Memorias de un mafioso: Capítulo 8

Mi vida no es teorías y fórmulas. Es instinto y sentido común.
Audrey Hepburn

Desconfiadamente, el lunes estaba transcurriendo con total tranquilidad, algo tan anormal para mi estado de alarma. Ese día había despertado con el firme propósito de comportarme como si nada hubiera ocurrido, según mi entender, eso era lo mejor que podía hacer, estúpido o no, fue lo único que se me ocurrió.

Habían pasado tres horas desde que llegue a la oficina y el jefe aun no se aparecía. Después de vivir atemorizado encerrado dentro de las cuatro paredes de mi modesta casa durante el fin de semana, la angustia me hacia transpirar tres veces más de lo que comúnmente hacia. La incertidumbre de saber si el jefe me haría algo, consumía tramo por tramo mi estabilidad emocional, a tal grado que en algún momento tuve la loca idea de que podría retarlo a un combate cuerpo a cuerpo –no del tipo sexual– y en el mejor de los casos no recibir graves heridas o por qué no, resultar vencedor.
Si, estaba demente, pero es que cuando estás tratando de llegar a la luz a través del túnel, los más delirantes planes cruzan por la cabeza. Pero igual si el tipo se me echaba a golpes, yo tendría que defenderme, así que más valía saber contra que tanto me estaba afrontando.
—Uhm, Myungsoo, hablando hipotéticamente, si te enfrentaras contra el jefe, ¿qué tantas posibilidades tendrías de derrotarlo? —pregunte aparentemente consiguiendo que se concentrara en contestar.
—¿Tres de cien?
Amplié mis ojos y me incline para ocultar mi cabeza entre la separación de mis piernas sentado en uno de los sillones. Si para Myungsoo, quien matemáticamente tenía el doble de mi masa muscular, sus estadísticas iban en contra de su salud, yo estaba prácticamente muerto.
—¿Alguna vez alguien ha estado cerca de vencerlo? —solté de nuevo queriendo confirmar mi suerte.
—Ahm, no, creo que no, al principio todo mundo lo veía como un tipo más de la familia, pero desde que fuimos testigos de su pelea contra oso asesino, se gano el respeto de todos. Su manera de pelear es simplemente de temer. Después de todo, por algo es el jefe.
Me sentí como si estuviera cayendo en un torbellino profundo, mi última esperanza había desaparecido aun cuando desde un principio supe que era solo una obsoleta ilusión.
La puerta se abrió y el silencio a mí alrededor me dejo claro que acababa de entrar el jefe. Era entonces cuando comenzarían a salir de mi boca suplicas sin parar.
—Realmente eres un bastardo valiente —me dijo poniéndose frente a mi haciendo que yo casi torciera mi cuello al mirarlo a los ojos—, creí que no querrías volver al lugar donde trabaja un infeliz petulante, ¿o es que tienes más pronombres con los que describirme?
—No es solo mi culpa, usted fue el que empezó, me ofendió con tanta facilidad que no pude contenerme, no podía simplemente estar ahí y…
—¡Silencio! ¿Quieres continuar donde lo dejamos? tú fuiste el que salió huyendo en primer lugar, pero olvídalo, no voy a seguir tu juego, solo tráeme un maldito café ahora mismo.
Abrió la puerta adjunta de su oficina personal y después de entrar, la cerro tan ruidosamente que los vidrios de la ventana retumbaron.
Todos quedaron atónitos por su compartimiento, pero nadie dijo nada puesto que tratándose del jefe no era lo más adecuado entrometerse en sus asuntos. Suspirando me levante yendo a preparar su dichoso café. Pero para cuando fui a llevárselo casi lo arrojo sobre cara al protestar que él lo quería frío. Y claro como yo era adivino, se supone que sabría de ello sin necesidad de que él me lo dijera.
Eso fue el principio del día mas ajetreado que tuve desde que llegue ahí. Fue orden tras orden, de las cuales más de la mitad tuve que volver a repetirlas dado que las cosas no salieron tal cual él las quería. Como abuso de poder, podría describir su trato hacia mí.
Cuando los demás se fueron retirando uno por uno, creí que era tiempo para hacerlo también, así que deje mi plumero de lado, sigilosamente me acerque tomando mi mochila murmurando un ‘hasta mañana’. Verdaderamente fue una lástima que a cuatro pasos de la salida, él se diera cuenta de mi huida e impidiera que me marchara.
—Aun no puedes irte.
Y como si sus palabras fueran un hechizo, permanecí estático en el mismo lugar observando como con cada segundo él se encontraba cada vez más cerca de mí.
—Yo… uhm… ¿necesita que haga otra cosa? —le pregunte con recelo.
—Muchas en realidad, pero sé que no las harás por tu propia disposición.
Mostro una sonrisa de lado antes de sentarse en el borde de su escritorio, estirando las piernas cruzando sus tobillos y sujetando su celular en una de sus manos.
—¿Pero qué tal si utilizo a Junsu para persuadirte?, supongo que es lo que un infeliz petulante haría en un caso como este para conseguir lo quiere ¿no?
—¿Qué está planeando? ¿Qué tiene que ver él?
—No lo sé, quizás Junsu podría aclararme ciertos cabos sueltos respecto a ustedes dos o él podría reemplazarte en algún futuro no muy lejano.
La sola idea de que Junsu se viera obligado o saliera perjudicado por causa mía, fue tan desoladora que en un instante me encontraba dispuesto a todo con tal de evitarlo a como diera lugar.
—¿Lo único que quiere es hacerlo conmigo, cierto? y supongo que una vez que pase eso, su capricho estará satisfecho y me dejara en paz, después de todo solo se ha empeñado en conseguirme por haberme negado a ceder ante usted —Comencé a desabrochar los dos botones de la parte superior de mi camiseta y después de un tirón salí de ella arrojándola al piso—. Pero antes necesito que me prometa que esto no saldrá de aquí, que mas nadie se enterara, sobre todo Junsu —demandé sujetando la pretina de mi pantalón.
—Bien.
Fue todo lo que dijo al ponerse de pie quitándose su corbata aventándola al aire y desabotonando hábilmente su camisa en un instante. Me fue acorralando hasta que mis pantorrillas toparon con el sillón y de un simple empujón, caí en este y el jefe encima de mí.
Sus mañosos dedos se movieron de aquí para allá en toda mi existencia, el plop de la hebilla de mi cinturón al caer al suelo me hizo entrar en conciencia de lo que estaba a punto de pasar conmigo. Iba entregar la última pizca de pureza que me quedaba a un mafioso.
Lo aparte poniendo las palmas de mis manos en sus hombros, notando como su mirada se afilaba peligrosamente.
—¡¿Qué?! —gritó.
—No haremos todo, solo será algo superficial —declaré.
—¿Qué quieres decir con superficial?
—Solo utilizara las manos sin llegar a otro tipo de… conexión.
—Oh y lógicamente obedeceré porque yo siempre actúo como tú me dices que lo haga —Obviamente con sarcasmo, fue conciso con sus intenciones.
—Pero.
Mi protesta murió cuando con sus dedos me impidió hablar, sus yemas delinearon mi labio inferior mientras sus ojos se mantenían fijos en los míos.
—Deberías estar agradecido por el trato que te estoy dando, después de todo tú deuda conmigo es bastante grande.
Aunque sus palabras me desconcertaban, no podía siquiera intentar encontrarles sentido porque por segunda vez estaba disfrutando de las esplendorosas habilidades de su boca sobre mi cuello, hombros y todo lo que se atravesara en su camino.
Eso fue hasta que tuvo que sacar a relucir de nuevo su hábito de roer la piel. Esta vez no fue tan fuerte como cuando lo hizo en estado etílico, pero sin duda dejaría marca, así que me removí tratando de lograr que me soltara pero como era de esperar, me fue imposible hacerlo.
—Solo no me deje todo chupeteado.
—Cállate de una buena vez que estoy tratando de hacerte sentir bien —susurro antes de mordisquear suavemente mi oreja.
Mi temperatura corporal comenzó a subir en fracciones de segundo, y fue mucho peor cuando mi yo junior, consiguió ser el siguiente punto de atención para una de sus manos. Entonces ahí descubrí que si su trabajo anterior había sido sumamente bueno, lo que hacía en ese momento era simplemente magistral. Y aunque hice mi mejor intento por mantenerme en silencio, un leve sonido de complacencia escapo inevitablemente desde mi garganta. Para mi mala suerte fue demasiado perceptible para él.
—Oh, soy muy bueno en esto ¿cierto? —Levanto su cabeza sonriendo cínicamente al hablar.
—Es solo que ha pasado tiempo desde que… no te creas demasiado —Desvié la mirada sintiendo mi rostro un tanto más acalorado.
—Ah, eso es aun mejor entonces, entre más receptivo estés, mas lo disfrutaras.
—¡Yah! solo sigue con lo tuyo y deja de decir… cosas como esas.
El volumen de mi voz fue decayendo conforme analice mi frase, porque en primer lugar lo estaba volviendo a tutear y en segundo, lo alenté para que continuara su avance sobre mí. Y eso realmente no era nada recatado de mi parte, es decir, con mis conquistas regulares yo era tan desinhibido como lo es un bailarín exótico en un show privado –me han contado–, con la gran diferencia del inexistente dinero en mi tanga –prenda que por supuesto ni en mis días más locos he usado–, pero él no era en nada parecido a ninguno de mis ligues pasados, por lo que mi comportamiento acostumbrado irrevocablemente debía haber sido totalmente distinto, desgraciadamente él me lo hacía virtuosamente imposible.
Al beso que comenzó forzado estaba a casi nada de rendirme cuando la puerta se abrió.
—Yunho, ¿por qué no has estado contestando mis llamadas? Tan ocupa…
De todas los seres o entes que pudieron haberme petrificado con su presencia en ese instante –incluyendo un alíen– nadie hubiera causado más consternación que la persona de pie, bajo el umbral sosteniendo con fuerza el picaporte de la puerta, Junsu.
El jefe y yo permanecimos en la misma posición comprometedora –uno encima del otro– y de la cual no era necesaria absolutamente ninguna explicación para tener claro conocimiento de lo que sucedía entre nosotros.
Dando un paso atrás, Junsu salió despavorido sin hacer ni un solo ruido más. Trate de enderezarme para ir tras él pero el jefe me afianzo de los brazos no dejando que me moviera otro centímetro.
—¿A dónde crees que vas? —me dijo con su tan acostumbrada mirada feroz.
—Co…Con Junsu.
—¿Por qué?
—¿Cómo que por qué? ¿No es obvio? Tengo que hablar con él, tengo que explicarle que.
—¿Tanto así estas interesado en él? ¿Están saliendo o qué? —Me sujeto algo más enérgico sacudiéndome un poco.
—¿Qué? se supone que es usted el que sale con él —lo rectifique.
—¡¿Entonces por qué demonios tienes que perseguirlo? Si a mí no me importa, menos debería a ti!
—¿Realmente no le importa Junsu? ¿En verdad no le importa si él ya no quiere saber más de usted? —Aguarde por su respuesta con ansia, si esta era afirmativa entonces mi panorama cambiaría definitivamente.
—Sí ¿y qué? —Fue ahí cuando considere que todo ya estaba dicho.
—Entonces no hay razón para seguir trabajando para usted —Tomándolo desprevenido, me levante del sillón recogiendo mi camiseta poniéndomela con agilidad.
—¿Cómo dices?
—Solo estaba aquí por Junsu, pero si él desparecerá de su vida, lo mismo hare yo.
—¡Espera un momento! —Rápidamente me alcanzo frenándome bruscamente por la manga—. Tú no sales de aquí has…
—En realidad no recuerdo mucho del incidente entre nosotros en el pasado, estuve casi al borde de la muerte y eso dejo lagunas mentales en mí, pero le pido disculpas nuevamente —Con mi mano derecha, retire sutilmente su agarre en mí—. Espero no volvamos a vernos jamás, hasta entonces cuídese.
Antes de poder avanzar un paso, él me abrazo por los hombros pegando el costado de su cara en la mía.
—Dilo una vez más —murmuro—. Hazlo.
—¿Qué?
—¡Dilo! —exigió con hostilidad.
La fuerza de sus brazos se hizo cada vez más rígida hasta hacerme sentir casi asfixiado, mis pulmones duramente podían soltar el aire así que mucho menos lograba respirar adecuadamente. Por un segundo pensé que moriría ahí, siendo retenido en medio de una oficina casi en penumbras y nadie seria testigo de ello.
Pero el milagro ocurrió, un destello de luz desde el escritorio hacia el techo hizo que el jefe recobrara sus cinco sentidos, la vibración en el mueble fue lo único que se escuchaba aparte de mis entrecortadas bocanadas de oxigeno que mi cuerpo me obligo a recabar.
Pesadamente, él caminó para agarrar su celular y dándome la espalda, contesto la llamada. Yo por supuesto no espere a que terminara esta para que continuara con su intento de homicidio. Solo Dios sabe cómo me las ingenie para empuñar el tirante de mi mochila casi a la par en que tenía un pie fuera de la oficina.
Como alma que lleva el diablo, baje las escaleras de emergencia ni siquiera optando por abordar el ascensor. En cuanto estuve a varias cuadras del edificio, saque mi teléfono marcando de inmediato a Junsu, mándame enseguida al buzón de voz. Sin mucho que hacer al respecto, me auto-convencí de que aguardar al otro día para enfrentarlo, era lo más conveniente.
La noche paso tan rápido que para cuando me di cuenta ya estaba claro afuera. Después de mi rápido desayuno que consistió en un bísquet integral de manzana junto con un yogurt de beber, me dirigí a la universidad, donde luego de meditarlo por varios minutos, camine mas allá de las rejas de la entrada. Revise la hora en el reloj de mi celular comprobando el tiempo con el que contaba antes de tener mi primera clase. Un poco menos de una hora, lo suficiente para hablar con Junsu si es que lograba encontrarlo rápidamente.
—Hey Jae, ¿ahora quien es el chico en turno?
Oh genial, justo cuando tenía el tiempo contado, aparecía un amigo –el mejor, de hecho– delante de mí, para entretenerme y quitarme la posibilidad de arreglarme con Junsu lo más pronto posible.
—No es nadie —le dije.
—Yah, ¿estás cuidando su reputación? ¿desde cuándo haces algo así? —Paso uno de sus brazos por detrás de mi cintura acercándome a milímetros de él—, conmigo no tendrías que preocuparte por eso.
—Estás loco —Con mi codo sobre su estomago, fui capaz de alejarlo antes de que pusiera sus labios sobre mi mejilla como usualmente solía hacerlo—. Déjate de juegos, Minho.
—¿Por qué tanta seriedad? ¿Tienes algún problema, Jae? —pregunto mirándome con detenimiento, estaba a punto de decirle que me encontraba perfectamente cuando delante de nosotros se detuvo Junsu con un muy notorio entrecejo fruncido.
—Yo… me tengo que ir —me disculpe preparándome para mi vertiginosa retirada.
—Aguarda —Junsu hablo secamente—, tengo algo que decirte.
Supuse que hablaba hacia mí, pero puesto que ya me encontraba de espaldas a él, pretendí que era para otra persona. Si bien yo me había propuesto buscarlo y aclarar todo, al tenerlo cara a cara, me hizo sentir dudoso e incapaz de confrontarlo, por lo que me dispuse a escapar de la situación.
—¡Espera! —Me detuvo de la manga haciendo traer recuerdos de la noche anterior a mi cabeza—. ¡Al menos deberías tener la decencia de disculparte conmigo! ¡¿Ni siquiera te sientes un poco culpable hacia mí?!
—¿Por qué debería? No es como si tú no hubieras sido el primero propiciarlo, tú fuiste él que me consiguió los grilletes para hacerme técnicamente su esclavo. Así que antes de lanzar acusaciones al aire, piensa en tu parte de responsabilidad.
—No eres más que un cualquiera —espeto soltándome con un gesto de asco.
—¿Y que si lo soy? A ti hasta hace poco, parecía no importarte cuando estabas a mí alrededor —Con poco esfuerzo, mi boca se curveo con suficiencia.
Hasta que inesperadamente, su puño cerrado en mi mandíbula me hizo rebotar unos cuantos pasos atrás haciéndome casi trastabillar. Afortunadamente para mi, Junsu no era tan bueno en los golpes, por lo que estaba seguro que lo máximo que obtendría sería un dolor por el resto del día –el cual probablemente merecía– pero que un analgésico eliminaría tan pronto hiciera su efecto.
—¡Eres un maldito traidor! ¡¿Desde cuándo tú y él han estado juntos a mis espaldas?!
—¿Por qué no se lo preguntas a él? después de todo, no es que tú y yo nos debamos algo de lealtad —hable sin mirarlo directamente—. Dejare pasar el golpe que acabas de darme, pero no es a mí a quien deberías estarle exigiendo explicaciones de ese tipo y solo para que no tengas que preocuparte por lo que pase entre él y yo, te aviso que no volveré a la “cooperativa de crédito”.
Sin más, di media vuelta marchándome no mirando atrás. Lo menos que merecía Junsu era que lo dejara tranquilo y la única manera de lograrlo era saliendo de su vida, algo que debí haber hecho mucho antes pero que egoístamente me negué puesto que son tan pocas las personas que sinceramente se interesaban por mí, que me era sumamente difícil desprenderme de ellas.
Los días que le siguieron a ese, estuvieron en aborrecida calma. De alguna enfermiza manera, me había familiarizado al ritmo atosigado que durante un par de meses, estaba sobrellevando. Y por extraño e incluso ridículo que parezca, extrañaba a la bola de gañanes con los que compartía el martirio pesar de tener como jefe a Jung Yunho, individuo que no echaba de menos en lo más mínimo, ni a sus órdenes, ni a sus gritos, mucho menos a sus magníficos atributos físicos que poco estuvieron de propiciarme un infarto ocular por la sobre exposición de su cuerpo –fuera o no, esto posible de ocurrir–, porque si, había que reconocer que el hombre estaba alucinante pero su carácter lo mandaba al caño en un abrir y cerrar de ojos.
Mi celular estaba siendo inundado con llamadas y mensajes continuos de los chicos, era obvio que no entendieran de mi inesperada partida pero aunque no lo hubiera querido así, no es como si pudiera haber tenido la oportunidad de despedirme como si ningún conflicto existiera entre el jefe y yo.
Sabía que más que nada, ellos extrañaban mis atenciones para con ellos, porque bien que mal, yo trabajaba sin parar para que todos estuvieran contentos con mi desempeño en la oficina. Y al igual que el regreso de mi nefasta huida aquella vez que por accidente rompí el preciado jarrón, casi podía estar seguro de que el lugar se encontraba en peores condiciones, pero ellos eran hombres adultos que sin ningún impedimento podían arreglárselas solos, porque no siempre podría estar ahí levantando sus holgazanes traseros.
Como sea, el poco dinero –muy próximo a nulo– que recibía por ser empleado ahí, era una mínima ayuda a mi apurada economía y ahora sin este, el vacio en mis bolsillos se sentía aun mayor. Así que no debía más que resignarme y conseguir otro trabajo.
La maquinación de mis estrategias por obtener inmensos ingresos se vio interrumpida por el timbre de mi celular. Observé el Id en la pantalla, se trataba de un número desconocido, por un segundo mis músculos se tensaron aflojándose al recordar que a mi ex-jefe ahora lo tenía registrado bajo el seudónimo de ‘hot-demon’ –sobra explicar el porqué de este– por lo que esperanzadoramente no se trataba de él.
—¿Si? —conteste la llamada.
—Yah~ tú —Difícilmente, pero logre reconocer la embriagada voz de Junsu—. ¿Me escuchas?
—¿Estas ebrio?
—¡Que te importa, solo hable para decirte una cosa! —El casi chirrido que sonó a través del auricular retumbo seriamente en mis oídos.
—Dímelo mañana, ahora ve a dormir —le dije con calma.
—¡No quiero!
—Junsu, ¿dónde estás? ¿estás con alguien?
—¿Por qué quieres saber? No es como si tú y yo nos debiéramos algo de lealtad ¿no es cierto?
Lamentablemente tarde, concluí que sería mejor que me enfocara y pusiera más precaución a lo que salía de mi boca, si es que no quería seguir recibiendo mis propias palabras en mi contra.
—Su, dime la dirección e iré por ti —le ofrecí ignorando su declaración porque él siempre había sido de los que tienen poco control con la bebida.
—¡¿Quién te pidió tu ayuda, miserable traicionero?! ¡No soy tan estúpido para seguir confiando en ti! —Aumento más su tono provocando que alejara el teléfono de mí—. Pon atención, quiero verte mañana en el bar-café a una cuadra de la empresa, a las cuatro y no faltes.
Sin poder preguntar siquiera el para que quería que fuera a ese sitio, él colgó dejándome solo un pitido anunciándolo. Coloque mi celular en el suelo, justo a un lado de mi deteriorada colchoneta en la que dormía todos los días. Y con mil pensamientos en mi cerebro, intente despejarlo para poder descansar aunque fuera un par de horas.
Últimamente todo en mi vida pintaba gris por donde se viera, y ese día en el que me reuniría con Junsu amaneció nublado acompañado de una ligera brisa húmeda que auguraba lluvia quizás más tarde, lo único que me faltaba era mojarme, y eso era lo que ocurriría porque no contaba con un paraguas.
Al tener a la vista el lugar donde se supondría nos encontraríamos, suspire profundamente antes de atravesar la calle, odiando el hecho de que estuviéramos a tan solo unos metros del edificio donde el bestial mafioso tenía su imperio, sin embargo opte por restarle importancia y entrar.
Casi todas las mesas estaban ocupadas, pero fue sencillo dar con Junsu puesto que a él siempre le gustaba sentarse en los rincones de los establecimientos como ese. La sorpresa fue que él no estaba solo, sino que sentado frente de si, tenía al mismísimo Jung Yunho, quien con el semblante extremadamente pensativo, fumaba un cigarrillo apuñalándolo con su aguda mirada.
No estaba seguro si debía o no interrumpirlos y por un instante estuve tentado a esperar a Junsu afuera cuando vi con pavor como él era levantado de un jalón por Yunho y sin escatimo lo arrojo contra la pared. Actuando mas por impulso que por razonamiento, me dirigí hacia ambos alcanzando a sostener la mano que podía jurar pretendía crear un agujero en el rostro de Junsu.
La rabia que cubría las facciones de Yunho, no sirvió para hacerme retroceder y ni siquiera me inmute en devolverle la fría apariencia con la que él me encaraba. Posiblemente me arrepentiría cuando estuviera convaleciente en un hospital, pero mientras me fuera posible, debía mostrarme valiente, tanto por Junsu como por mi propia salud mental.

2 comentarios:

  1. Aun no logro comprender si lo que Jae siente por Junsu es amor(?) O alguna especie de gratitud y cariño por el agradable recuerdo de sus dias juntos.. ...no creo que sea amor, por que por Dios, mira a alguien atractivo y dotado y se le olvida, pero sin asi hay algo ahi......ademas por que Junsu lo cito y tambien a Yunho? Que trama?

    ResponderBorrar
  2. Que será lo que trama Yunho al citar a Jae por medio de Junsu?... o será una trampa para tenerlo para él.

    Que emocionante.

    Gracias!!!

    ResponderBorrar


Quejas, opiniones, sugerencias? lo que sea, no te lo guardes y hazte escuchar!!