Mi vida no es
teorías y fórmulas. Es instinto y sentido común.
Audrey Hepburn
Desconfiadamente,
el lunes estaba transcurriendo con total tranquilidad, algo tan anormal para mi
estado de alarma. Ese día había despertado con el firme propósito de
comportarme como si nada hubiera ocurrido, según mi entender, eso era lo mejor
que podía hacer, estúpido o no, fue lo único que se me ocurrió.
Habían
pasado tres horas desde que llegue a la oficina y el jefe aun no se aparecía.
Después de vivir atemorizado encerrado dentro de las cuatro paredes de mi
modesta casa durante el fin de semana, la angustia me hacia transpirar tres
veces más de lo que comúnmente hacia. La incertidumbre de saber si el jefe me
haría algo, consumía tramo por tramo mi estabilidad emocional, a tal grado que
en algún momento tuve la loca idea de que podría retarlo a un combate cuerpo a
cuerpo –no del tipo sexual– y en el mejor de los casos no recibir graves
heridas o por qué no, resultar vencedor.
Si,
estaba demente, pero es que cuando estás tratando de llegar a la luz a través
del túnel, los más delirantes planes cruzan por la cabeza. Pero igual si el
tipo se me echaba a golpes, yo tendría que defenderme, así que más valía saber
contra que tanto me estaba afrontando.
—Uhm,
Myungsoo, hablando hipotéticamente, si te enfrentaras contra el jefe, ¿qué
tantas posibilidades tendrías de derrotarlo? —pregunte aparentemente
consiguiendo que se concentrara en contestar.
—¿Tres
de cien?
Amplié
mis ojos y me incline para ocultar mi cabeza entre la separación de mis piernas
sentado en uno de los sillones. Si para Myungsoo, quien matemáticamente tenía
el doble de mi masa muscular, sus estadísticas iban en contra de su salud, yo
estaba prácticamente muerto.
—¿Alguna
vez alguien ha estado cerca de vencerlo? —solté de nuevo queriendo confirmar mi
suerte.
—Ahm,
no, creo que no, al principio todo mundo lo veía como un tipo más de la
familia, pero desde que fuimos testigos de su pelea contra oso asesino, se gano
el respeto de todos. Su manera de pelear es simplemente de temer. Después de
todo, por algo es el jefe.
Me
sentí como si estuviera cayendo en un torbellino profundo, mi última esperanza
había desaparecido aun cuando desde un principio supe que era solo una obsoleta
ilusión.
La
puerta se abrió y el silencio a mí alrededor me dejo claro que acababa de
entrar el jefe. Era entonces cuando comenzarían a salir de mi boca suplicas sin
parar.
—Realmente
eres un bastardo valiente —me dijo poniéndose frente a mi haciendo que yo casi
torciera mi cuello al mirarlo a los ojos—, creí que no querrías volver al lugar
donde trabaja un infeliz petulante, ¿o es que tienes más pronombres con los que
describirme?
—No
es solo mi culpa, usted fue el que empezó, me ofendió con tanta facilidad que
no pude contenerme, no podía simplemente estar ahí y…
—¡Silencio!
¿Quieres continuar donde lo dejamos? tú fuiste el que salió huyendo en primer
lugar, pero olvídalo, no voy a seguir tu juego, solo tráeme un maldito café
ahora mismo.
Abrió
la puerta adjunta de su oficina personal y después de entrar, la cerro tan
ruidosamente que los vidrios de la ventana retumbaron.
Todos
quedaron atónitos por su compartimiento, pero nadie dijo nada puesto que
tratándose del jefe no era lo más adecuado entrometerse en sus asuntos.
Suspirando me levante yendo a preparar su dichoso café. Pero para cuando fui a
llevárselo casi lo arrojo sobre cara al protestar que él lo quería frío. Y claro
como yo era adivino, se supone que sabría de ello sin necesidad de que él me lo
dijera.
Eso
fue el principio del día mas ajetreado que tuve desde que llegue ahí. Fue orden
tras orden, de las cuales más de la mitad tuve que volver a repetirlas dado que
las cosas no salieron tal cual él las quería. Como abuso de poder, podría
describir su trato hacia mí.
Cuando
los demás se fueron retirando uno por uno, creí que era tiempo para hacerlo
también, así que deje mi plumero de lado, sigilosamente me acerque tomando mi
mochila murmurando un ‘hasta mañana’. Verdaderamente fue una lástima que a
cuatro pasos de la salida, él se diera cuenta de mi huida e impidiera que me
marchara.
—Aun
no puedes irte.
Y
como si sus palabras fueran un hechizo, permanecí estático en el mismo lugar
observando como con cada segundo él se encontraba cada vez más cerca de mí.
—Yo…
uhm… ¿necesita que haga otra cosa? —le pregunte con recelo.
—Muchas
en realidad, pero sé que no las harás por tu propia disposición.
Mostro
una sonrisa de lado antes de sentarse en el borde de su escritorio, estirando
las piernas cruzando sus tobillos y sujetando su celular en una de sus manos.
—¿Pero
qué tal si utilizo a Junsu para persuadirte?, supongo que es lo que un infeliz
petulante haría en un caso como este para conseguir lo quiere ¿no?
—¿Qué
está planeando? ¿Qué tiene que ver él?
—No
lo sé, quizás Junsu podría aclararme ciertos cabos sueltos respecto a ustedes
dos o él podría reemplazarte en algún futuro no muy lejano.
La
sola idea de que Junsu se viera obligado o saliera perjudicado por causa mía,
fue tan desoladora que en un instante me encontraba dispuesto a todo con tal de
evitarlo a como diera lugar.
—¿Lo
único que quiere es hacerlo conmigo, cierto? y supongo que una vez que pase
eso, su capricho estará satisfecho y me dejara en paz, después de todo solo se
ha empeñado en conseguirme por haberme negado a ceder ante usted —Comencé a
desabrochar los dos botones de la parte superior de mi camiseta y después de un
tirón salí de ella arrojándola al piso—. Pero antes necesito que me prometa que
esto no saldrá de aquí, que mas nadie se enterara, sobre todo Junsu —demandé
sujetando la pretina de mi pantalón.
—Bien.
Fue
todo lo que dijo al ponerse de pie quitándose su corbata aventándola al aire y
desabotonando hábilmente su camisa en un instante. Me fue acorralando hasta que
mis pantorrillas toparon con el sillón y de un simple empujón, caí en este y el
jefe encima de mí.
Sus
mañosos dedos se movieron de aquí para allá en toda mi existencia, el plop de
la hebilla de mi cinturón al caer al suelo me hizo entrar en conciencia de lo
que estaba a punto de pasar conmigo. Iba entregar la última pizca de pureza que
me quedaba a un mafioso.
Lo
aparte poniendo las palmas de mis manos en sus hombros, notando como su mirada
se afilaba peligrosamente.
—¡¿Qué?!
—gritó.
—No
haremos todo, solo será algo superficial —declaré.
—¿Qué
quieres decir con superficial?
—Solo
utilizara las manos sin llegar a otro tipo de… conexión.
—Oh
y lógicamente obedeceré porque yo siempre actúo como tú me dices que lo haga —Obviamente
con sarcasmo, fue conciso con sus intenciones.
—Pero.
Mi
protesta murió cuando con sus dedos me impidió hablar, sus yemas delinearon mi
labio inferior mientras sus ojos se mantenían fijos en los míos.
—Deberías
estar agradecido por el trato que te estoy dando, después de todo tú deuda
conmigo es bastante grande.
Aunque
sus palabras me desconcertaban, no podía siquiera intentar encontrarles sentido
porque por segunda vez estaba disfrutando de las esplendorosas habilidades de
su boca sobre mi cuello, hombros y todo lo que se atravesara en su camino.
Eso
fue hasta que tuvo que sacar a relucir de nuevo su hábito de roer la piel. Esta
vez no fue tan fuerte como cuando lo hizo en estado etílico, pero sin duda
dejaría marca, así que me removí tratando de lograr que me soltara pero como
era de esperar, me fue imposible hacerlo.
—Solo
no me deje todo chupeteado.
—Cállate
de una buena vez que estoy tratando de hacerte sentir bien —susurro antes de
mordisquear suavemente mi oreja.
Mi
temperatura corporal comenzó a subir en fracciones de segundo, y fue mucho peor
cuando mi yo junior, consiguió ser el siguiente punto de atención para una de
sus manos. Entonces ahí descubrí que si su trabajo anterior había sido
sumamente bueno, lo que hacía en ese momento era simplemente magistral. Y
aunque hice mi mejor intento por mantenerme en silencio, un leve sonido de
complacencia escapo inevitablemente desde mi garganta. Para mi mala suerte fue
demasiado perceptible para él.
—Oh,
soy muy bueno en esto ¿cierto? —Levanto su cabeza sonriendo cínicamente al
hablar.
—Es
solo que ha pasado tiempo desde que… no te creas demasiado —Desvié la mirada
sintiendo mi rostro un tanto más acalorado.
—Ah,
eso es aun mejor entonces, entre más receptivo estés, mas lo disfrutaras.
—¡Yah!
solo sigue con lo tuyo y deja de decir… cosas como esas.
El
volumen de mi voz fue decayendo conforme analice mi frase, porque en primer
lugar lo estaba volviendo a tutear y en segundo, lo alenté para que continuara
su avance sobre mí. Y eso realmente no era nada recatado de mi parte, es decir,
con mis conquistas regulares yo era tan desinhibido como lo es un bailarín
exótico en un show privado –me han contado–, con la gran diferencia del
inexistente dinero en mi tanga –prenda que por supuesto ni en mis días más
locos he usado–, pero él no era en nada parecido a ninguno de mis ligues
pasados, por lo que mi comportamiento acostumbrado irrevocablemente debía haber
sido totalmente distinto, desgraciadamente él me lo hacía virtuosamente imposible.
Al
beso que comenzó forzado estaba a casi nada de rendirme cuando la puerta se
abrió.
—Yunho,
¿por qué no has estado contestando mis llamadas? Tan ocupa…
De
todas los seres o entes que pudieron haberme petrificado con su presencia en
ese instante –incluyendo un alíen– nadie hubiera causado más consternación que
la persona de pie, bajo el umbral sosteniendo con fuerza el picaporte de la
puerta, Junsu.
El
jefe y yo permanecimos en la misma posición comprometedora –uno encima del
otro– y de la cual no era necesaria absolutamente ninguna explicación para
tener claro conocimiento de lo que sucedía entre nosotros.
Dando
un paso atrás, Junsu salió despavorido sin hacer ni un solo ruido más. Trate de
enderezarme para ir tras él pero el jefe me afianzo de los brazos no dejando
que me moviera otro centímetro.
—¿A
dónde crees que vas? —me dijo con su tan acostumbrada mirada feroz.
—Co…Con
Junsu.
—¿Por
qué?
—¿Cómo
que por qué? ¿No es obvio? Tengo que hablar con él, tengo que explicarle que.
—¿Tanto
así estas interesado en él? ¿Están saliendo o qué? —Me sujeto algo más enérgico
sacudiéndome un poco.
—¿Qué?
se supone que es usted el que sale con él —lo rectifique.
—¡¿Entonces
por qué demonios tienes que perseguirlo? Si a mí no me importa, menos debería a
ti!
—¿Realmente
no le importa Junsu? ¿En verdad no le importa si él ya no quiere saber más de
usted? —Aguarde por su respuesta con ansia, si esta era afirmativa entonces mi
panorama cambiaría definitivamente.
—Sí
¿y qué? —Fue ahí cuando considere que todo ya estaba dicho.
—Entonces
no hay razón para seguir trabajando para usted —Tomándolo desprevenido, me
levante del sillón recogiendo mi camiseta poniéndomela con agilidad.
—¿Cómo
dices?
—Solo
estaba aquí por Junsu, pero si él desparecerá de su vida, lo mismo hare yo.
—¡Espera
un momento! —Rápidamente me alcanzo frenándome bruscamente por la manga—. Tú no
sales de aquí has…
—En
realidad no recuerdo mucho del incidente entre nosotros en el pasado, estuve
casi al borde de la muerte y eso dejo lagunas mentales en mí, pero le pido
disculpas nuevamente —Con mi mano derecha, retire sutilmente su agarre en mí—.
Espero no volvamos a vernos jamás, hasta entonces cuídese.
Antes
de poder avanzar un paso, él me abrazo por los hombros pegando el costado de su
cara en la mía.
—Dilo
una vez más —murmuro—. Hazlo.
—¿Qué?
—¡Dilo!
—exigió con hostilidad.
La
fuerza de sus brazos se hizo cada vez más rígida hasta hacerme sentir casi
asfixiado, mis pulmones duramente podían soltar el aire así que mucho menos
lograba respirar adecuadamente. Por un segundo pensé que moriría ahí, siendo
retenido en medio de una oficina casi en penumbras y nadie seria testigo de
ello.
Pero
el milagro ocurrió, un destello de luz desde el escritorio hacia el techo hizo
que el jefe recobrara sus cinco sentidos, la vibración en el mueble fue lo
único que se escuchaba aparte de mis entrecortadas bocanadas de oxigeno que mi
cuerpo me obligo a recabar.
Pesadamente,
él caminó para agarrar su celular y dándome la espalda, contesto la llamada. Yo
por supuesto no espere a que terminara esta para que continuara con su intento
de homicidio. Solo Dios sabe cómo me las ingenie para empuñar el tirante de mi
mochila casi a la par en que tenía un pie fuera de la oficina.
Como
alma que lleva el diablo, baje las escaleras de emergencia ni siquiera optando
por abordar el ascensor. En cuanto estuve a varias cuadras del edificio, saque
mi teléfono marcando de inmediato a Junsu, mándame enseguida al buzón de voz.
Sin mucho que hacer al respecto, me auto-convencí de que aguardar al otro día para
enfrentarlo, era lo más conveniente.
La
noche paso tan rápido que para cuando me di cuenta ya estaba claro afuera.
Después de mi rápido desayuno que consistió en un bísquet integral de manzana
junto con un yogurt de beber, me dirigí a la universidad, donde luego de
meditarlo por varios minutos, camine mas allá de las rejas de la entrada.
Revise la hora en el reloj de mi celular comprobando el tiempo con el que
contaba antes de tener mi primera clase. Un poco menos de una hora, lo
suficiente para hablar con Junsu si es que lograba encontrarlo rápidamente.
—Hey
Jae, ¿ahora quien es el chico en turno?
Oh
genial, justo cuando tenía el tiempo contado, aparecía un amigo –el mejor, de
hecho– delante de mí, para entretenerme y quitarme la posibilidad de arreglarme
con Junsu lo más pronto posible.
—No
es nadie —le dije.
—Yah,
¿estás cuidando su reputación? ¿desde cuándo haces algo así? —Paso uno de sus
brazos por detrás de mi cintura acercándome a milímetros de él—, conmigo no
tendrías que preocuparte por eso.
—Estás
loco —Con mi codo sobre su estomago, fui capaz de alejarlo antes de que pusiera
sus labios sobre mi mejilla como usualmente solía hacerlo—. Déjate de juegos,
Minho.
—¿Por
qué tanta seriedad? ¿Tienes algún problema, Jae? —pregunto mirándome con
detenimiento, estaba a punto de decirle que me encontraba perfectamente cuando
delante de nosotros se detuvo Junsu con un muy notorio entrecejo fruncido.
—Yo…
me tengo que ir —me disculpe preparándome para mi vertiginosa retirada.
—Aguarda
—Junsu hablo secamente—, tengo algo que decirte.
Supuse
que hablaba hacia mí, pero puesto que ya me encontraba de espaldas a él,
pretendí que era para otra persona. Si bien yo me había propuesto buscarlo y
aclarar todo, al tenerlo cara a cara, me hizo sentir dudoso e incapaz de confrontarlo,
por lo que me dispuse a escapar de la situación.
—¡Espera!
—Me detuvo de la manga haciendo traer recuerdos de la noche anterior a mi
cabeza—. ¡Al menos deberías tener la decencia de disculparte conmigo! ¡¿Ni
siquiera te sientes un poco culpable hacia mí?!
—¿Por
qué debería? No es como si tú no hubieras sido el primero propiciarlo, tú
fuiste él que me consiguió los grilletes para hacerme técnicamente su esclavo.
Así que antes de lanzar acusaciones al aire, piensa en tu parte de
responsabilidad.
—No
eres más que un cualquiera —espeto soltándome con un gesto de asco.
—¿Y
que si lo soy? A ti hasta hace poco, parecía no importarte cuando estabas a mí
alrededor —Con poco esfuerzo, mi boca se curveo con suficiencia.
Hasta
que inesperadamente, su puño cerrado en mi mandíbula me hizo rebotar unos
cuantos pasos atrás haciéndome casi trastabillar. Afortunadamente para mi,
Junsu no era tan bueno en los golpes, por lo que estaba seguro que lo máximo
que obtendría sería un dolor por el resto del día –el cual probablemente
merecía– pero que un analgésico eliminaría tan pronto hiciera su efecto.
—¡Eres
un maldito traidor! ¡¿Desde cuándo tú y él han estado juntos a mis espaldas?!
—¿Por
qué no se lo preguntas a él? después de todo, no es que tú y yo nos debamos algo
de lealtad —hable sin mirarlo directamente—. Dejare pasar el golpe que acabas
de darme, pero no es a mí a quien deberías estarle exigiendo explicaciones de
ese tipo y solo para que no tengas que preocuparte por lo que pase entre él y
yo, te aviso que no volveré a la “cooperativa de crédito”.
Sin
más, di media vuelta marchándome no mirando atrás. Lo menos que merecía Junsu
era que lo dejara tranquilo y la única manera de lograrlo era saliendo de su
vida, algo que debí haber hecho mucho antes pero que egoístamente me negué
puesto que son tan pocas las personas que sinceramente se interesaban por mí,
que me era sumamente difícil desprenderme de ellas.
Los
días que le siguieron a ese, estuvieron en aborrecida calma. De alguna
enfermiza manera, me había familiarizado al ritmo atosigado que durante un par
de meses, estaba sobrellevando. Y por extraño e incluso ridículo que parezca,
extrañaba a la bola de gañanes con los que compartía el martirio pesar de tener
como jefe a Jung Yunho, individuo que no echaba de menos en lo más mínimo, ni a
sus órdenes, ni a sus gritos, mucho menos a sus magníficos atributos físicos
que poco estuvieron de propiciarme un infarto ocular por la sobre exposición de
su cuerpo –fuera o no, esto posible de ocurrir–, porque si, había que reconocer
que el hombre estaba alucinante pero su carácter lo mandaba al caño en un abrir
y cerrar de ojos.
Mi
celular estaba siendo inundado con llamadas y mensajes continuos de los chicos,
era obvio que no entendieran de mi inesperada partida pero aunque no lo hubiera
querido así, no es como si pudiera haber tenido la oportunidad de despedirme
como si ningún conflicto existiera entre el jefe y yo.
Sabía
que más que nada, ellos extrañaban mis atenciones para con ellos, porque bien
que mal, yo trabajaba sin parar para que todos estuvieran contentos con mi desempeño
en la oficina. Y al igual que el regreso de mi nefasta huida aquella vez que
por accidente rompí el preciado jarrón, casi podía estar seguro de que el lugar
se encontraba en peores condiciones, pero ellos eran hombres adultos que sin
ningún impedimento podían arreglárselas solos, porque no siempre podría estar
ahí levantando sus holgazanes traseros.
Como
sea, el poco dinero –muy próximo a nulo– que recibía por ser empleado ahí, era
una mínima ayuda a mi apurada economía y ahora sin este, el vacio en mis
bolsillos se sentía aun mayor. Así que no debía más que resignarme y conseguir
otro trabajo.
La
maquinación de mis estrategias por obtener inmensos ingresos se vio
interrumpida por el timbre de mi celular. Observé el Id en la pantalla, se
trataba de un número desconocido, por un segundo mis músculos se tensaron
aflojándose al recordar que a mi ex-jefe ahora lo tenía registrado bajo el
seudónimo de ‘hot-demon’ –sobra explicar el porqué de este– por lo que
esperanzadoramente no se trataba de él.
—¿Si?
—conteste la llamada.
—Yah~
tú —Difícilmente, pero logre reconocer la embriagada voz de Junsu—. ¿Me
escuchas?
—¿Estas
ebrio?
—¡Que
te importa, solo hable para decirte una cosa! —El casi chirrido que sonó a
través del auricular retumbo seriamente en mis oídos.
—Dímelo
mañana, ahora ve a dormir —le dije con calma.
—¡No
quiero!
—Junsu,
¿dónde estás? ¿estás con alguien?
—¿Por
qué quieres saber? No es como si tú y yo nos debiéramos algo de lealtad ¿no es
cierto?
Lamentablemente
tarde, concluí que sería mejor que me enfocara y pusiera más precaución a lo
que salía de mi boca, si es que no quería seguir recibiendo mis propias
palabras en mi contra.
—Su,
dime la dirección e iré por ti —le ofrecí ignorando su declaración porque él
siempre había sido de los que tienen poco control con la bebida.
—¡¿Quién
te pidió tu ayuda, miserable traicionero?! ¡No soy tan estúpido para seguir
confiando en ti! —Aumento más su tono provocando que alejara el teléfono de mí—.
Pon atención, quiero verte mañana en el bar-café a una cuadra de la empresa, a
las cuatro y no faltes.
Sin
poder preguntar siquiera el para que quería que fuera a ese sitio, él colgó
dejándome solo un pitido anunciándolo. Coloque mi celular en el suelo, justo a
un lado de mi deteriorada colchoneta en la que dormía todos los días. Y con mil
pensamientos en mi cerebro, intente despejarlo para poder descansar aunque
fuera un par de horas.
Últimamente
todo en mi vida pintaba gris por donde se viera, y ese día en el que me
reuniría con Junsu amaneció nublado acompañado de una ligera brisa húmeda que
auguraba lluvia quizás más tarde, lo único que me faltaba era mojarme, y eso
era lo que ocurriría porque no contaba con un paraguas.
Al
tener a la vista el lugar donde se supondría nos encontraríamos, suspire
profundamente antes de atravesar la calle, odiando el hecho de que estuviéramos
a tan solo unos metros del edificio donde el bestial mafioso tenía su imperio,
sin embargo opte por restarle importancia y entrar.
Casi
todas las mesas estaban ocupadas, pero fue sencillo dar con Junsu puesto que a
él siempre le gustaba sentarse en los rincones de los establecimientos como
ese. La sorpresa fue que él no estaba solo, sino que sentado frente de si,
tenía al mismísimo Jung Yunho, quien con el semblante extremadamente pensativo,
fumaba un cigarrillo apuñalándolo con su aguda mirada.
No
estaba seguro si debía o no interrumpirlos y por un instante estuve tentado a
esperar a Junsu afuera cuando vi con pavor como él era levantado de un jalón
por Yunho y sin escatimo lo arrojo contra la pared. Actuando mas por impulso
que por razonamiento, me dirigí hacia ambos alcanzando a sostener la mano que
podía jurar pretendía crear un agujero en el rostro de Junsu.
La
rabia que cubría las facciones de Yunho, no sirvió para hacerme retroceder y ni
siquiera me inmute en devolverle la fría apariencia con la que él me encaraba.
Posiblemente me arrepentiría cuando estuviera convaleciente en un hospital,
pero mientras me fuera posible, debía mostrarme valiente, tanto por Junsu como
por mi propia salud mental.
Aun no logro comprender si lo que Jae siente por Junsu es amor(?) O alguna especie de gratitud y cariño por el agradable recuerdo de sus dias juntos.. ...no creo que sea amor, por que por Dios, mira a alguien atractivo y dotado y se le olvida, pero sin asi hay algo ahi......ademas por que Junsu lo cito y tambien a Yunho? Que trama?
ResponderBorrarQue será lo que trama Yunho al citar a Jae por medio de Junsu?... o será una trampa para tenerlo para él.
ResponderBorrarQue emocionante.
Gracias!!!