre que te acompañaba en el hotel?”. Su respuesta fue otra pregunta, “¿Qué hay con él?”. Recogí mi ropa interior y me la coloqué observando que él no tenía ninguna intención de vestirse, ¿es tu pareja?, le dije y él contestó en medio de una carcajada: “gracias a Dios no, tan solo somos amigos y compañeros de trabajo”.
Él podía estar mintiendo o quizás no, yo decidí darle el beneficio de la duda cuando sus labios empezaron a succionar la piel en mi cuello y luego mas allá. Después todo se volvió nebuloso para mi razonamiento, así que di por concluido el tema. A varias semanas después de eso, me sentía aliviado de que mi intuición hubiera sido la correcta.
—¿Entonces admites que no solo me estas usando para satisfacer tu apetito carnal?
Rodé los ojos tomando de mi jugo de naranja. ¿Qué creía que era yo, un sexópata? Peor aún, ¿él se creía Eros, el dios del sexo? A punto de contestarle el sonido de su celular me interrumpió.
—Jung —dijo con el teléfono pegado a su oreja. No pronunció una palabra más dedicándose solo a escuchar simultáneamente jugando con la comida en su plato—. De acuerdo —Fue lo último que mencionó antes de enderezarse y guardar el aparato—. Necesito ir al baño, ahora vuelvo.
—Ok —indiqué sintiendo el apretón que dio en mi hombro derecho antes de caminar zigzagueando entre las demás mesas.
En su ausencia me dediqué a observar las inmediaciones, por fortuna el cielo se encontraba parcialmente nublado, lo que servía para resguardarnos esporádicamente de los intensos rayos del sol, puesto que sin ningún techo sobre nuestras cabezas estando en plena mitad de año, el riesgo de sufrir una insolación era sumamente alto.
No sé cuánto tiempo exactamente pasó, pero todos los clientes contiguos al lugar que ocupábamos, ya se habían retirado siendo los sitios tomados por otros. Dispuesto a llamarle, empuñé mi celular dentro del pantalón pero sin llegar a sacarlo, él apareció detrás de mí.
—Lo siento, recibí otra llamada que me entretuvo. ¿Nos vamos? Ya pagué.
Entrecerré los ojos haciendo la silla para atrás, lo justo para levantarme y luego le seguí calle abajo.
—Aún es temprano, ¿quieres ir a otro lado?
Lo pensé un instante para a continuación asentir. —Al río Han —solté.
—¿Por qué allí?
—Simplemente porque si —respondí alzando el tono de mi voz puesto que un grupo de patrullas policiacas salieron de una intersección, doblando en la esquina de la avenida por donde caminábamos.
—Bien —dijo estirando su mano para detener un taxi—. Pero hoy me quedo a dormir en tu casa.
Sonreí de lado entrando en el automóvil enseguida de que él lo hiciera.
Más tarde el repentino frío que cubrió la noche nos hizo frotarnos los brazos aun cuando entramos en mi departamento. Me ofrecí a preparar té y él fue a sentarse en el sillón frente al televisor después de encender este.
Estando a uno metros en la cocina, alcancé a escuchar el resumen del noticiero que acababa de comenzar. Llevando una taza humeante en cada mano me coloqué a su lado, las familiares imágenes en pantalla acapararon mi atención al tiempo que le entregaba a Yunho su bebida. La noticia de la reciente detención de un grupo de falsificadores de dinero dentro de una casa particular, hizo que tomara el control remoto para subir el volumen.
—¿Eso no es frente al restaurante donde estuvimos hoy? —pregunté antes de dar un sorbo a mi propio té.
—Parece —Yunho contestó quitándome sutilmente el control de la mano, cambiándole de inmediato a otro canal.
—Oye yo estaba viendo eso —protesté intentando recuperar el mando para regresarle al noticiero—. Quiero escuchar la información.
—¿Para qué? Mejor veamos una película —sugirió cambiando constantemente la programación—. Esta —señaló hacia la pantalla antes de abandonar el control en el costado contrario al que yo me encontraba.
Suspiré con resignación afianzando con una mano la cálida porcelana de la taza y con la otra los dedos de Yunho.
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La siguiente vez que lo vi fue cuando sin avisar se presento fuera del hotel, cuatro días después. Recargado en su mercedes benz azul eléctrico, portando lentes oscuros y un atuendo al que solo le hacía falta una corbata para lucir completamente formal.
Arqué una ceja al acercarme y él respondió con una resplandeciente sonrisa abriendo para mí la puerta del copiloto. Odiaba lo glamuroso que a veces sus gustos eran, el coche era prueba de ello, pero lejos de comentárselo pretendía que absolutamente no me interesaba. —¿Vienes de un evento especial? —Le dije en cuanto él estuvo frente al volante.
—Tan solo trabajo —argumentó colocándose el cinturón de seguridad al igual que yo lo hacía—. ¿Luzco bien?
—Como un camarero de un elegante restaurante que se robó el auto de un cliente, si —mentí oprimiendo un botón para que el vidrio de la ventanilla descendiera.
—No es cierto, vi la expresión que pusiste al verme —soltó reposando el codo izquierdo en su también ventanilla abierta.
—¿A dónde iremos? —dije evadiendo el tema dejando junto a mis pies la mochila que contenía además de otras cosas mi uniforme.
—Primero a comprar cigarros si no te importa, después a un bar que me recomendaron.
Negué tranquilamente estudiando su perfil mientras se mantenía enfocado en el camino. —No pensé que fueras del tipo fumador.
—Si lo que quieres decir con ello es que soy un adicto, no lo soy, solo lo hago de vez en cuando, tengo muchos vicios pero ninguno del que debas preocuparte, Minnie.
—No me llames así, detesto que me digan de esa manera y no me preocupo, eres un adulto que sabe lo que hace.
Sustituyó su mano izquierda por la derecha en el volante para con esta despeinarme el cabello. —Yah, no actúes como si no te preocuparas por mí, yo se que así es, no finjas porque entonces tendré que actuar igual contigo. No es agradable ser el único que está comprometido en esta relación.
—¿Comprometido tú? Apuesto que ni siquiera sabes exactamente qué es lo que hay entre nosotros dos.
—Claro que lo sé, aprecio, atracción, deseo, acoplamiento, y si englobas todo eso ¿qué es lo que obtienes? —cuestionó al detenerse en un alto, bajándose los lentes a mitad del puente de su nariz, permitiendo que nuestras miradas se cruzaran—. Enamoramiento —Él mismo respondió al obtener silencio de mi parte—. Luego de eso viene el amor.
—¿Amor? —inquirí viéndolo acomodarse las gafas de nuevo al tiempo que pisó el acelerador para retomar la marcha.
—No podría asegurarlo por ahora pero nunca sabes, quizás un día nos despertemos y descubramos que realmente nos amamos.
—Esas son palabras mayores.
—Pero no imposibles —Presionó mi muslo antes de darme un ligero codazo agregando en un susurro—: Minnie.
■ □ ■ □ ■
Cuando Yunho mencionó el que le habían recomendado un bar, jamás pasó por mi cabeza que el estilo de este seria uno de mala muerte. Para empezar, la fachada sugería que se trataba de un negocio clandestino, un fornido hombre de seguridad estaba parado como estatua a un lado de la puerta abatible, una que no dejaba ver nada hacia el interior. Luego estaba la casi total oscuridad a la que tus ojos lograban acostumbrarse solo hasta cinco minutos de estar ahí. Todos sin excepción alguna de los clientes, eran hombres mayores de treinta aproximándose a cuarenta años y la música era mezcla entre soft rock moderno y contemporáneo.
A mi entrada pude sentir las desconcertadas miradas fijas sobre mí incluso después de ocupar el primer taburete disponible a mi alcance. Maldije entre dientes el que Yunho insistiera en que esperara por él sentado en una de las sillas de la barra en lo que estacionaba su preciado carro en un lugar seguro, y también a mí mismo por aceptar.
—¿Qué vas a tomar? —dijo el barman –con apariencia de pocos amigos–, alzando el recipiente que contenía desagradables semillas “comestibles”, para limpiar el mostrador con su trapo que olía a humedad.
—Cerveza oscura —pedí frunciendo la nariz porque ahora el hedor estaba en todo mi alrededor.
El hombre asintió y destapó delante de mí una botella de vidrio para deslizarla cerca de mis manos, retirándose al otorgarle el dinero por esta. Di un largo trago observando por el rabillo de mi ojo al par de hombres que no ocultaban ni por un segundo su interés en mí, secreteándose y vigilándome desde sus lugares.
—Una de esas también para mí —Yunho le dijo al bartender acomodándose en el asiento contiguo al mío.
—¿Por qué querías venir a un sitio como este? —pronuncié tan bajo como pude, procurando que mi voz no se opacara por la música.
—¿Qué tiene de malo? Es sencillo y discreto —explicó girándose hacia las demás personas—. Y estoy seguro, distinto a cualquiera a donde hayas ido.
La palabra ‘discreto’ había retumbado en mis oídos. ¿Por qué él quería discreción? no parecía ser de los que temiera demostrar que su preferencia sexual eran los hombres, de serlo así no se comportaría tan relajado al estar en lugares a la vista de los demás en pleno día. El pensamiento de que la razón fuera por la necesidad de ocultar lo nuestro de una tercera persona, me dejo en blanco.
—Changmin —El sonido del tronido que Yunho causó con dos dedos frente a mi cara, me sacó del ensimismamiento—. ¿Quieres o no?
—¿Qué?
—Otra cerveza.
Con duda, examiné el envase en mi mano comprobando que este se encontraba vacío, ignoraba cuando fue que me terminé su contenido pero sin querer lucir todavía más lunático, asentí observando como de inmediato el cantinero me entregaba uno nuevo y retiraba la otra botella.
—¿Ocurre algo? —Yunho me preguntó cerca de mi oído, inclinando su cuerpo para lograrlo.
—No —negué elevando la botella para tomar de ella. El sorbo pasó rápidamente por mi garganta al sentir los labios de Yunho rozando el lóbulo de mi oreja, una mordida en este fue la señal que necesite para dejar el envase en la barra para no arriesgarme a que cayera al suelo—. ¿Qué haces?
Lo siguiente que supe fue que murmuré su nombre mientras correspondía a su espontaneo beso. El toque de su boca sobre la mía era gentil pero acaparador, metiendo a sus brazos en el juego de atracción para incitarme a encorvarme hacia él.
Al principio creí que se trataría de un simple contacto pero cuando este se prolongó sin señas de que fuera a detenerse en un momento próximo, gentilmente pero con determinación lo separe de mí. La reacción de él fue dar una sonrisa y tomar el resto de su cerveza antes de sujetar mi mano conduciéndome al fondo del establecimiento donde un descolorido letrero denotaba al baño.
Dos de los tres mingitorios estaban ocupados, contrario a los compartimentos para los inodoros los cuales con sus puertas abiertas, revelaban su libre disponibilidad. A uno de estos fue al que Yunho me arrastró asegurando la puerta detrás de él.
Con su cuerpo me arrinconó en la pared metálica reteniéndome la cabeza con sus manos para tomar otra vez mi boca con la suya, pero a diferencia de a como sucedió afuera, ahora la intensidad e ímpetu eran avasalladoras. Sus labios dominaban a los míos que sin reserva alguna no marcaban desigualdad en la dedicación que le daban a cada uno de ellos. La tersura de su lengua se mezclo con la mía, atrayéndome el sabor del alcohol que ambos acabábamos de consumir.
El espacio en el cubículo era escaso, con un bote de basura y un retrete ahí, era imposible siquiera dar un paso para encontrar comodidad. Sin embargo por un instante me permití llevar por el frenesí bloqueando el barato aromatizante de pino y las paredes ralladas con mensajes obscenos.
Ahí, la música del bar se escuchaba disminuida reduciéndose a un murmullo de una vieja canción en ingles que en mi infancia había escuchado cantar por cuenta de mi madre, pero de la que desconocía el título.
La boca de Yunho se había desplazado a mi cuello dejándome difícil el controlar no ladearme para darle más acceso. No queriendo permanecer inmóvil lo sujeté por las mejillas para atraerlo de nuevo a mi rostro y volvernos a unir en un beso. Podía percibir sus dedos tentando la piel debajo de mi camiseta desde el abdomen hasta los pectorales así que me animé a mi mismo para también hacerlo con su espalda, complicándoseme la labor puesto que su camisa estaba muy bien sujetada bajo su pantalón de vestir.
Sabía perfectamente que los hombres nos habían visto entrar juntos y que incluso entendían lo que pretendíamos hacer allí, que quizás por eso, pronto vendrían a detenernos por faltas a la moral. No obstante su tacto me hechizaba al grado de interesarme poco lo que sucediera alrededor. Solo deseaba recibir más besos y más caricias.
La interrupción nunca llegó y sus manos se habían tornado más osadas, escapando de la opresión del cinturón en mi pantalón de mezclilla para introducirse en mi boxer, una cerrándose en puño sobre mi miembro y otra encargándose de deshacerse del botón y cierre del jean.
Fue inevitable que de mi garganta escapara un sonido de satisfacción así como el que buscara apoyo en sus hombros de donde me agarré al sentir a mis rodillas flaquear. El agrado de lo que él me provocaba me hizo estar dispuesto a todo y más, aún oyendo risas masculinas y agua correr del otro lado de la puerta. Mis oídos y ojos estaban orientados en Yunho y nada más.
La tela de mi pantalón se atoró en mis muslos en el intento de él por quitarla, pero la habilidad de sus brazos fue capaz de lograrlo con un segundo intento que acabo dejándola en mis tobillos. Su mano instó a la mía en colocarse sobre su bragueta para devolver sus atenciones, y así lo hice.
No fue hasta que ambos nos manteníamos de pie percatándonos del repentino calor que nos rodeaba y las nulas pretensiones por parar, que él me giró consiguiendo que usara mis manos para sostenerme en la panel del compartimento al tropezar con mi propia ropa. Dada la fuerza que utilizó, agradecí internamente que el despachador de papel higiénico estuviera en la pared opuesta ahorrado con esto un doloroso golpe.
Su alterada respiración chocaba en mi nuca al tiempo que sentía la fricción entre ambos, sabía lo que vendría y estaba preparado para ello. Mordí mi labio inferior clavando las yemas de mis dedos en la superficie irregular, repentinamente distrayéndome con el fuerte estruendo de una puerta siendo azotada en el cubículo aledaño y un extraño suspiro que denotaba alivio, proviniendo también de ahí.
Entonces la realidad del contexto se estrelló contra mí en un tris. ¿Estaba parcialmente desnudo dentro de un sucio baño de un bar de mala pinta a punto de hacerlo sin pudor alguno? Podía probar miles de nuevas experiencias ¿pero tenía que ser en tan bajas condiciones?
Bruscamente me agaché para subir mis ropas pero Yunho me atrapó por la cintura observándome con escepticismo. —¿Qué sucede?
—Cambié de parecer —hablé con tranquilidad ajustando el elástico de mi ropa interior en la cadera.
—¿Por qué?
—Porque recordé que no soy alguien barato al que le guste ser tratado como un fulano que puede ser tomado en cualquier rincón semiprivado.
Abrió la boca para decir algo pero se arrepintió en el siguiente instante, limitándose a soltar un resoplido y empezar a reacomodarse igualmente sus prendas. —Lo siento, perdí el control —musitó revisando su celular antes de fajarse la camisa—. ¿Tienes hambre? Podemos ir a cenar.
—¿Aquí? —Temí que fuera así puesto que la falta de salubridad era más que evidente.
—Por supuesto que no, dejaré que tú elijas esta vez.
Asentí persiguiéndolo fuera del baño, ignorando las curiosas miradas de quienes se percataron de donde emergíamos. Posiblemente deducciones tan cercas como alejadas de la realidad.
Estar a la intemperie devolvió a mis pulmones el aire fresco que tanto ansiaban por lo que sin meditarlo aspiré alzando los brazos apreciando como la brisa tocaba mi rostro.
Yunho dio una palmada en mi brazo alentándome con su mano para que caminara hacia su coche. Desactivó la alarma y antes de subir del lado del conductor se detuvo sujetando la parte superior de la puerta abierta.
—Changmin —Me nombró evitando que abriera la del otro lado, puesto que puse mi concentración en él—. Yo jamás he pensado de ti eso que dijiste allí adentro. Si fuera así, ni siquiera estaría ahora contigo —Parpadeé procesando sus palabras y solo dejé de hacerlo al verlo asomarse por la ventanilla—. ¿No vienes?
—Si —indiqué apresurándome en entrar en el auto.
La velada como era costumbre concluyó hasta el día siguiente en mi habitación y una semana luego de esta, desperté a Yunho pegándole con un periódico enrollado, enseguida de ver que en este salió publicada la noticia de que su dichoso discreto-bar, había sido clausurado por servir como doble fachada del real negocio que tenían, contrabando de licor.
Le recriminé por su deficiente gusto por llevarme a lugares de baja reputación exponiéndome a sufrir este tipo de eventos. A pesar de esto, la disputa duró poco al convertirse en una tórrida reconciliación no merecida.
■ □ ■ □ ■
—¿Qué haces con el perro de Pocahontas? —Fue lo primero que mencioné al recibir a Yunho en mi departamento. Atado a una correa desde el collar en su cuello, un perro chico de pequeñas orejas dobladas hacia delante y cara arrugada que lucía como si tuviera una máscara negra –contrastando con el corto pelaje color arena que tenía en su cuerpo–, estaba viéndome con sus saltones ojos marrón con una expresión de ¿miedo?
—Sabía que te iba a encantar —Yunho dijo soltando el cordón de tela dándole al perro la libertad de moverse, aunque no lo hizo.
—Yo pregunté por el perro, no dije siquiera que me gustara —objeté arrugando el entrecejo notando como él recogía una gran bolsa de rafia azul y pateaba un costal de alimento para perros.
—Pero es así ¿verdad?
Me encogí de hombros no queriendo confirmárselo, era cierto, era lindo pero suponía que su presencia no me gustaría. —Todavía no me has dicho que haces con el.
—Necesito pedirte un favor —sonrió cargándolo con ambas manos.
Intensamente negué con la cabeza cruzándome de brazos. —Ni lo sueñes, no me haré cargo de el.
—Vamos, no tengo a quien más dejárselo, solo puedo confiártelo a ti.
—Existen los asilos temporales para mascotas.
—Pero estaré más tranquilo si lo cuidas tú, saldré de viaje por lo menos medio mes.
—Incluso no sé si este permitido el tenerlo aquí, ¿qué tal si empieza a ladrar y mis vecinos se quejan?
—Es un pug de cuatro meses, aunque es todavía un cachorro, Charlie es muy tranquilo.
—¿Charlie? ¿Ese es su nombre? —inquirí torciendo los ojos.
—No lo elegí yo —Por obligación, tuve que tomarlo entre mis brazos cuando Yunho me lo encimó en el pecho—. Escucha, tengo prisa, mi vuelo está programado para dentro de tres horas y todavía no…
—¿A dónde iras? ¿Por qué asumes que no tengo planes y que puedes dejármelo? Solamente llegas y esperas que acepte sin recibir explicaciones.
—Dentro del empaque hay una vasija con la medida exacta para la cantidad de croquetas que come, en la bolsa hay dos tazones, juguetes y una frazada donde suele dormir. Sin importar lo que haga, no lo dejes subir a tu cama.
—¡Yah! ¿Acaso no me oíste? —gruñí apartándolo cuando pretendía acercarse.
Tenazmente consiguió abrazarme, aprovechándose del hecho que tenía mis manos ocupadas. —En serio tengo que irme, dame mi beso —Por rehusarme a obedecerlo, fue él quien reunió nuestros labios dejando una cálida sensación al retirarlos.
—Estúpido —pronuncié entre dientes al observar su sonrisa de suficiencia al darse vuelta estando en el pasillo del edificio.
—Prometo llamarte.
El click de la puerta siendo cerrada fue lo único que quedo como muestra de su partida tanto para Charlie como para mí.
■ □ ■ □ ■
Yunho había cumplido su promesa al contactarme diariamente, intercalando los días con llamadas y mensajes de texto. No durábamos más de diez minutos hablando ni respondía a más de tres sms’s, pero saber de él me alegraba.
Cuidar a Charlie no había sido el suplicio que creí sería, básicamente el era un buen perro, bien educado diría yo. A pesar de que lo dejaba solo al irme al hotel, no hizo absolutamente ningún destrozo, increíblemente se comportaba como un anciano y no como el supuestamente cachorro que era.
Lo complicado fue lograr sacarlo de la depresión. Desde que Yunho se fue, Charlie se mantuvo pegado a la puerta, ya fuera sentado o acostado en bola. Los dos primeros días si acaso tomó agua.
A punto estuve de llevarlo al veterinario de no ser porque finalmente se decidió por comer. Por las noches lo llevaba de paseo por los alrededores, paulatinamente habituándose a estos, puesto que parecía expectante cuando tomaba la correa para colocársela.
Normalmente –tal cual Yunho lo dijo– Charlie dormía sobre la manta en cualquier sitio que esta fuera colocada. El grave error fue escoger precisamente mi dormitorio una madrugada que la consideré demasiado fría para dejarlo en la sala. Lo que había tachado como un perro tonto y dócil, se transformo en uno testarudo y escandaloso al no parar de lloriquear y aullar poniéndose en dos patas en su vano intento por subirse a mi cama.
Fui débil al rendirme, lo admito, y eso me acarreó que la historia se repitiera todo el mes que Yunho se mantuvo ausente. No importaba si le cerraba la puerta de mi habitación o si lo amarraba en algún mueble, mucho menos que me pusiera los audífonos a todo volumen para no escucharlo. De esta manera comprobé la teoría de no dejarse llevar por las apariencias, porque definitivamente sus lamentos eran desproporcionales para su tamaño.
La tarde en que Yunho me llamó para avisarme de su regreso a la ciudad, me pidió lo que nunca, reunirnos en un lugar público. Por lo regular cuando él volvía de un viaje –dependiendo del horario–, iba a buscarme a mi casa o al trabajo, sin mínimo anunciarse. Esta vez nos saldríamos de la rutina.
Sentado en una banca de cemento con una lata de refresco en una mano y una de café en la otra, lo observaba caminar por el estrecho camino de grava del parque que él decidió para encontrarnos. Su evidente sonrisa se amplió al estar junto a mí, colocándose a mi lado.
—Hola —dijo inclinándose después para acariciar la cabeza de su perro—. Hola Charlie, veo que han cuidado bien de ti.
Reí cuando el animal ni se inmutó por ver de nuevo a su amo, bastó un mes conmigo para que se olvidara de él. —¿Qué prefieres? —mencioné poniendo los botes a la altura de su vista.
—El café —señaló, quitándome la lata prestamente destapándola para beber de ella—. Es fuerte —expresó viendo la marca estampada en el envase—. ¿Cómo sabias que me gusta así?
Di un largo trago de mi bebida antes de responderle: —Generalmente a los que fuman, les gustan este tipo de cosas que contienen cafeína.
—Eres muy perspicaz.
—Es sentido común —contradije ajustando la correa de Charlie en mi brazo derecho—. ¿Por qué elegiste esta raza para una mascota? Un pug no encaja con tu personalidad.
—El tenerlo fue un imprevisto, la verdad es que Charlie era un perro de la calle, necesitaba un hogar y yo se lo di.
—Mentira —declaré doblando una pierna para subirla en la banca, girándome hacia Yunho—. Un perro de este tipo no puede serlo, a menos que se escapara de alguna casa y ya que dijiste que tú no le pusiste el nombre, supongo que en alguna parte debiste verlo, grabado en una placa en su collar por ejemplo y si traía una de estas, debió tener también la dirección su dueño.
—Lo dicho, eres muy intuitivo —aseguró dando una sonrisa de medio lado—. Lo hallé en un lugar al que fui por trabajo, imagino que su antiguo dueño se vio tan apurado en marcharse que no le dio tiempo de llevarse a su mascota. En mi agencia me sugirieron que lo dejara en un albergue, pero opté por quedármelo.
Volví a tomar de mi refresco echando un vistazo a Charlie quien olfateaba el viento. Si Yunho lo hubiera dejado en una perrera, absolutamente habría sido adoptado. No solo era su raza sino su mirada triste la que lograba que lo apreciaras. —¿Cómo es que lo has estado cuidando si nunca estas? —Esa era una duda que no podía despejar, más allá de eso era un implícito reclamo por su constante ausencia.
—Lo metí en una academia de adiestramiento, apenas acaba de graduarse.
—Eso explica el porqué no te reconoce como su amo —murmuré—. Pero aunque su comportamiento es bueno, no obedece.
—Lo sé, pasé una semana con el pero actuó como si en realidad estuviera solo. Probablemente aún no se adapta.
—Bueno ya que estas de vuelta supongo…
—Todavía no lo estoy, quiero decir, vine solo para presentar un informe pero mañana me voy de nuevo.
—Yunho, esto es demasiado, últimamente tus viajes se han extendido tanto que es más tiempo el que no nos vemos que el que sí. Quizás creas que no tengo el derecho de reclamarte nada porque no hemos etiquetado esto como una relación oficial pero…
—Si lo tienes, te lo dije en el restaurante, o al menos lo sugerí. No he salido formalmente con nadie desde hace tanto y ahora que lo hago contigo siento que es el momento perfecto. Mi trabajo es demandante, no muchos lo entienden pero me agrada aunque a veces sea agotador, sé que de continuar así terminarás por enfadarte y como lo he venido pensando un rato ya, hablé con mis superiores y pedí mi transferencia a otra sección.
Entrecerré los ojos ante la información. Inconscientemente había permitido que él se arraigara en mí, cada vez extrañaba y ansiaba más estar con él. Fue una grata impresión el conocer que no era el único que empezaba a vernos como algo más que una simple aventura.
—¿Cuál será la mejoría del cambio? ¿Ya no viajaras?
—Esporádicamente sí, pero a comparación de cómo lo he estado haciendo será una diferencia muy grande.
—Ojala —susurré levantando a Charlie para que el par de niños que se aproximaban montando bicicletas, no fueran a atropellarlo. No podía negarlo, anhelaba que realmente sucediera así como él lo planteaba—. ¿Entonces pasaras la noche en Seúl? —cuestioné generalizando el lugar cuando sinceramente quería especificar mi casa.
—Sí, pero desafortunadamente no como me gustaría —indicó tirando la lata en el suelo para aplastarla con su pie—. Preferiría que fuera en tu cama y no en una oficina ajustando los detalles del viaje.
—Pero podríamos pasar ahí la tarde, al menos —propuse desvergonzadamente porque después de todo, la distancia entre ambos me había afectado en todos los sentidos.
Poniéndonos de pie, arrojamos los botes vacios en los contenedores cercanos y nos dirigimos rumbo a mi departamento.
■ □ ■ □ ■
Yunho cayó de medio lado en el piso de mi habitación, abrió amplio los ojos como para enfocar lo que sucedió, su frente se arrugó ligeramente antes de incorporarse con el impulso similar al de un resorte.
—¡¿Qué te pasa?! —gritó tratando de volver a subirse en mi cama pero una patada en su rodilla le hizo desistir.
—¡Eres casado, eso es lo que me pasa! —exclamé rodándome hasta estar en la orilla del colchón opuesta a donde él permanecía parado—. ¡Vete ahora mismo de aquí!
—¿Qué? —Se desplazó rodeando la cama con el propósito de acercárseme—. ¿Casado? —Volvió a cuestionar luciendo confundido pasando ambas manos por su cabello. Ver otra vez el metal en su dedo anular izquierdo, empeoró mi temperamento consiguiendo que de un solo brinco quedara frente a él y jalara su mano para estampársela contra su cara.
—¡Olvidaste quitarte tu estúpida argolla de matrimonio, idiota!
La risa de Yunho surgió leve pero rápidamente se acrecentó hasta ser una carcajada. Por un momento dudé sobre lo que discutíamos. Absolutamente no existía una pizca de gracia en el asunto, a menos que lo gracioso fuera yo mismo. Por caer tontamente en el adulterio.
—¿Esto? —formuló controlando los ya espontáneos ataques de risa. Tocando el colchón, se dobló pretendiendo sentarse pero denegándole el que lo hiciera, lo empujé por los hombros consiguiendo que se tambaleara casi imperceptiblemente sin embargo antes de que se enderezara le agarré el brazo y puse toda mi fuerza para obligarlo a caminar hasta la puerta principal.
—Aguarda un segundo —pidió resistiéndose a cooperar, clavando las plantas de sus pies en el piso y haciendo más pesado el cuerpo. Si de por si era complicado escuchar sus protestas, Charlie lo empeoraba puesto que nos perseguía dando círculos sin detener sus ladridos. Yo solo quería deshacerme de él y de su perro.
Ingeniándomelas conseguí abrir la puerta a duras penas pudiendo sacar a Yunho de mi departamento, y sin darle oportunidad para que regresara al interior, recogí a Charlie dejándolo en sus brazos. —¡Largo! —grité dando un portazo.
—Changmin-ah, abre —Oí recargado en la pared a los quedos toques en la puerta que fueron tornándose insistentes con cada segundo que pasaba—. Hace frío.
Mis ojos divagaron por la sala deparando en el tazón a medio llenar con las croquetas en forma de triángulos cafés que probablemente Charlie dejo de comer en cuanto nos escuchó pelear. A un lado de eso estaba un pequeño conejo de peluche amarillo al que le faltaba un ojo y la nariz estaba a punto de desprenderse porque Charlie lo mordía constantemente.
—Diablos —murmuré en un suspiro contando hasta diez antes de abrir de nuevo.
Yunho estaba ahí de pie justo en la misma posición en que lo había dejado. —Juro que vas a reírte cuando…
—Dame a Charlie, es mas mío que tuyo —exigí estirando los brazos.
Frunció el ceño profundamente y declaró: —Entramos los dos o no hay trato —Ajustó el peso del perro en solo uno de sus brazos, impidiendo que fuera a arrebatárselo.
—Lo lamento por el entonces —Con pesadez me rendí dispuesto a cerrar, recibiendo un imprevisto empujón con el que Yunho consiguió ingresar aventando la puerta con su pie.
—No puedo creer que ni siquiera pretendieras darme mi ropa —musitó bajando a Charlie para prontamente refregarse sus brazos y torso.
Rasqué una de mis cejas ignorando su queja porque lo que menos me interesaba en ese momento era si el hombre pescaba un resfriado que le costearía una pulmonía en un futuro. Si en el pasado él se hubiera tomando la gentileza de informarme acerca de su estado civil, yo no lo habría botado semidesnudo truncando de tajo con esto nuestra intima actividad. Además del peligro latente de que mis vecinos fueran a descubrirlo y me acusaran de conducta inapropiada con el arrendatario.
Lo miré de arriba-abajo sonriendo de medio lado por su estado, descalzo y portando únicamente unos lisos boxer grises de algodón. Mi imagen solo variaba respecto al color de la tela, rojo.
—Tuviste razón en algo, olvide quitármela —mencionó removiendo la sortija de su dedo logrando distraerme de mis pensamientos—. Pero es de utilería. Ya te había dicho que el representar papeles forma parte de mi trabajo, usar cosas como estas son gajes del oficio. Hay días en los que soy un simple turista, otros como ayer en los que aparento ser un recién casado en plena luna de miel. Por lo regular viajo de incognito así que nadie tiene que saber cuál es mi verdadera identidad, estos artificios me ayudan a mantenerme en bajo perfil.
Depositó la argolla en la repisa empotrada en la pared, produciendo un sonido metálico que tal vez por el mutismo de ambos, resonó tan fuerte para mis oídos como si se hubiera tratado de un objeto mayor.
Su versión sonaba creíble pero preexistían muchos huecos en mis conocimientos respecto a él. Con esto había descubierto que estaba en desventaja contra él. Yunho sabía de mi con certeza donde vivía, trabajaba y varios otros detalles que hablamos en distintas conversaciones. Yo tenía que conformarme con su palabra.
—Aunque no sonó tan chistoso como te dije que lo sería, estas arrepintiéndote por comporte así de intransigente conmigo ¿uh?
—Tú…
Mi argumento murió en sus labios cuando estos acapararon el movimiento de los míos trazándolos a diestra y siniestra con su lengua y dientes.
—No terminaremos lo que comenzamos hace rato —Reuní la entereza para rechazarlo colocando las palmas de mis manos en su pecho, alejándolo lo suficiente para verlo a los ojos.
—Está bien, empecémoslo de nuevo.
Esquivé su intento por reanudar el beso haciéndome a un lado. —No he dicho que estoy conforme con tu explicación ni que cambie de parecer y ya no quiero que te vayas.
—No miento —habló en voz baja abrazándome la cintura por la espalda—. Podemos desperdiciar horas en internet buscando información sobre mí, o podemos aprovecharlas en actos más gratificantes.
Sus dos manos se trasladaron sobre mí, abarcándome de norte a sur deteniéndose en los puntos clave que provocaban que escalofríos me desarmaran y la luz me encandilara.
—¿Qué opción escoges?
Ladeé mi cabeza hacia mi hombro derecho por el estremecimiento que su respiración desató al hablar cerca de mi oreja y eso fue lo que se requirió para que las hormonas me invadieran por completo.
Con agilidad me desaté de él y lo tomé por ambas muñecas acorralándolo hasta topar con la pared. El largo cuadro de un paisaje rural que colgaba en esta, se bamboleó amenazando con caerse por lo flojo en que el clavo lo sostenía. Ignorando el que de romperse tendría que pagarlo –puesto que era parte del departamento-amueblado que alquilaba–, ceñí todavía más a Yunho en el muro, aprovechando por primera vez los pocos centímetros que le sacaba de altura.
No lució ni sorprendido por mi iniciativa, puramente dejándose dominar y eso me condujo a otro nivel de entusiasmo incentivándome a continuar.
Su boca entreabierta fue mi segundo objetivo de ataque, atrapándola con vigorosidad para ser yo quien marcara el ritmo e intensidad, rompiendo o incitando a que prolongara el beso.
Si el acercamiento del otoño estaba haciendo estragos en el acostumbrado clima cálido, ni lo noté. Un inconfundible calor me cubrió de pies a cabeza incrementándose con el tacto compartido entre Yunho y yo.
La hipersensibilidad en mi piel era tal que pude sentir cómo el elástico de mi boxer se amoldaba conforme bajaba por mi piernas hasta tocarme los pies, levanté estos uno a uno para salir de la prenda dejándola descartada en el piso prontamente acompañada por la de Yunho.
Mis dedos y los suyos parecían haberse sumergido en una competencia no proclamada por abarcar todos aquellos lugares a disposición del otro. Era mi mitad inferior, superior o ambas las que comprobaban que no tenía un límite en cuanto al placer, pues cada roce que recibía superaba con creces al anterior.
Deslizándose por la plana pared Yunho me llevo consigo al suelo, quedando él sentado con las rodillas flexionadas y yo en cuclillas reacio a finalizar el beso. Nuestras manos se entrelazaron acercándome más a su cuerpo y haciendo que separara sus piernas para colocarme entre ellas.
Uno de sus brazos se agitó para alzarse, enganchándose a mi cuello arrimando nuestros rostros incluso más cuando pensé que ya era imposible.
Apoyado sobre mis rodillas y empeines de los pies, encontré el equilibrio para sostenerme mientras pasaba una mano por su espalda y con la otra recalcaba las líneas en su abdomen.
—Incomodo —murmuró enviando vibraciones a mi lengua y paladar.
Con un suspiro me levanté de un salto ofreciéndole ayuda para que él también lo hiciera. De un tirón conseguí tenerlo otra vez adherido a mí, oprimiéndonos los torsos por la fuerza del abrazo en el que nos unimos.
A ciegas caminamos al dormitorio, pateando y tropezando con la ropa de la que nos habíamos despojado una vez entramos en el departamento. La cama fue nuestra siguiente parada, cuando el borde de la base nos detuvo lo insté a dejarnos caer sobre el colchón.
Estando de costado con sus piernas enredadas con las mías, continuamos la exploración como si las prisas que teníamos momentos antes se hubieran borrado y ahora tuviéramos todo el tiempo del mundo.
Sus labios dibujaban extraños senderos en mi mandíbula y mejillas para luego irse a perder detrás del cuello y nuca. Con el mismo ímpetu yo hacía lo mismo en sus brazos, recorriéndolos y aplicándoles presión en algunas partes al notar que últimamente sus tríceps estaban mejor definidos.
Ocupado en dar y sentir caricias, presté poca atención en el incremento de la fricción entre ambos y solo fue cuando sus dedos rozaron la parte interior de mi muslo que supe que el juego llegó a su final para dar paso a la verdadera acción.
Estando de frente, mi tobillo derecho se afianzó a su cintura para que su mano izquierda tuviera el espacio suficiente para acometerse en los preliminares. Conservándome centrado en lo que hacía con la derecha en mi vientre bajo y el contorno a este, conseguía que la incomodidad fuera mínima en comparación a la suma provocación en las demás zonas.
Abandoné el nudo que había formado con mis brazos en su cuello para estirar uno de estos hacia el buró donde tenía los suplementos para casos como en el que estábamos. Un par de viajes a la farmacia habían bastado para surtirme de productos que al principio me hicieron enrojecer como un adolescente al solicitarlos, hoy por hoy los veía como artículos tan básicos y esenciales que desinhibidamente me daba el lujo de escoger entre colores, texturas y sabores.
Y con más calma quizás, habría puesto mayor énfasis en la elección para esta ocasión, pero ya habíamos puesto excesivamente en prueba a nuestras resistencias que dudaba que guardáramos algo de paciencia. «Nada exótico» pasó por mi mente al tomar la botella de plástico transparente y el sobre cuadriculado del cual desprendí la orilla dejando a la vista el látex en el interior.
Entregué los dos objetos a Yunho y coloqué una almohada por debajo de mi cabeza, buscando una posición adecuada para adaptarme a su peso que sabia tendría encima. Pero él no se movió de mi costado sujetándome del codo para que me amoldara la espalda en su pecho.
—Me alegro de que escogieras la segunda.
—¿Eh? —solté en una entrecortada respiración justo cuando irrumpió en mi. Quise recordar la conversación que mantuvimos instantes antes pero mi lucidez era escaza para entender mas allá de nuestra piel chochando entre sí a cada segundo.
Circulé un brazo por detrás para sujetarlo de su nuca mientras que él sostenía mi pierna por debajo de la rodilla. El cumulo de alteraciones en mi sistema nervioso me abrumó al grado de cerrar los parpados apretándolos tan fuertemente que vi destellos de luz blanca en ellos.
La humedad de su boca quedó plasmada en mis labios que descoordinados intentaron responder al beso, a pesar del fracaso tras fracaso jamás dejé de ambicionarlo.
El compás que habíamos cimentado se aceleró desencadenándose en un entumecimiento que subía desde las plantas de mis pies hasta quedarse en la parte mi cadera. Los latidos de mi corazón eran tan ruidosos para mis propios oídos, que creía que todo se había insonorizado o que una burbuja estaba resguardándonos del exterior.
Con ansias de tenerlo más cerca, usé mi mano disponible para retenerlo por la cintura, con las puntas de mis dedos patinándose por la delgada capa de sudor que la transpiración formó en su piel. Posiblemente él comprendió mi objetivo ya que liberó mi pierna dejándola enganchada por la parte posterior de su muslo y se aferró con sus manos a mi estómago dejándonos imposiblemente separados.
Perdiendo el control, la energía almacenada se canalizó en un temblor que me sacudió de punta a punta abatiendo a cada uno de mis miembros que lánguidos cayeron a los lados. Sobre mi hombro sentí un sosegado quejido seguido por una moderada risa.
—¿Soy yo o alguien está intentando tumbarme? —musitó pegando su mejilla en la mía.
Desconcertado miré de reojo repentinamente sintiendo un tirón en la sabana parcialmente arrugada bajo nosotros. Un agudo ladrido y supe que sucedía.
—Charlie quiere subirse a la cama —expuse doblando la almohada para recargarme mejor en ella.
—¿Has estado dejándolo hacer eso, cierto? —asentí escuchando el bufido al separarse. Se apartó pero no lo suficiente como para no apreciarlo a centímetros de mi—. Te dije que no se lo permitieras.
—¿Bueno y qué? de cualquier manera esta es mi cama la cual no comparto con nadie casi nunca. Además ya te dije que prácticamente es más perro mío que tuyo, así que tú no vas a decirme como lo educo.
—Aquí vamos de nuevo, sigo siendo su dueño y venimos por paquete, si quieres uno tienes que aceptar al otro.
—Vaya, que maravillosa oferta, dos por uno. Toda una ganga —farfullé poniéndome de pie andando hacia el baño—. ¿Ya te vas?
—¿Oh, así es como se siente ser echado sutilmente? —preguntó rebasándome y ganándome la ducha—. En definitiva si estas utilizándome solo para tu satisfacción.
—Por supuesto, tu amigo Yoochun estaba en lo correcto —dije apoyándome en el umbral de la entrada, observando cómo se enjabonaba y abría la llave del agua fría.
—No, solo estas usando una fachada para ocultar tus sentimientos por mí. Pero no necesitas hacerlo, son plenamente recíprocos, te lo garantizo.
El agua cayendo como lluvia sobre su cuerpo y el vaho que procedía de su boca me robó radicalmente la concentración, aísle sus palabras únicamente dedicándome a la visión frente a mis ojos. —No conozco mucho de ti —aclaré al verlo sacudirse el cabello y deshacerse del exceso de agua con la toalla colgada en el perchero atornillado en la azulejada pared. ¿Cuánto tiempo demoré en hablar?, supongo que el mismo que tardo él en terminar de bañarse—. No puedo enamorarme de alguien solo porque físicamente lo pasemos bien.
—Sabes que no es así, incluso ya conoces que tipo de café prefiero, que clase de perro tengo por mascota y a quien quiero.
—Esa información no abarca a toda una persona —rebatí tomando mi turno bajo la regadera, a diferencia de él, yo si mezclé el agua para que se templara—. Te presentas ante mí con un anillo puesto y nada más porque tú lo dices debo confiar en que no estás comprometido y…
—Lo estoy, contigo —Juntando agua en la palma de mi mano la arrojé directo a él, ensanchando su sonrisa—. Es cierto, básicamente lo que sabes de mi es lo que soy y aunque hay aspectos que difieren, por el momento así permanecerán. Es cuestión del cambio en mi trabajo, ya lo veras.
Con dos zancadas estuvo delante de mí removiendo el mojado cabello pegado a mi frente. —Me voy, pero volveré pronto.
Sin importarle si volvía a mojarse se metió bajo el rocío que dejaba caer la regadera acoplándonos en un entusiasta beso que aún después de que se rompiera y me quedara solo en el baño, continúe con el hormigueo en mis labios.
■ □ ■ □ ■
Una semana había sido lo que esperé a que volviera a dar señales de vida. Ya ni siquiera me molesté en recriminarle que no se comunicara, puesto que esos días me sirvieron para decidir que debíamos tomar una resolución. Mi desconfianza respecto a él era cada vez mayor. ¿Cómo podía sobrevivir una relación sin confianza? O demostraba que podía fiarme en él o lo nuestro no debía continuar.
Esa tarde cuando nos reuniéramos fuera de la tienda de conveniencia donde meses atrás nos habíamos topado, iba a explicárselo. Solo que olvidaba que mis planes con él nunca llegaban a concretarse.
—¿Shim Changmin? —Tres hombres vestidos de negro me interceptaron a mi salida del hotel—. Quisiéramos que viniera con nosotros.
—Tus cosas —El gerente emergió detrás de ellos sosteniendo en sus manos mi mochila, estiré mi brazo para sujetarla pero con frustración observé cómo se la entregada a uno de los hombres.
—Quién…
Simultáneamente levantaron a la altura de mis ojos el carnet con sus fotos y el emblema de la policía plasmado en el. —Necesitamos hacerle unas cuantas preguntas. Si nos hiciera el favor de acompañarnos —Volvió a hablar el mismo sujeto, apuntando hacia la calle.
—Les pido encarecidamente que manejemos esto con discreción, no me gustaría que los huéspedes se percataran —Mi jefe solicitó.
Oponerme sería una tontería, aunándole el ya de por si estar en mi ambiente laboral, solamente dificultaría las circunstancias, por lo que sin decir nada fui a donde ellos dijeron.
Al menos el transporte en el que me llevaron no era una patrulla sino un auto normal con vidrios polarizados. Aunque sentado en la parte trasera de este, contemplé por la ventana al grupo de empleados que fijaban su curiosidad en lo que acontecía. Se trataba de una equivocación, eso era seguro, pero que diría al regresar al trabajo, si es que podía seguir contando este.
Dentro de la delegación del distrito, cerca de una decena de personas sentadas en escritorios con sus respectivas computadoras se ocupaban de sus actividades. Solo frente a la que estaba parecía realmente interesarle mi presencia.
—Necesito un abogado —mencioné, nada más por el hecho de que ni idea tenía de que se hacía en tales condiciones y que mi experiencia se basaba primordialmente en los argumentos de películas.
—Esto no es meramente un interrogatorio oficial, es una plática circunstancial para aclarar algunos hechos —El empleado dijo cambiando su atención del monitor hacia a mí.
¿Circunstancial? ¿Agentes policiacos se presentan en el lobby del hotel, me piden que los acompañe a una comisaría y se atreve a nombrarlo circunstancial?
La recriminación se formó rápidamente en la punta de mi lengua pero con igual velocidad se disipó al ver al tipo que se acerco al lugar, deteniéndose a un costado del escritorio jalando una de las sillas para sentarse, descansando los brazos en la cima del respaldo.
—Creí que habíamos acordado que él estaba fuera de investigación —dijo en cuanto estuvo acomodado.
—La orden se dio justo cuando él arribaba, no vi por qué no aprovechar su presencia.
—Los casos están a cargo de otra división, por lo tanto esta fuera de su jurisdicción —manifestó recargando su barbilla en el dorso de su mano izquierda.
—Pero cada uno de los escenarios a los que él recientemente ha concurrido, si lo son. El restaurante frente a la guarida de los falsificadores, el almacén de contrabando de alcohol que figuraba como bar, y el parque donde se capturó al presunto pedófilo —El dependiente siseó lanzado en la superficie del mueble, un conjunto de fotografías donde yo salía retratado de rostro o cuerpo completo en cada uno de los sitios mencionados. Recordaba los dos primeros ser citados en noticias, al tercero lo desconocía absolutamente—. ¿Por qué Shim Changmin aparece en todos y cada uno de ellos? Porque lógicamente están relacionados ¿o como le llama usted a eso, detective Park? —cuestionó agachándose para poner sus manos extendidas en la madera del escritorio con un rotundo manotazo.
—Casualidad —Yoochun aludió con tranquilidad, abandonando la silla e indicándome que también yo me levantara—. Sin embargo si no está conforme con mi respuesta, usted está en libertad de solicitar por escrito una aclaración a mis superiores. Ahora si me disculpa, yo mismo le mostraré la salida al señor Shim.
En silencio Yoochun guió el camino hacia fuera, alentándome con su mano en mi espalda a no detenerme. —¿Qué sucede? —susurré una vez el cielo estuvo a la vista.
—Que te lo explique él —dijo señalando con su dedo índice hacia el hombre que se aproximaba con pasos calmados—. Me debes una, Jung —denotó arrebatándole a Yunho las llaves que colgaban de su pulgar y marchándose hasta perderse entre los transeúntes.
—Lo siento, quise personalmente encargarme pero el personal de aquí me odia y habrían puesto demasiadas trabas antes de dejarte ir —declaró de golpe, como si yo ya hubiera digerido lo que acababa de pasar.
—¿Me involucraste en tus delitos?
—¿Qué? —pronunció cubriéndose la cara, inútilmente tapando la sonrisa que probablemente sabía que me enfadaría. Y así fue.
—Me alegra que para alguien esta situación sea divertida —gruñí clavando mi puño en su hombro agregando el azote que le di con mi mochila—. Basta de bromas y habla con la verdad.
Eliminó el remanente de su alegre gesto y se contuvo en una expresión reservada. —Tienes razón, te involucré en mis asuntos. Evaluador de centros de hospedaje es el título bonito que le doy a la mayoría de la gente cuando me preguntan a que me dedico. En realidad soy uno de esos —asintió hacia el escudo de la comisaria—. Uno de los buenos, del tipo encubierto y que no revela su identidad. El que se dedica a estudiar al objetivo y luego corre a contar lo que sabe.
—Espionaje —balbuceé, automáticamente desplazándome a su lado para que solo él escuchara, a pesar de que no había nadie aparte de él que pudiera captar lo que decía.
—Soy el soplón —secreteó imitando mi movimiento—. Y aunque normalmente obedezco y no hago cuestionamientos, cuando supe que irían por ti, interferí a tu favor.
—Pues gracias entonces por rescatarme de lo que tú provocaste —repliqué con ironía dando media vuelta para irme.
—Yah, Changmin-ah, no fue a propósito, inclusive cedí temporalmente mi auto a Yoochun para que me ayudara y tú sabes cuánto valoro mi carro. Les dejé claro a mis jefes que tu presencia en esos lugares fue porque ibas conmigo, revelé mi vida privada, lo que nunca hago, solo por ti.
—¿Por qué tenias que mezclarme con tus negocios en primer lugar? Y ahora no conforme con eso, posiblemente me he quedado sin empleo.
—Me encargaré de eso también, te daré una carta que justifique lo de hoy o sino podría conseguirte otro trabajo. Deseaba verte y por eso…
—Mataste dos pájaros de un tiro —terminé por él—. Es por eso que siempre estabas tan al pendiente de tu celular —solté deteniéndome súbitamente para enfrentarlo—. Habría sido más fácil si me hubieras dicho antes cual realmente era tu profesión, lo habría pensado dos veces antes de inmiscuirme contigo.
—Soy un agente secreto en gran parte de mis casos, no podía confiar en ti tan pronto. Después, el tiempo juntos se redujo y yo lo fui postergando. Actualmente mi traslado está en proceso así que puedo confesártelo abiertamente —Conforme fue mencionando sus motivos el tono de su voz fue disminuyendo así como la distancia entre ambos—. Tú eres la razón fundamental por la que me convertiré en un detective, Minnie.
Torcí la boca retomando el camino. —No me llames así —declaré percatándome de que él iba no muy detrás de mí.
—¿Amor? —Le oí decir apresurando sus pisadas para estar a mi par—. Vamos —instó atrapando mi mano halando de ella.
—¿A dónde? —inquirí sin poner resistencia al tirón.
—Por Charlie y de ahí a mi casa, eso es otra cosa que te falta por conocer y que mejor momento que este para hacerlo. Te mostraré que tan mal sé cocinar y después mientras aguardamos porque entreguen la comida que pediremos por teléfono, haré que te familiarices con cada rincón…
Inmerso en su parloteo, prosiguió el trayecto por la avenida, olvidando el hecho de que todavía sostenía mi mano o tal vez siéndole indiferente. Yo por mi parte no tenía una idea precisa de si me había rendido, si quería seguir con él o si lo decidirá mas tarde.
Finalmente bosquejar mi futuro nunca fue mi fuerte, no tenía una meta clara a la que llegar y tampoco cansaría a mi mente en descifrar el presente. La vida es como es, rara, con altas y bajas, similar a lo mío con Yunho, donde si bien las disputas son frecuentes, siempre se concluyen entre las sábanas.

– Fin –

Mi primer one-shot y mi primer homin  v(^_^;)

16 comentarios:

  1. ¡Ah! Acabo de terminarlo. Me ha encantado ^^ Creo que es uno de los primeros relatos que he leído sobre la pareja, pero más allá de esto lo que me ha gustado mucho es cómo has ido dando pistas a lo largo de todo el relato. Que había algo raro me lo imaginé en el mismo momento que tenía que viajar bastante, pero a partir del restaurante... En definitiva que me encanta ^^ y que agradezco mil que lo hayas compartido con nosotras ^^ ¡Gracias!

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    1. No se porque siempre termino poniéndole a Yunho un secreto XD

      Gracias por leer y comentar =)

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  2. Jajaja estuvo hermoso *o* me encanta el HoMin bueno enrealidad todas las parejas jajaja... Pero he de confesar que de principio pensé y creí que se trataba de Jaejoong jejeje como sueles escribir de esa pareja asi me lo imagine y cuando leí "Changmin-shii" me quede OMG! Es un HoMin?! Y siiiii jejeje la narrativa estuvo genial y la trama también me encanto todo y lo mejor super largooooo jejeje me entretuvo mucho aparte cuando leí el nombre de perrito me acorde una camiseta que Yunho uso una vez no recyerdo en donde que decia "I <3 Charlie" jejeje o es tan lindo muy bueno todo te felicito y agradezco por traernos todo este tipo de historias, sigue asi Hwaiting....

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    1. omg si es cierto!! Yunho uso una camiseta así, tengo la imagen e incluso fans sacaron una variación con I ♥ Changmin. La verdad es que no pensé en eso, a veces lo que escribo lo baso en mis vivencias y de ahí salio el perro con todo y nombre aunque diferente raza. Pense en ponerle otro pero XD que bueno que no lo hice~

      Y si es cierto al principio fue como mis otros personajes jae's, es la costumbre supongo. Gracias por comentar ^^

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  3. ahhhhhhhhhhhhhhhh como que te quedó hermoso. Personalmente soy homin shipper <3
    Y tu fic me encanto *-*

    Admito que pense que YunHo era traficante xDDD

    Espero sigas escribiendo sobre ellos <3

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  4. aasdasdasdasd me encantaa como escribes asi como de que.. <3 xD' n_n'Seguire esperando por mas de tus creaciones (:

    Atte' Luzy (:

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  5. Wuuaaa estuvo muy buena la historia, por un momento pensé que Yunho tenia a otra pareja por eso se desaparecia asi de pronto, pero cuando lei lo de las noticias cambie de pensamiento.

    Gracias por este one-shot, espero pronto escribas otros mas ^^

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    1. suspenso hasta el final, bueno no tan así :P

      gracias por comentar (:

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  6. Soy nueva aqui...!!! acabo de encontrar tu blog...y aunque ya conocia un trabajo tuyo...Enredos de amor...muy bueno por cierto-..^^

    y aqui estoy leyendo Un FF y HoMin..q aunque no me gusto casi nada...por nodecir nada....lo lei..aventurandome...xDD

    y quede muys atsfecha....hiciste q me gustara soolo un poquito mas esa pareja...por q la historia es muy buena...la vdd es qestaba en suspenso todo el tiempo q duro mi lectura...xDDD----me gustaria leer mas trabajos tuyos...me veras seguido...gracias por compartir ^^

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    1. :P se lo que es leer algo donde esta tu pareja no predilecta, por ejemplo yo solo he leído un jaemin y no lo volveré a hacer porque peligro que me agrade y me niego a eso!

      como sea, gracias por leer y comentar (:


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  7. kyaaaaa que fic tan genial :3 de verdad esta muy bueno me encanto
    hehe ya no se que mas decir aparte de que me encanto n.n me dejaste sin palabras hehe
    me leeré tus ficos n.n que seguro están geniales
    el homin me encanto realmente chanming tan lindo y yhuno tan genial
    espero encontrarme con un minjae o un minchun
    sigue escribiendo estaré pendiente a leer los ficos

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    1. eh, uhm, creo y casi estoy 100% segura de que jamas de los jamases haré un minjae, de hecho ninguno donde exista una relacion (bien establecida)de jj con alguien distinto a yh, asi de obsesa con el yunjae y parcial con yh soy XD

      ya bueno, gracias por comentar ^^

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  8. yo amo el YUNJAE...pero también adoro el HOMIN...así que no me odien...jijiji..

    esta historia me encanto, en un principio creí que YUNHO era un delincuente soplón y que por su culpa podrían hacerle daño a MINNIE...pero no,,, resulto policía...que alivio.

    gracias por compartir esta bonita historia.

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