De nada sirve correr, lo que conviene es partir a tiempo.
Jean de la Fontaine
He hablado acerca de mis defectos
reflejados en mis debilidades carnales pero no he contado sobre algo con lo que
toda mi vida he lidiado, la torpeza. Desde que tengo uso de razón, mis
desaciertos me han costado muchos tropiezos que terminan en simples caídas u
obtener la atención cuando este no es mi propósito, otras no tantas, son como
el día en que decidí unirme a la amena conversación en la oficina.
Alguien, no recuerdo con exactitud
quien, dijo algo en extremo gracioso, tanto que yo me doble por la risa que
esto me ocasiono, el problema estuvo en que cuando me enderece, tire –sin
querer– un jarrón que cayó al suelo y se hizo añicos en el. Pero no se trataba
de un adorno cualquiera, este era EL JARRÓN, la más valiosa posesión de la
oficina y de la que todos teníamos conocimiento. No era necesario preguntar por
el valor, a simple vista uno podía notar cuan costoso era.
Lo peor del caso es que este objeto era
un obsequio que el presidente de la compañía le había regalado al jefe, así es,
a Jung Yunho –Mr. Despiadado–. Mi expresión de pánico no se hizo esperar,
palidecí como hoja blanca. Mis ojos se movían a máxima velocidad de lado a lado
mientras mordía los nudillos de mi mano derecha, así de asustado estaba.
Aunque yo tengo una gran habilidad,
desde siempre he sido experto en armar rompecabezas, viendo el estado de la
vasija era ridículamente creíble que fuera a ser capaz de volver a unir el casi
millón de trozos esparcidos en el piso. Solo magia podría conseguirlo, sin
contar además de que mis manos estaban temblando.
Para terminar de agravar mi situación,
ese día a Junsu se le había ocurrido ir a la oficina. Evidentemente él había
presenciado mi involuntario accidente. Pese a mi gran necesidad de lucir genial
ante todos mis y ex amantes, con él difícilmente lo conseguía, era todo lo
contrario, cada vez aumentaba mas mi degradación frente suyo.
Probablemente sintió lastima por mí,
porque se acerco para aconsejarme que huyera como si el diablo me persiguiera
–lo cual era literal– y yo solo volteé a mi alrededor pudiendo notar las
cabezas de los demás asintiendo. Según ellos la única solución para mí en ese
momento era darme a la fuga para esconderme en algún lugar recóndito.
Amablemente se ofrecieron a encubrirme del jefe prometiendo llamarme cuando él
se calmara y pudiera regresar.
Así fue como partí mi escapada,
afortunadamente tenia a un amigo que vivía en el distrito de Myeongdong el cual
me dejo quedar en su casa por unos cuantos días. Aunque claro, todo en esta
vida tiene un precio, y la mayoría de mis amigos no predican eso de “hoy por
ti, mañana por mí” con ellos todo es en efectivo y al contado. Pero mi liquidez
no me permitía solventar el hospedaje en otro sitio así que no encontré otra
solución más que utilizar mi body card para pagar con cuerpomatic. Obviamente
él no rechazo mi oferta porque en realidad eso era lo que quería, ya que
conocía a la perfección mi estado financiero. En este mundo ya nadie da nada a
cambio de nada.
Estaba atravesando unas circunstancias
tan tétricas, por un lado era perseguido por un mafioso y por el otro estaba
siendo sometido a las bajas pasiones de un amigo. Ni siquiera podía dormir en
las noches porque él me brincaba encima. No pretendo sonar egocéntrico pero, a
veces es tan fastidioso ser atractivo.
Repentinamente una tarde me llamo uno
de los chicos, creí que me daría noticias sobre cómo iba todo por allá pero
solo se limito a preguntarme en donde me encontraba, luego de decírselo colgó.
Media hora después, volvió a llamar para pedir más referencias del lugar. Fue
bastante raro pero aun así le conteste, enseguida me dijo ‘lo siento’.
Sus palabras no fueron entendidas por
mi lucidez hasta que observe en medio de la multitud de las calles, a un hombre
alto siendo escoltado por un grupo de tipos rudos. No podía ser otro más que el
jefe. Y como ya se había vuelto una costumbre para él, venia directo en mi
dirección, por esto no me quedo más que hacer todo lo contrario, correr hacia
cualquier lado menos hacia él.
Con solamente plegarias en mi mente,
corrí y corrí como si no existiera un mañana. Durante aproximadamente diez
minutos fui el protagonista de una interesante persecución por los callejones
aledaños, hasta que una poderosa mano me estampo contra la pared oprimiendo mi
mejilla en ella.
—¿Cómo te atreves a hacerme perseguirte
como si fuera tu asquerosa mascota? —El jefe me reclamo presionando sus dedos
contra mi frágil cuello.
—¡Lo siento! —Me disculpe—, no quise
hacerlo, fue un accidente, prometo pagárselo, conseguiré otro trabajo y le daré.
—¡Cállate! No entiendo nada de lo que
dices.
—Hablo del jarrón.
—¿Qué jarrón? —Su pregunta fue
inesperada, ¿acaso no estaba ahí por eso?—, olvídalo, lo que sea de lo que
hables, solo olvídalo.
—¿De verdad? —Oh, mis ojos brillaron
ante la remota posibilidad de que eso fuera cierto—. ¿Me lo jura?
Un duro golpe en mi nuca fue lo único
que obtuve –uno muy duro–. Mi mano froto con delicadeza en la zona afectada
pero fue imposible deshacerme del dolor. En cambio él estaba agitando sus
ropas, al parecer tenia calor.
Moviéndose como un león enjaulado, me
miro de una manera fría y luego me dijo que lo siguiera, antes advirtiéndome
que un solo intento de escapar y era carne muerta. Ante la dulce aclaración no
pude resistirme a hacer lo que él dijo.
Para mi sorpresa, llegamos a un hotel
cercano donde alquilo una habitación. Al principio me rehusé en entrar pero
después de recibir una mirada fría, opte por no decir más y acatar. Una vez
dentro, él corrió al baño de donde quince minutos después salió cubierto por
una bata blanca y con su cabello totalmente mojado –una imagen totalmente
orgásmica para mis ojos–. Su apariencia fresca acaloro la mía por lo que le
pedí permiso para darme también una rápida ducha. Con un ademan me lo concedió
así que me apresure antes de que cambiara de opinión.
El hecho es que acababa de descubrir
uno de los puntos débiles del hombre, el calor. Odiaba esa sensación sofocante
de tener los rayos del sol sobre su piel. Detestaba la palabra ‘sudor’ cuando
no implicaba placer –no diré como es que lo se– y abominaba sentirse pegajoso
por una actividad fuera de la cama –tampoco explicaré eso–. Y por esto se debía
la súbita visita a ese lugar.
Para cuando salí, –al igual, abrigado
por una bata– él aun no se alistaba, por el contrario con toda calma peinaba su
cabello con secadora en mano. No cabía duda de que mi jefe era vanidoso, pero
era comprensible, su cuerpo emanaba un aura totalmente hipnotizante que te
hechizaba al instante. Tan guapo que sus padres debían estar más que orgullosos
de crear a un ser como él.
—¡Para de una vez con eso, no necesito
adulaciones de tu parte!
Si, no me había dado cuenta de que
estaba hablando mis pensamientos en voz alta hasta que mi jefe me mando callar.
Pero es que tan solo al tenerlo cerca de mí, ya no podía saber si soñaba o
vivía en la realidad.
Camine a donde deje mis ropas después
de salir del baño y estaba a punto de ponérmelas cuando él me hablo.
—¿No estuviste con tus padres, verdad?
No tenía la menor idea de a lo que se
refería y estaba a punto de contradecirlo pero comprendí que esa era la excusa
que los chicos habían utilizado para cubrir mi desaparición. Luego sin dejar de
verme, señalo el pedazo de mi cuerpo que alcanzaba a mostrarse por la abertura
de la bata.
—Usualmente la familia no deja ese tipo
de marcas en alguien de su propia sangre ¿no es cierto?
Él había notado las marcas que conseguí
al pagar por mi estadía en la casa de mi amigo. Dos de ellas cerca de mi hombro
y otra debajo de mi cuello, me avergüenza decirlo pero de cierta forma eso fue
mi baucher.
Permanecí enfocado en encontrar un
pretexto coherente para mis rastros de abuso, así que no me di cuenta de que mi
jefe ahora estaba parado frente a mí, hasta que su mano alzo mi rostro por la
barbilla antes de volver a hablar.
—¿Hallaste a un tipo y por él
abandonaste la oficina? —soltó con un tono irónico, estuve a punto de responder
pero él continuo—. Supongo que eres un tanto lindo.
—Yo diría que soy guapo —Estúpidamente
lo corregí—, tal vez no del todo masculino pero al fin de cuentas es otro
estilo de atractivo que a muchas personas les parece sexy.
—Podría ser.
Lo siguiente que supe fue que él estaba
sobre mí, ambos tumbados en la cama. Con mi espalda empotrada contra el colchón
y él encima ciñéndoseme, me fue imposible enderezarme. Con un rápido movimiento
desamarro el lazo de la tela blanca que me vestía y jalo de un extremo dejando
al descubierto mi piel a expensas de sus pecaminosos ojos.
Me resistí en su agarre pero él era más
fuerte, más fornido, pude constatarlo cuando le sujete los brazos y sus
esplendidos músculos se tensaron en mis dedos. A decir verdad, parte de mí
estaba disfrutando de aquel contacto, eso me asusto, porque estaba rindiéndome
fácilmente solo por un buen rostro y un cuerpo de infarto. Así que encontré el
aire suficiente en mis pulmones y mencioné el nombre de Junsu. Él se detuvo
pero no me libero, clavo su mirada en mí para decirme que él no tenía nada que
ver con eso. ¿Cómo diablos no tenía nada que ver con eso? Junsu estaba saliendo
con él, por lo tanto era todo lo contrario.
Sin darle importancia a mis opiniones,
él siguió con lo suyo. El siguiente nivel de ataque fue mi cuello, y Dios que
bien se sentía tenerlo besándome ahí, era endemoniadamente estupendo en ello.
La forma en que sus labios y dientes pellizcaban cada milímetro o la forma en
que su legua humedecía la zona por donde pasaba, me hacia nublar la vista. Por
un minuto me perdí y olvide todas las objeciones que tenia al respecto. Pero algo
no estaba bien, existía una diferencia, mas no sabía cuál era. Al menos no
hasta que él separo mas mis piernas. Como un rayo, la señal llego a mi cerebro
y con más maña que fuerza lo aleje de mi cuello e intente cambiarnos de
posición.
—¿Qué intentas hacer? Yo voy arriba
—gruño.
—¿Qué?
—Yo doy y tú recibes —me aclaro.
Eso cortó de tajo el más leve dejo de
excitación que aun circulaba por mis venas en ese instante. Desde que inicie mi
vida sexual yo jamás había “recibido” y esa no sería la excepción. Mi rol nunca
fue de pasivo así que no podía pretender que de buenas a primeras yo cambiara
de gustos. Mas sin embargo él era insistente, me sujeto con más fuerza
diciéndome que no tenía caso que jugara al inocente cuando era tan evidente que
moría por él. De las tantas cosas que a ese hombre le hacían falta, la más
importante era la humildad.
Pues sí, probablemente fue inevitable
para mí no mostrar señales de que lo consideraba fascinante, pero no era
necesario que lo dijera, y definitivamente no de esa manera tan presuntuosa.
Deje eso de lado cuando su expresión se volvió oscura como si en cualquier
momento fuera a desatar el peso de su furia contra mí.
Por lo regular yo no tendía a realizar
este tipo de favores, pero dada las circunstancias y las escasas –nulas–
alternativas con las que contaba, tuve que hacerlo. Situaciones extremas
requieren medidas desesperadas. Pase descaradamente mi mano derecha sobre el
evidente resultado de nuestro previo jugueteo. Sé que tome por sorpresa al jefe
por el pequeño sobresalto que dio pero me apresure a murmurar que le ayudaría a
serenar su entusiasmo. Sin dejarlo protestar por segunda ocasión, lo empuje
hasta sentarlo y me impulse arrodillado sobre su regazo. Fácilmente aparte la
bata del objeto de mi deseo revelándolo inmediatamente dejándolo a mi completa
disposición.
Mi lengua fue la primera en alcanzarlo,
arrastrándola cautelosamente de un extremo a otro, al tiempo que mi mano se
apresuraba en fijarlo más cerca de ella, después mis labios entraron en acción
apresándolo en cada pedazo que entraba en contacto con ellos.
De lo que no lograba envolver con mi
boca se hacían cargo mis dedos que fenomenalmente se movían a diestra y
siniestra en toda la circunferencia. Debí estarlo haciendo muy bien porque el
jefe no dejaba de hacer sonidos de aprobación manteniendo su cabeza hacia atrás
con los ojos cerrados. No era mucha mi experiencia pero sabía lo que me gustaba
a mí, así que hice exactamente eso.
Me di cuenta de que su liberación
estaba cerca cuando agarro mis cabellos –no muy delicadamente– y trato de
imponer el ritmo que yo debía de llevar, y bueno tratándose esto de su
satisfacción y de mi salvación, accedí. Incremente la velocidad retirándome
justo un segundo antes de que él culminara.
Mientras él seguía recuperándose de su
actual estado de dicha, yo me agradecía mentalmente de no ceder porque dadas
las magnitudes del hombre, posiblemente me hubiera sido difícil, quizás
imposible, caminar correctamente para salir del hotel. Pero estaba
adelantándome al festejo cuando aun el asunto no estaba terminado. Él mismo se
encargo de demostrármelo al despojarme de la bata con una velocidad que yo solo
podría considerar como demoniaca, y sus manos fueron a todas direcciones, de
norte a sur, de este a oeste. Luego me volteo dejándome boca abajo a total
merced suya.
Lo admito, sentí pánico, era como si
estuviera a punto de ser violado. Yo no podía ser mancillado de aquella forma,
por ningún motivo dejaría que mi persona fuera utilizada para complacer sus
escalofriantes perversidades y menos contra mi voluntad. Tome todo el valor que
me quedaba para gritarle que no quería, entonces él de mala gana me pregunto el
porqué y lo único que se me ocurrió fue de nuevo Junsu, él era el recurso más
sólido que tenia.
Le dije que Junsu para mi significaba
mucho y que aun lo quería, así que no podía traicionarlo de esa manera. Por mi
bienestar, mentí y por mi cobardía escondí mi cara en la almohada aguardando
que el primer golpe cayera sobre mí. Este nunca llego, solo pude escuchar su
grito: —¡Estoy harto de ustedes dos! —Acto seguido, el colchón se movió cuando
él bajo de la cama y el sonido de un portazo fue todo lo que dejo al entrar al
baño.
Fue entonces que pensé “adiós Kim
Jaejoong, fue un placer vivir bajo tu nombre por 23 años”.
Inesperadamente la puerta volvió a
abrirse emergiendo totalmente vestido y con una expresión sombría. Me miro por
un segundo antes de ordenarme que me alistara para irnos lo más pronto posible,
esas no fueron puntualmente las palabras que utilizo pero prefiero no repetir lo
que él dijo.
Al arribar a la compañía fui recibido
efusivamente por los chicos, debo reconocer que los extrañe. Recibí un abrazo
tras otro hasta que levante la vista y encontré no más que ruinas de lo que
antes solía llamar oficina. Decir que el lugar estaba sucio es poco, considero
más apropiado describirlo como inmundo. Una ofensa para la salud de cualquier
humano.
El piso era tan oscuro que no sabía por
dónde pisaba, incluso las suelas de mis zapatos se raspaban al caminar, los
escritorios se encontraban atiborrados de basura, papeles y desechables de
cualquier tipo de comida inimaginable. Las plantas que un día proporcionaron un
poco de vida al lugar ahora yacían casi muertas. Pero lo más sobresaliente era
el olor repugnante que aromatizaba todo alrededor, algo muy similar a un
desagüe de aguas negras. Lo que más temor me dio fue que la probabilidad de que
proviniera de los baños era casi del 99%.
Por esa vez decidí dejar pasar el
desastre que habían ocasionado a tan solo unos días de mi partida, estaba agradecido
porque había vuelto sano y salvo. Estire mis brazos poniéndome manos a la obra.
Con la ayuda de todos –a excepción de cierto ogro– pudimos dejar todo a como
solía ser en cuestión de dos horas.
Era tanta la felicidad que daba un
ambiente limpio que casi bailábamos de alegría, hasta que el encanto se rompió
al pasarme rozando una engrapadora a toda velocidad. Una que iba dirigida hacia
mi cabeza.
—¡Déjense de ridiculeces y comiencen a
trabajar! —El jefe protesto.
Y es que el muy maldito todo lo tenía
que solucionar con golpes, el dialogo nunca fue su mejor arma, eso era una
verdad irrefutable.
Dos días después, había logrado lo
impensable, reviví al jarrón de los vestigios. Solo fue cuestión de un poco de
buen pegamento y mucha paciencia. Todos asombrados me alabaron por mi obra
maestra y yo cual prodigio del arte de la reconstrucción, me sentí el rey de
ello. Acordamos guardar el secreto del jefe cuando me entere de que la razón
por la que me busco fue por el mugriento espacio en el que se veía forzado a
trabajar y no por mi torpeza.
Fue ahí cuando concluí que a él poco le
importaba el valor del objeto o siquiera tenerlo, era solo la intención del
regalo cuando le fue dado, porque de no haber sido así, inmediatamente hubiera
notado su ausencia y por lo tanto yo ahora estaría… muerto.
Mmm Jae no es pasivo.. ...bueno hasta que llego el jefe. ....me pregunto si Junsu y Yunho siguen juntos, pareciera que no.. .
ResponderBorrarAdemas cuales fueron las verdaderas razones por las que busco a Jae, me niego a creer que solo por la limpieza.. ....
Jajaja.... limpieza, si como no,, mas bien de su cuerpo, Yunho de alguna manera buscaras lograr que Jae sea el uke.
ResponderBorrarGracias!!!