Memorias de un mafioso: Capítulo 5

Un cobarde es una persona en la que el instinto de conservación aún funciona con normalidad.
Ambrose Bierce

En la tarde del día siguiente llegue cansado a la compañía, había tenido una mañana llena de miradas curiosas sobre mí, mas especifico sobre mi cuello. Si de por si estábamos viviendo uno de los años más calurosos, precisamente ese día en particular fue uno de los más calientes de toda mi vida. Cualquier prenda que pudiera cubrirme quedo totalmente descartada por el hecho de que mi piel no soportaba nada que elevara más mi temperatura corporal. Lo único que pude hacer, fue conformarme con la banda adhesiva que apenas y alcazaba a esconder el resultado del ataque nocturno.

Para empeorar todo, Junsu había sido uno de los muchos que lo notaron. Y como era de esperar, no me creyó cuando le dije que eso, era todo menos una huella de placer. Ni siquiera me dio la oportunidad de elaborar una mentira piadosa, porque ¿cómo diablos iba yo a decirle que su novio la había dejado en mi? Me hubiera tachado de descarado, y yo podre ser muchas cosas, pero nunca alguien que le restriega los hechos en la cara a las personas que estimo.
Mis pensamientos se congelaron –literalmente– cuando al abrir la puerta de la oficina, el gélido aire acondicionado me erizo el cuero. Era sorprendente cuan diferente era el clima ahí dentro. Uno podía derretirse en la calle pero ahí, volverse una estatua de hielo. Todos a mí alrededor caminaban refregándose los brazos y manos, mientras que mi jefe, se encontraba de pie justo delante del aparato de ventilación. Dada su expresión, uno podía concluir que no estaba del mejor ánimo.
—¡Me siento como si estuviera en el infierno!
Esa frase de él, lo confirmo. Sacudía su saco como si con ello tratara de que algo del frío, se filtrara por el costoso material. Entonces la iluminación llego a mi cerebro, él tenía calor. Pero como no iba a ser así cuando vestía uno de los abrigadores trajes –muy finísimo, por cierto– que el jefe mayor había conseguido para él. Debía tenerle mucho respeto al hombre para usar tal ropa teniendo en cuenta su aborrecimiento por las altas temperaturas.
Mi análisis fue terminado de tajo cuando el jefe me miro escalofriantemente, estaba llegando acostumbrándome cada vez mas a ese tipo de miradas pero no por ello dejaban de aterrarme.
—¡Eres un bastardo!
—¿Yo? ¿Qué hice? —pregunte con extremo nerviosismo—. Lo siento —No supe por qué pedí disculpas, pero fue lo único que salió de mi boca.
Sentí un fuerte jalón sobre mi cuello –uno sin miramientos– y al instante quedo desenmascarado lo que sin duda no quería que fuera evidente para nadie. Resoplo sonoramente a una corta distancia acorralándome en la pared, ni idea tenia de cuan cerca estaba de una hasta que mi espalda pego contra la superficie.
—Eres curioso, dijiste que Junsu significaba tanto para ti que no podías traicionarlo, pero mírate, estas aquí con evidentes señas de tus infinitos acostones —hablo apuntando hacia mi magulladura.
Casi, juro que casi quise soltar una carcajada para liberar el cumulo de frustración que se reunía en mi interior, uno que me hacia arder por la furia. Hice mí más duro esfuerzo para reprimir mis palabras presionando mis labios que de haber tenido un espejo a la mano, habría comprobado que se encontraban blancos por el aplastamiento entre ellos.
—¡Puras palabras baratas! —menciono con ironía.
Ahí fue cuando toda mi resistencia cedió. Este tipo no tenia absolutamente idea de lo que hablaba, encima de proporcionarme uno de los peores eventos de mi existencia, ahora me dejaba caer recriminaciones e insultos delante de todos. Con ambas manos despeje el cabello sobre mi frente, me enderece, suspire y comencé mi discurso:
—¡¿Acostones? ¿De qué demonios habla? No fue otro más que usted el que me hizo esto! —grite señalándome a mí mismo—. ¡Se me agazapo como si fuera una succionadora! ¡Y ahora solo habla como si no supiera que es el culpable!
—No sé qué estás diciendo pero…
—¿No sabe? ¿Acaso no recuerda lo que hizo anoche? ¿Cómo bebió hasta quedar noqueado? ¿Qué tal si hace algo peor? ¿Qué excusa daría? ¿Tiene siquiera una mínima idea de por todo lo que tuve que pasar hoy? —solté en una sola respiración—. ¡Si no puede controlar el alcohol, no lo beba!
—¡Yah! ¡¿Qué te crees que eres para gritarme así?!
Me tomo de la camiseta poniéndome a muy pocos centímetros de él con un gesto retador. En un impulso de estúpida valentía, patee su espinilla izquierda logrando que me soltara por la impresión.
—¿Ve?, duele más cuando lo toman a uno desprevenido —le dije con una sonrisa de medio lado.
Cuando sus ojos volvieron a su apariencia normal, apretó los puños a sus costados consiguiendo que mi euforia del momento se tornara en no más que puro pánico. Acababa de golpear a un gánster, por Dios, ¿qué tan idiota podía llegar a ser?
—¡Hijo de… yah, ven aquí!
Huí, oh sí, me aparte de su lado para refugiarme detrás de los otros chicos, quienes para mi fortuna se empeñaron en controlar al ogro dejándole imposible el aproximarse a mí.
—¿Es verdad lo que este infeliz dice? —pregunto con un bajo gruñido.
Un tímido ‘si señor’ se escucho de los demás. Y cuando parecía que el muro humano que me defendía estaba a punto de caer, el jefe se hizo para atrás dándonos la espalda a todos.
—¡Vete de aquí antes de que me arrepienta! —me ordeno apuntando hacia la puerta con su dedo índice—. ¡Pero vuelve en una hora!
—S…Si señor —Recogí mi mochila del suelo y salí casi disparado del lugar.
Durante casi cuarenta minutos vagabundeé por los alrededores, pero no podía distraerme porque mantenía todo el tiempo en mi cabeza el hecho de que si se me hacia tarde, algo muy malo podría pasarme, aunque también cabía la posibilidad de que solo estaba postergando el mismo final. Quizás el jefe ocupaba esos 60 minutos para planear mi muerte, la forma en que acabaría con mi vida y el cómo se desharía de mi cuerpo. Pensé en que tal vez lo mejor para mí sería el no regresar, pero en cuanto mi reloj marco un minuto para que concluyera la hora que se me había dado, asome mi cabeza dentro de la oficina antes de dar un paso hacia el interior.
Solamente el jefe se encontraba en la habitación, apoyado en la orilla de su escritorio supuestamente leyendo algunos documentos. El nerviosismo empezó a hacerse cargo de mí, porque era bastante sospechoso que a esas horas completamente laborales, ninguno de los otros empleados estuviera. Voltee a todas partes tratando de ver algo más fuera de lo común, porque temí que me hallara en una especie de emboscada.
—¿Y… los demás? —le cuestione aun mirando por los rincones.
—¿No estás viendo que no están? Que pregunta tan estúpida.
Ese hombre no tenía ni pizca de amabilidad ¿pero para que perder mi valiosísimo bienestar argumentando con él? era mejor seguirle la corriente y hacer oídos sordos a sus ofensas, después de todo esa misma tarde estaba vivo de milagro.
Deje mis cosas en uno de los sillones y deambulé buscando algo en lo que ocuparme. Infortunadamente por lo eficiente que siempre he sido, la habitación estaba prácticamente intacta así que resignado fui a sentarme en una de las sillas giratorias donde lentamente empecé a dar vueltas.
—¡Estas mareándome!
Me grito y mi única forma de diversión dio por terminada. Resople mirándolo con resentimiento, emoción que luego paso a fascinación al quedarme prendado de sus atributos físicos acompañados de su ropa de marca exclusiva. Tenía frente a mí a un adonis en persona y no podía más que admirarlo.
—¿Te gusta lo que ves?
—¿Eh? —Tan embobado me encontraba que no note cuando él me descubrió devorándolo con los ojos.
—¿Quieres probar que soy real? Puedo hacerte pasar un buen rato.
—Yo… —La tentación era tanta que mi libido se elevo peligrosamente haciendo que me sintiera como una olla de vapor a punto de explotar—. ¡No! —Negué efusivamente mas para mi mismo que para él.
—Solo es cuestión de tiempo para que seas tú el que venga por mí —murmuro antes de recostarse en uno de los sillones—. ¿Aun sigues ocupado?
—¿Cómo?
—Quiero que vuelvas a ser tú el que se encargue de mi cuenta bancaria, no confío en Heonyong.
Escuchar aquello me hizo sentir tan orgulloso de mis habilidades y honestidad, si alguien como ese ser infrahumano podía reconocer eso en mi, quería decir que yo impresionaba con mis cualidades. Pero también eso podía significar que quizás recibiría alguna recompensa por ello.
—¿Eso quiere decir que me aumentara el sueldo? —le pregunte con la emoción en mis ojos.
—O podría hacerte trabajar sin recibir uno.
—El mismo sueldo está bien, señor —Rápidamente cambie mi comentario, por muy poco que este fuera era mejor a no obtener nada.
—Bien entonces ahora cállate que pretendo descansar, si me duermo despiértame treinta minutos antes de la hora de salida.
Con un asentimiento le respondí, dichoso él, que podía darse el lujo de dormirse en el trabajo, para un humilde empleado como yo eso era inimaginable.
Me acerque a mi mochila y comencé a repasar algunas de mis clases, para cuando me di cuenta, ya era tiempo para que el jefe despertara, los demás chicos ya habían regresado y estaban alistándose para irse a sus casas. Guarde mis libros y camine hacia él arrodillándome a su lado al estar junto al sofá. Un ligero murmullo salió de su boca pero fue incomprensible para mí, así que me incliné para escucharlo mejor.
Solo pronunciaba frases cortadas de entre las cuales ‘imbécil, voy a matarte’ fue la única que entendí por completo. Tal parecía que las pesadillas eran frecuentes para él. Probablemente es cierto eso de que la conciencia sucia no te deja dormir tranquilo.
Sutilmente agite su hombro y él abrió los ojos tan espeluznantemente rápido que mi cuerpo activo sus reflejos de auto-sobrevivencia, me hice para atrás pero antes de que pudiera incorporarme, él me sujeto por el cuello de mi camiseta, una escena muy parecida a la del día anterior.
—Jefe, yo… solo… yo solo estaba tratando de despertarlo tal y como me dijo que lo hiciera.
—Te pareces demasiado a él —me dijo achicando sus ojos como para tener una mejor visión de mi—. ¿En qué primaria estudiaste?
—Yo… —No estaba seguro si mi respuesta debía ser con sinceridad porque en realidad no sabía qué era lo que él esperaba escuchar y por sobre todo que es lo que me mantendría sano y salvo—, la primaria Dae-il.
—¿Seguro?
—Sí señor.
Al instante me libero aparatándome para que él pudiera ponerse de pie. Le había mentido porque algo en mi interior me dijo que eso era lo más conveniente en ese momento. Arreglo su pantalón y camisa yendo a su escritorio en donde se sentó en su silla ejecutiva echando su cabeza hacia atrás.
—¿Otra vez tuvo un mal sueño, jefe? —dijo Myungsoo.
—El mismo desde hace días, uno donde un maldito pervertido se abalanza sobre mí para toquetearme.
Jamás me hubiera pasado por mi cabeza que existiera ese tipo de miedo en un individuo como el jefe, era tan gracioso que con su “profesión” tuviera miedo de que alguien fuera a atacarlo sexualmente. Mis labios incontrolablemente se empezaron a curvear en una aparente sonrisa, deteniéndose cuando él siguió hablando.
—Lo más extraño es que no es solo un sueño, sino la reproducción de un evento que me sucedió hace catorce años, creí que lo había dejado en el pasado pero recientemente volvió a atormentarme.
—¿Catorce? —Todos exclamamos a coro—. ¿Quién?
—Un compañero en la primaria, que se me echo encima y trato de besarme.
Algo en esa historia me pareció un tanto familiar, en especial lo de la primaria e intento de beso, una loca idea desencadeno dudas en mi cerebro que solo podía resolver el jefe.
—Señor, ¿a cuál escuela asistió usted?
—No recuerdo su nombre, solo dure un par de días, solo sé que estaba al norte de Seúl —me respondió agachando su cabeza mientras se masajeaba las sienes con sus dedos.
—¿Bae-hyun? ¿Será esa?
—Tal vez, si, me suena familiar —Levanto su afilada mirada hacia mí—. ¿Cómo es que la conoces?
—Yo… tengo un amigo que estudio en esa —le dije evadiendo su rostro.
—Como sea, creo que la única forma en que esta maldita pesadilla desaparezca es que yo encuentre a ese bastardo y lo haga pagar en cuanto lo tenga en mis manos —soltó su amenaza tronando sus dedos para darle más énfasis a sus ya de por si macabras palabras.
En cualquier otra situación, yo habría sentido lastima y compasión por quien quiera que fuera ese pobre desdichado, pero en esa ocasión el pavor me hizo temblar internamente, el sudor frío cubrió mi espalda, frente y brazos, porque ese maldito pervertido no era otro más que, yo.
De entre todas las tonterías que hecho en mi vida, aun recuerdo esa en particular. Cuando tenía nueve años, yo era uno de los más altos de toda la escuela y aunque mi aspecto desde esa época era realmente bueno –no pretendo alardear, pero es la verdad– no era para nada popular. La atención para mí siempre ha sido esencial, anhelo que la gente me reconozca y que valore mi presencia, pero por ningún medio podía conseguir que eso sucediera en ese tiempo. Existía un niño en particular, Hyunjoong –agh aun recuerdo su nombre–, él era el más famoso de entre todos los alumnos, no había ni una sola niña que no se derritiera por él, y eso me sacaba de quicio. Un día mientras me dirigía a mi salón, lo encontré riendo junto con la chica más bonita, fue ahí cuando perdí los cabales y me fui contra él. No podía creer que un mocoso tan ñoño como él pudiera ser considerado más atractivo que yo, supongo que era el hecho de que no fuera feo y su familia tuviera mucho dinero.
Pero el caso es que en mi intento por propinarle una de las primeras formidables golpizas que estoy seguro recibiría en su vida, tropecé. Él se estrello contra la pared y yo contra sus labios. Fue un accidente pero a partir de ese día, fui el tema principal entre todos. Conseguí la fama que deseaba, aunque como besador de niños, pero era popular finalmente. Incluso llegue a tener mi propio club de fans al que complacía cada vez que repetía la acción. En ese entonces solo lo hacía para que los ojos del alumnado se mantuvieran en mí, hasta que un niño fue transferido a la escuela.
Él fue el primer chico más guapo que he visto, el primero al que quise besar no solo por obtener la atención de los demás sino por el deseo de hacerlo, fue ahí cuando me di cuenta que lo mío eran los hombres. Cuando me tope con él en uno de los pasillos, me determine y me dirigí hacia él tomándolo del brazo, desafortunadamente su fuerza desde esa fecha era descomunal, así que forcejeo conmigo y en el proceso nos caímos uno sobre el otro.
Yo tratando de enderezarme, apoye mis manos en el suelo pero no fue exactamente eso lo que toque, sino su parte… privada. No lo había hecho premeditadamente pero él no lo vio así, por lo que después de gritarme una catorcena de muy altisonantes palabras, con sus puños se encargo de no dejar un solo centímetro de mí, libre de su energía. Ahí descubrí que también era el primer chico en darme la más colosal tunda.
¿Quién diría que el segundo y el primero en ambas cosas seria el mismo hombre? Si Jung Yunho hubiera tenido idea de esto, ni siquiera puedo hacer hipótesis sobre lo que me habría pasado, lo más inteligente era dejarlo como estaba, de todos modos no existían muchas posibilidades para que él lo averiguara, gracias a mi mentira, él creía que yo había asistido a otra primaria así que de esa forma yo podía mantenerme seguro, al menos hasta ese instante.

2 comentarios:

  1. Asi que son el mismo.. ...yo creo que al que Yunho recordaba era un amor de antaño. ...ja pero resultó ser que habla e su acosador. .....pero no tanto, solo lo toco,por accidente, una vez.. ...eso no es violación.. ..y como pudo dejarle tantas secuelas, al grado de pesadillas.. ...Como sea, Ojalá no se entere o si no nuestro Jae muere.. ...

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  2. Pues en verdad que Yunho no se entere que Jae es ese niño que lo beso, pues quien sabe que reacción tenga.

    Gracias!!!

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