Memorias de un mafioso: Capítulo 3

De nada sirve correr, lo que conviene es partir a tiempo.
Jean de la Fontaine

He hablado acerca de mis defectos reflejados en mis debilidades carnales pero no he contado sobre algo con lo que toda mi vida he lidiado, la torpeza. Desde que tengo uso de razón, mis desaciertos me han costado muchos tropiezos que terminan en simples caídas u obtener la atención cuando este no es mi propósito, otras no tantas, son como el día en que decidí unirme a la amena conversación en la oficina.

Alguien, no recuerdo con exactitud quien, dijo algo en extremo gracioso, tanto que yo me doble por la risa que esto me ocasiono, el problema estuvo en que cuando me enderece, tire –sin querer– un jarrón que cayó al suelo y se hizo añicos en el. Pero no se trataba de un adorno cualquiera, este era EL JARRÓN, la más valiosa posesión de la oficina y de la que todos teníamos conocimiento. No era necesario preguntar por el valor, a simple vista uno podía notar cuan costoso era.
Lo peor del caso es que este objeto era un obsequio que el presidente de la compañía le había regalado al jefe, así es, a Jung Yunho –Mr. Despiadado–. Mi expresión de pánico no se hizo esperar, palidecí como hoja blanca. Mis ojos se movían a máxima velocidad de lado a lado mientras mordía los nudillos de mi mano derecha, así de asustado estaba.
Aunque yo tengo una gran habilidad, desde siempre he sido experto en armar rompecabezas, viendo el estado de la vasija era ridículamente creíble que fuera a ser capaz de volver a unir el casi millón de trozos esparcidos en el piso. Solo magia podría conseguirlo, sin contar además de que mis manos estaban temblando.
Para terminar de agravar mi situación, ese día a Junsu se le había ocurrido ir a la oficina. Evidentemente él había presenciado mi involuntario accidente. Pese a mi gran necesidad de lucir genial ante todos mis y ex amantes, con él difícilmente lo conseguía, era todo lo contrario, cada vez aumentaba mas mi degradación frente suyo.
Probablemente sintió lastima por mí, porque se acerco para aconsejarme que huyera como si el diablo me persiguiera –lo cual era literal– y yo solo volteé a mi alrededor pudiendo notar las cabezas de los demás asintiendo. Según ellos la única solución para mí en ese momento era darme a la fuga para esconderme en algún lugar recóndito. Amablemente se ofrecieron a encubrirme del jefe prometiendo llamarme cuando él se calmara y pudiera regresar.
Así fue como partí mi escapada, afortunadamente tenia a un amigo que vivía en el distrito de Myeongdong el cual me dejo quedar en su casa por unos cuantos días. Aunque claro, todo en esta vida tiene un precio, y la mayoría de mis amigos no predican eso de “hoy por ti, mañana por mí” con ellos todo es en efectivo y al contado. Pero mi liquidez no me permitía solventar el hospedaje en otro sitio así que no encontré otra solución más que utilizar mi body card para pagar con cuerpomatic. Obviamente él no rechazo mi oferta porque en realidad eso era lo que quería, ya que conocía a la perfección mi estado financiero. En este mundo ya nadie da nada a cambio de nada.
Estaba atravesando unas circunstancias tan tétricas, por un lado era perseguido por un mafioso y por el otro estaba siendo sometido a las bajas pasiones de un amigo. Ni siquiera podía dormir en las noches porque él me brincaba encima. No pretendo sonar egocéntrico pero, a veces es tan fastidioso ser atractivo.
Repentinamente una tarde me llamo uno de los chicos, creí que me daría noticias sobre cómo iba todo por allá pero solo se limito a preguntarme en donde me encontraba, luego de decírselo colgó. Media hora después, volvió a llamar para pedir más referencias del lugar. Fue bastante raro pero aun así le conteste, enseguida me dijo ‘lo siento’.
Sus palabras no fueron entendidas por mi lucidez hasta que observe en medio de la multitud de las calles, a un hombre alto siendo escoltado por un grupo de tipos rudos. No podía ser otro más que el jefe. Y como ya se había vuelto una costumbre para él, venia directo en mi dirección, por esto no me quedo más que hacer todo lo contrario, correr hacia cualquier lado menos hacia él.
Con solamente plegarias en mi mente, corrí y corrí como si no existiera un mañana. Durante aproximadamente diez minutos fui el protagonista de una interesante persecución por los callejones aledaños, hasta que una poderosa mano me estampo contra la pared oprimiendo mi mejilla en ella.
—¿Cómo te atreves a hacerme perseguirte como si fuera tu asquerosa mascota? —El jefe me reclamo presionando sus dedos contra mi frágil cuello.
—¡Lo siento! —Me disculpe—, no quise hacerlo, fue un accidente, prometo pagárselo, conseguiré otro trabajo y le daré.
—¡Cállate! No entiendo nada de lo que dices.
—Hablo del jarrón.
—¿Qué jarrón? —Su pregunta fue inesperada, ¿acaso no estaba ahí por eso?—, olvídalo, lo que sea de lo que hables, solo olvídalo.
—¿De verdad? —Oh, mis ojos brillaron ante la remota posibilidad de que eso fuera cierto—. ¿Me lo jura?
Un duro golpe en mi nuca fue lo único que obtuve –uno muy duro–. Mi mano froto con delicadeza en la zona afectada pero fue imposible deshacerme del dolor. En cambio él estaba agitando sus ropas, al parecer tenia calor.
Moviéndose como un león enjaulado, me miro de una manera fría y luego me dijo que lo siguiera, antes advirtiéndome que un solo intento de escapar y era carne muerta. Ante la dulce aclaración no pude resistirme a hacer lo que él dijo.
Para mi sorpresa, llegamos a un hotel cercano donde alquilo una habitación. Al principio me rehusé en entrar pero después de recibir una mirada fría, opte por no decir más y acatar. Una vez dentro, él corrió al baño de donde quince minutos después salió cubierto por una bata blanca y con su cabello totalmente mojado –una imagen totalmente orgásmica para mis ojos–. Su apariencia fresca acaloro la mía por lo que le pedí permiso para darme también una rápida ducha. Con un ademan me lo concedió así que me apresure antes de que cambiara de opinión.
El hecho es que acababa de descubrir uno de los puntos débiles del hombre, el calor. Odiaba esa sensación sofocante de tener los rayos del sol sobre su piel. Detestaba la palabra ‘sudor’ cuando no implicaba placer –no diré como es que lo se– y abominaba sentirse pegajoso por una actividad fuera de la cama –tampoco explicaré eso–. Y por esto se debía la súbita visita a ese lugar.
Para cuando salí, –al igual, abrigado por una bata– él aun no se alistaba, por el contrario con toda calma peinaba su cabello con secadora en mano. No cabía duda de que mi jefe era vanidoso, pero era comprensible, su cuerpo emanaba un aura totalmente hipnotizante que te hechizaba al instante. Tan guapo que sus padres debían estar más que orgullosos de crear a un ser como él.
—¡Para de una vez con eso, no necesito adulaciones de tu parte!
Si, no me había dado cuenta de que estaba hablando mis pensamientos en voz alta hasta que mi jefe me mando callar. Pero es que tan solo al tenerlo cerca de mí, ya no podía saber si soñaba o vivía en la realidad.
Camine a donde deje mis ropas después de salir del baño y estaba a punto de ponérmelas cuando él me hablo.
—¿No estuviste con tus padres, verdad?
No tenía la menor idea de a lo que se refería y estaba a punto de contradecirlo pero comprendí que esa era la excusa que los chicos habían utilizado para cubrir mi desaparición. Luego sin dejar de verme, señalo el pedazo de mi cuerpo que alcanzaba a mostrarse por la abertura de la bata.
—Usualmente la familia no deja ese tipo de marcas en alguien de su propia sangre ¿no es cierto?
Él había notado las marcas que conseguí al pagar por mi estadía en la casa de mi amigo. Dos de ellas cerca de mi hombro y otra debajo de mi cuello, me avergüenza decirlo pero de cierta forma eso fue mi baucher.
Permanecí enfocado en encontrar un pretexto coherente para mis rastros de abuso, así que no me di cuenta de que mi jefe ahora estaba parado frente a mí, hasta que su mano alzo mi rostro por la barbilla antes de volver a hablar.
—¿Hallaste a un tipo y por él abandonaste la oficina? —soltó con un tono irónico, estuve a punto de responder pero él continuo—. Supongo que eres un tanto lindo.
—Yo diría que soy guapo —Estúpidamente lo corregí—, tal vez no del todo masculino pero al fin de cuentas es otro estilo de atractivo que a muchas personas les parece sexy.
—Podría ser.
Lo siguiente que supe fue que él estaba sobre mí, ambos tumbados en la cama. Con mi espalda empotrada contra el colchón y él encima ciñéndoseme, me fue imposible enderezarme. Con un rápido movimiento desamarro el lazo de la tela blanca que me vestía y jalo de un extremo dejando al descubierto mi piel a expensas de sus pecaminosos ojos.
Me resistí en su agarre pero él era más fuerte, más fornido, pude constatarlo cuando le sujete los brazos y sus esplendidos músculos se tensaron en mis dedos. A decir verdad, parte de mí estaba disfrutando de aquel contacto, eso me asusto, porque estaba rindiéndome fácilmente solo por un buen rostro y un cuerpo de infarto. Así que encontré el aire suficiente en mis pulmones y mencioné el nombre de Junsu. Él se detuvo pero no me libero, clavo su mirada en mí para decirme que él no tenía nada que ver con eso. ¿Cómo diablos no tenía nada que ver con eso? Junsu estaba saliendo con él, por lo tanto era todo lo contrario.
Sin darle importancia a mis opiniones, él siguió con lo suyo. El siguiente nivel de ataque fue mi cuello, y Dios que bien se sentía tenerlo besándome ahí, era endemoniadamente estupendo en ello. La forma en que sus labios y dientes pellizcaban cada milímetro o la forma en que su legua humedecía la zona por donde pasaba, me hacia nublar la vista. Por un minuto me perdí y olvide todas las objeciones que tenia al respecto. Pero algo no estaba bien, existía una diferencia, mas no sabía cuál era. Al menos no hasta que él separo mas mis piernas. Como un rayo, la señal llego a mi cerebro y con más maña que fuerza lo aleje de mi cuello e intente cambiarnos de posición.
—¿Qué intentas hacer? Yo voy arriba —gruño.
—¿Qué?
—Yo doy y tú recibes —me aclaro.
Eso cortó de tajo el más leve dejo de excitación que aun circulaba por mis venas en ese instante. Desde que inicie mi vida sexual yo jamás había “recibido” y esa no sería la excepción. Mi rol nunca fue de pasivo así que no podía pretender que de buenas a primeras yo cambiara de gustos. Mas sin embargo él era insistente, me sujeto con más fuerza diciéndome que no tenía caso que jugara al inocente cuando era tan evidente que moría por él. De las tantas cosas que a ese hombre le hacían falta, la más importante era la humildad.
Pues sí, probablemente fue inevitable para mí no mostrar señales de que lo consideraba fascinante, pero no era necesario que lo dijera, y definitivamente no de esa manera tan presuntuosa. Deje eso de lado cuando su expresión se volvió oscura como si en cualquier momento fuera a desatar el peso de su furia contra mí.
Por lo regular yo no tendía a realizar este tipo de favores, pero dada las circunstancias y las escasas –nulas– alternativas con las que contaba, tuve que hacerlo. Situaciones extremas requieren medidas desesperadas. Pase descaradamente mi mano derecha sobre el evidente resultado de nuestro previo jugueteo. Sé que tome por sorpresa al jefe por el pequeño sobresalto que dio pero me apresure a murmurar que le ayudaría a serenar su entusiasmo. Sin dejarlo protestar por segunda ocasión, lo empuje hasta sentarlo y me impulse arrodillado sobre su regazo. Fácilmente aparte la bata del objeto de mi deseo revelándolo inmediatamente dejándolo a mi completa disposición.
Mi lengua fue la primera en alcanzarlo, arrastrándola cautelosamente de un extremo a otro, al tiempo que mi mano se apresuraba en fijarlo más cerca de ella, después mis labios entraron en acción apresándolo en cada pedazo que entraba en contacto con ellos.
De lo que no lograba envolver con mi boca se hacían cargo mis dedos que fenomenalmente se movían a diestra y siniestra en toda la circunferencia. Debí estarlo haciendo muy bien porque el jefe no dejaba de hacer sonidos de aprobación manteniendo su cabeza hacia atrás con los ojos cerrados. No era mucha mi experiencia pero sabía lo que me gustaba a mí, así que hice exactamente eso.
Me di cuenta de que su liberación estaba cerca cuando agarro mis cabellos –no muy delicadamente– y trato de imponer el ritmo que yo debía de llevar, y bueno tratándose esto de su satisfacción y de mi salvación, accedí. Incremente la velocidad retirándome justo un segundo antes de que él culminara.
Mientras él seguía recuperándose de su actual estado de dicha, yo me agradecía mentalmente de no ceder porque dadas las magnitudes del hombre, posiblemente me hubiera sido difícil, quizás imposible, caminar correctamente para salir del hotel. Pero estaba adelantándome al festejo cuando aun el asunto no estaba terminado. Él mismo se encargo de demostrármelo al despojarme de la bata con una velocidad que yo solo podría considerar como demoniaca, y sus manos fueron a todas direcciones, de norte a sur, de este a oeste. Luego me volteo dejándome boca abajo a total merced suya.
Lo admito, sentí pánico, era como si estuviera a punto de ser violado. Yo no podía ser mancillado de aquella forma, por ningún motivo dejaría que mi persona fuera utilizada para complacer sus escalofriantes perversidades y menos contra mi voluntad. Tome todo el valor que me quedaba para gritarle que no quería, entonces él de mala gana me pregunto el porqué y lo único que se me ocurrió fue de nuevo Junsu, él era el recurso más sólido que tenia.
Le dije que Junsu para mi significaba mucho y que aun lo quería, así que no podía traicionarlo de esa manera. Por mi bienestar, mentí y por mi cobardía escondí mi cara en la almohada aguardando que el primer golpe cayera sobre mí. Este nunca llego, solo pude escuchar su grito: —¡Estoy harto de ustedes dos! —Acto seguido, el colchón se movió cuando él bajo de la cama y el sonido de un portazo fue todo lo que dejo al entrar al baño.
Fue entonces que pensé “adiós Kim Jaejoong, fue un placer vivir bajo tu nombre por 23 años”.
Inesperadamente la puerta volvió a abrirse emergiendo totalmente vestido y con una expresión sombría. Me miro por un segundo antes de ordenarme que me alistara para irnos lo más pronto posible, esas no fueron puntualmente las palabras que utilizo pero prefiero no repetir lo que él dijo.
Al arribar a la compañía fui recibido efusivamente por los chicos, debo reconocer que los extrañe. Recibí un abrazo tras otro hasta que levante la vista y encontré no más que ruinas de lo que antes solía llamar oficina. Decir que el lugar estaba sucio es poco, considero más apropiado describirlo como inmundo. Una ofensa para la salud de cualquier humano.
El piso era tan oscuro que no sabía por dónde pisaba, incluso las suelas de mis zapatos se raspaban al caminar, los escritorios se encontraban atiborrados de basura, papeles y desechables de cualquier tipo de comida inimaginable. Las plantas que un día proporcionaron un poco de vida al lugar ahora yacían casi muertas. Pero lo más sobresaliente era el olor repugnante que aromatizaba todo alrededor, algo muy similar a un desagüe de aguas negras. Lo que más temor me dio fue que la probabilidad de que proviniera de los baños era casi del 99%.
Por esa vez decidí dejar pasar el desastre que habían ocasionado a tan solo unos días de mi partida, estaba agradecido porque había vuelto sano y salvo. Estire mis brazos poniéndome manos a la obra. Con la ayuda de todos –a excepción de cierto ogro– pudimos dejar todo a como solía ser en cuestión de dos horas.
Era tanta la felicidad que daba un ambiente limpio que casi bailábamos de alegría, hasta que el encanto se rompió al pasarme rozando una engrapadora a toda velocidad. Una que iba dirigida hacia mi cabeza.
—¡Déjense de ridiculeces y comiencen a trabajar! —El jefe protesto.
Y es que el muy maldito todo lo tenía que solucionar con golpes, el dialogo nunca fue su mejor arma, eso era una verdad irrefutable.
Dos días después, había logrado lo impensable, reviví al jarrón de los vestigios. Solo fue cuestión de un poco de buen pegamento y mucha paciencia. Todos asombrados me alabaron por mi obra maestra y yo cual prodigio del arte de la reconstrucción, me sentí el rey de ello. Acordamos guardar el secreto del jefe cuando me entere de que la razón por la que me busco fue por el mugriento espacio en el que se veía forzado a trabajar y no por mi torpeza.
Fue ahí cuando concluí que a él poco le importaba el valor del objeto o siquiera tenerlo, era solo la intención del regalo cuando le fue dado, porque de no haber sido así, inmediatamente hubiera notado su ausencia y por lo tanto yo ahora estaría… muerto.

2 comentarios:

  1. Mmm Jae no es pasivo.. ...bueno hasta que llego el jefe. ....me pregunto si Junsu y Yunho siguen juntos, pareciera que no.. .
    Ademas cuales fueron las verdaderas razones por las que busco a Jae, me niego a creer que solo por la limpieza.. ....

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  2. Jajaja.... limpieza, si como no,, mas bien de su cuerpo, Yunho de alguna manera buscaras lograr que Jae sea el uke.

    Gracias!!!

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