Todos ven lo que tú aparentas; pocos advierten lo que eres.
Nicolás Maquiavelo
Santo
cielo, sentía la muerte tan cerca, casi resoplándome en el cuello. El hombre a
pesar de su edad parecía tener toda la vitalidad del mundo, estuvimos dando un
acto tan cómico como los de los dibujos animados. Mi respiración se había
vuelto agitada y mi frente se encontraba húmeda, al igual que otras partes que
preferiría no mencionar. Pero de pronto el razonamiento llego a mí, el sujeto
podría aparentar toda la jovialidad posible pero al fin de cuentas los años no
perdonaban, yo tenía por lo menos treinta menos que él y eso me daba grandes
posibilidades de salir victorioso si nos enfrentábamos en una lucha cuerpo a
cuerpo.
Me
detuve en seco para hacerle frente, y él aprovecho esto para mover su arma
contra mí pero fui más rápido al esquivar cada intento de su parte.
—Oiga
cálmese —le dije, pero el tipo solo aumento la velocidad de sus ataques—. ¡Que
se calme!
Ese
hombre no entendía con palabras, fue más que claro desde la primera vez que le
di una visita en su negocio, así que no me quedo más que hacer uso de mi
fuerza. Sé que a nuestros mayores se les debe respeto, de hecho siempre he
practicado esta filosofía, pero ese tipo había acabado con todos mis estribos.
Así que empuñe mi mano y la dirigí fuertemente hacia su cabeza provocando que
él fuera a parar al suelo.
Para
mi desgracia no logre dejarlo inconsciente, y digo esto porque aunque por el
golpe quedo algo atolondrado, tuvo la suficiente fortaleza para levantarse y
darme una mirada furiosa, la cual a esas altura no me asusto, mi cuerpo estaba
siendo controlado por un ente frenético que lo único que buscaba era venganza.
Para mi sorpresa yo no era el objetivo del bastardo, sino el indefenso de Junsu
quien aun yacía recargado en la pared.
Observe
con horror como el anciano se apresuraba hacia él y pretendía apuñalarlo frente
a mis ojos. Y yo no tuve tiempo para pensar en nada, así que deje a mis
instintos actuar por cuenta propia. Me abalance hacia ellos logrando llegar
antes de que el tipo clavara el cuchillo en Junsu utilizando mi cuerpo como
escudo para él.
No
voy a mentir, la herida en mi brazo dolió, y dolió como el infierno, pero eso
no importaba en ese momento. Lo único que podía sentir era el pánico de no
saber el próximo movimiento del hombre. A mis espaldas sentí a Junsu pronunciar
mi nombre con preocupación por lo que recompuse mi expresión y le asegure estar
bien –aunque era mentira– estaba lastimado y no tenía ni maldita idea de que
hacer. Lo único que sabía era que ese hombre estaba cavando su propia tumba y
yo mismo me encargaría de arrojarlo a ella.
Repentinamente
la puerta se abrió haciendo que me alegrara como nunca en mi vida pensé en
estarlo por ver a mi jefe junto a sus secuaces. Volteo hacia mí, después a
Junsu y por ultimo al hombre que manipulaba el cuchillo en su mano como si
estuviera a punto de destazar a una bestia.
—¿Qué
demonios sucede aquí? —nos pregunto, pero antes de que siquiera alguien
intentara hablar, el tipo ya se había abalanzado sobre él.
Yo
obviamente con mis torpes reflejos solo pude gritar para advertirle, aunque a
diferencia mía, mi jefe era un hombre con demasiada intuición –al menos física–
así que el ataque del hombre fue recibido con un certero golpe en su cara que
lo mando a un par de metros lejos de él. Cabe destacar que el impacto de su
cuerpo con el suelo fue sumamente ruidoso por lo que no dudo que el dolor debió
ser por lo menos el doble de este.
A
veces simplemente pensar que existen personas que fueron creadas con tantos
atributos grandiosos me molesta, es decir, de esas que no solo están equipadas
con facciones estéticas, un cuerpo mortal, un porte aristocrático sino también
con una increíble capacidad para resolver los problemas cuan duros parezcan,
con solo mover un dedo. Darse cuenta de que Jung Yunho es uno de ellos, hacía
que me fuera imposible no admirarlo.
La
situación quedo controlada y la habitación hecha un desastre, aunque en
realidad se encontraba de esa manera por mi previa persecución. Todos los
chicos –del clan– miraban la escena, tres hombres tirados en el suelo en
diferentes circunstancias. Junsu, arrinconado en una pared; yo, sobre mis
rodillas todavía recuperándome de mi atentado; y el anciano, rogando piedad. Él
era el más patético, su semblante estaba tan pálido que casi podía ver a través
de él. Cuando le dijeron que de no pagar utilizarían sus órganos para recuperar
el dinero, casi hizo surcos con sus rodillas y manos por la cantidad de
reverencias que mostro mientras no se cansaba de jurar que eso no sería
necesario, que les entregaría el dinero en ese mismo instante. Yo solo pude sonreír
de medio lado recordando los días que tuve que esperar para que el sujeto
hiciera eso.
El
hombre no la tuvo fácil, porque –como ya lo sospechaba– mis, podría decir,
compañeros de trabajo, se encargaron de martirizarlo hasta el último momento.
Una serie de amenazas dignas de cualquier película de gánsters le fueron dichas
en letanía. Incluso fue instado –forzado– a pedirme perdón, yo por supuesto, se
lo otorgue sin más, porque lo admito, soy demasiado blando para torturar a la
gente que ya lo está siendo por otros.
Cuando
el show termino, cada quien regreso a sus obligaciones y yo fui a atender mis
propias heridas de guerra –no importa lo que otros piensen, fui herido y punto–
un poco de alcohol y una venda bastaron para curar mi mano lastimada.
Al
entrar de nuevo en la oficina me encontré con mí ahora héroe al que con un poco
de temor me acerque solo para despejar una pequeña inquietud que aun me
mantenía un tanto inseguro.
—Jefe
—hable en tono suave—, ahora que todo se soluciono, todo está bien ¿cierto? —Me
miro con incertidumbre, creo que no tenía idea de lo que hablaba—, me refiero,
ya no tengo que preocuparme por mi bienestar ¿verdad?
—Podría
decirse —No es la respuesta convincente que deseaba pero fue lo que obtuve—,
aunque no esperes el aumento —Y esa mucho menos, pero tenía vida y ninguna
amenaza encima, así que por ese instante, me basto.
Después
de ese altercado, mi trabajo volvió a ser el mismo de antes, y es que
definitivamente lo mío no eran las cobranzas a pesar de que estudiaba
contabilidad. Y pensar que eso mismo fue mi perdición cuando mi jefe se entero
de ello.
Un
día como cualquiera me mando llamar a su oficina, la diferencia está en que lo
primero que me recibió al entrar fue su libreta bancaria sobre mi cabeza.
Porque él como el peculiar hombre que era, no podía actuar como la gente
normal, él tenía que hacer las cosas a su modo, de una forma que fuera de
acuerdo a su personalidad, violenta y despiadada.
La
razón para tal gesto fue sus deseos por utilizar mis valiosos conocimientos
contables. Bien, estoy adornando un poco la situación, pero la realidad era
esa, no es que cualquier millonario fuera a dejar su patrimonio en manos de un
inepto ¿o sí? está claro que él sabía que yo podía manejar su dinero, por mi
gran destreza en la materia.
—Haz
el balance de mi cuenta bancaria y después un traspaso a mi cuenta —me ordeno.
—Si
señor —A pesar de ser de la misma edad, me vi obligado a dirigirme de esa
manera por respeto –miedo– a él.
Ahora
que lo pienso, sus demandas y respuestas secas quizás se debían a que nadie le
había enseñado el ‘por favor’ y ‘gracias’, palabras que no lo matarían decirlas
y me animarían en mis labores.
—¿Cuánto
dinero, señor?
—Cincuenta
millones.
—Enseguida
—Rápidamente mi cerebro razono, no podía estarse refiriendo a millones tenía
que ser a miles, pero tenía que comprobarlo—. ¿Millones? ¿No querría decir,
miles?
—¡¿De
qué demonios hablas?!
Ok,
era obvio que él no se había equivocado ni que yo escuche mal, pero esa suma de
dinero era tanta que no podía creer que ese momento estuviera siendo
prácticamente manipulada por mis manos, me sentía tan nervioso por el solo
hecho de ver la cantidad de ceros, así que tuve la necesidad de voltear a mi
alrededor cuidando que ningún extraño se acercara a mí, como si alguien pudiera
asaltarme en ese preciso instante –aunque fuera dinero virtual–. Tan solo por
el riesgo debí haber recibido una bonificación, incluso si hubiera sido del
0.1% me habría conformado.
En
un santiamén termine con lo que se me encargo, por lo que cautelosamente me
acerque hasta dejar su libreta en el escritorio, él me miro con desconcierto
así que me apresure a decirle que todo estaba listo, hice una reverencia
dispuesto a salir pero su voz me congelo en mi lugar.
—¿Eres
algún tipo de masoquista o algo así? —La pregunta me sorprendió aun más—.
¿Acaso te gusta ver como tu ex y yo nos divertimos enfrente de ti? ¿Eres
voyerista?
Por
supuesto, a mi me encantaba, me fascinaba ver como dos tipos no despegaban sus
manos del otro mientras yo pretendía estar concentrado en otra cosa, adoraba
escuchar los sonidos placenteros que opacaban incluso el bullicio del tráfico
en las horas pico y por sobre todo amaba tener el asiento en primera fila del
espectáculo. Ojala hubiera dicho eso, quise decirlo pero lo único que solté
fue: —Si renuncio, ¿me cazaría?
—Sin
duda —contesto, y entonces ¿para qué diablos preguntó?—. Junsu me conto varias
historias que te describían como un acechador, pero por tu apariencia no creo
que seas de ese tipo.
Bueno
la verdad es que si me comporte como tal por algunas semanas, así que no puedo
culpar a Junsu por pensar eso de mi, por lo mismo hacia todo lo posible porque
él me perdonara, yo me propuse a seguir ahí hasta que él estuviera conforme.
—¿Para
qué te sirve esto? —dijo al tocar… mi parte privada—. ¡Oh, pareces bien dotado!
En
ese instante mi garganta se cerró, estaba sufriendo acoso sexual, y por parte
de un hombre. No importa si con ello obtuve un halago –por mis notorias
proporciones– era vil y puramente acoso, aquí y en cualquier parte del mundo.
—¡No
toque ahí! —grite en mi defensa alejándome de su mano.
—Tengo
que verificar el tamaño, a ver, déjame medirlo de nuevo.
Ese
psicópata sí que estaba loco, a menos que estuviera tomándome medidas para un
traje y que él fuera el sastre, yo no dejaría que… me tanteara. Con un ágil
manotazo me las ingenie para retirarlo de mí, aunque solo fue por un segundo
porque al siguiente lo tenía de nuevo sobre mí, sujetándome –manoseándome–
palpando por aquí y allá. Yo tuve que hacer algo para que se detuviera, no encontré
nada mejor que advertirle que le contaría a Junsu que él se aprovecho de mí.
Lo
malo fue que solo se rió en mi cara y me insinuó que si yo me atrevía a eso
entonces el despegaría mi cabeza del cuello, y es obvio que sin una cabeza mi
cuerpo quedaría inerte. Pero con todo y eso, yo sencillamente no pude
permanecer de brazos cruzados, por eso me resistí con todas mis fuerzas –la
mitad de las suyas– pero ni aun así logre liberarme. Es ahí cuando una señal
divina hizo su aparición, esta fue en forma de un toquido en la puerta. Para mí
eso fue como escuchar campanas y aleluyas en mis oídos, afortunadamente con el
ruido él logro distraerse consiguiendo así correr hacia donde llamaban, lo que
me acarreo un dolor en mi nariz cuando sin previo aviso la madera choco contra
mi cara, mis ojos se llenaron de agua mientras miraba al corpulento hombre
frente a mí.
—¿Tú
quien eres? ¿Qué hace aquí un mocoso como tú? —Me cuestiono con su voz ronca,
demasiado para mi gusto—. Oye, tu bragueta, está abierta.
Esa
fue una de las tantas humillaciones de mi lista, una que creció a la velocidad
de la luz desde que entre a trabajar en ese lugar. Con igual de rapidez me
asegure de tapar todas las partes de mi cuerpo que no deseaba tener a la vista
de nadie y como era de esperarse, el que lo provoco ni siquiera fingió mostrar
arrepentimiento.
—Así
que nuestro jefe cambio de gustos —murmuro, pero alcance a escucharlo.
—Oso
asesino, tiempo sin verte —Todos comenzaron a saludarlo.
Lo
interesante era que a pesar de aparentar ser un hombre con mínimo una decena de
años y centímetros mayor que el jefe, lo llamaba de tal forma, además su
expresión de pocos amigos daba la impresión de que duramente se sometía a las
órdenes de alguien.
Sobra
decir que de nueva cuenta mi curiosidad me llevo a preguntar quién era ese
sujeto, como respuesta conseguí una historia, la cual brevemente trataba de que
hacía un par de años el grupo se encontraba ampliando su territorio por lo que
tuvieron que enfrentarse con otras pandillas, estas peleas se prologaron a tal
grado que ambos bandos acordaron realizar una última donde solo participaría un
contrincante de cada lado, el oso asesino fue uno de ellos, el otro Jung Yunho.
Fue un encuentro duro, del que resulto ganador nuestro jefe y a partir de ese
momento el otro hombre juro que trabajaría para él.
Aparentemente
eso creo una leyenda urbana entre los clanes consiguiendo con esto respeto, y
que unos años después cuando Yunho se convirtiera en el líder teniendo a cargo
toda la zona de Gangnam, todos mantuvieran su distancia con ellos. Ahora el oso
asesino no era más que un mito, ya que se había retirado de los negocios al
casarse para formar su propia familia.
Sea
como fuera, él era un invitado así que como tal debía tratarlo. Me acerque
ofreciéndole amablemente un taza con café, porque quizás si mostraba mi lado
dócil sacaría su parte blanda, todos tienen debilidad por los chicos lindos y
dulces ¿cierto? y yo cuando lo requería, me convertía en uno de ellos. Él me
miro y empezó a lanzarme una serie de preguntas, tales como a que me dedicaba,
cuantos años tenía, en que trabajaban mis padres, y un sin fin mas hasta que el
jefe le dijo que parara.
—¿A
qué se debe tu visita? —le pregunto.
—Solo
vine a ver a los chicos, necesitaba un respiro de mi asquerosa vida.
—¿Tan
mal están las cosas?
—Mal
es poco, mi negocio está a punto de la quiebra y nadie me da trabajo porque mis
antecedentes penales no son fáciles de ocultar, y cuando le dije a mi mujer que
planeaba regresar con ustedes ella me dijo que me mandaría al diablo si lo
hacía “¿quieres que tus hijos sientan vergüenza por tener un padre
delincuente?” —Trató de imitar la voz, fracasando irremediablemente—. Pero los
malditos mocosos no dejan de crecer no haciendo otra cosa más que pedir y
pedir, de verdad hago el intento por comportarme correctamente pero nada está
funcionando.
Sus
palabras realmente me llegaron al alma, fue una historia tan real que me
conmoví de principio a fin. Y claro no fui el único –puedo jurarlo– pero para
no variar, el jefe tenía que cortar la escena emocional diciendo que se estaba
hablando pura palabrería barata, que si no podía conseguir otro empleo en Seúl
entonces que se mudara de la ciudad o del país pero que no viniera a actuar
como si no tuviera otro remedio más que hacerse la víctima. Después de eso,
como casi una reina del drama, salió de la oficina azotando la puerta y dejando
al oso con la palabra en la boca.
Aww,
que dos amigos se peleen en definitiva es algo que no puedo soportar, así que
me inmiscuí –porque era necesario– y empuje al señor oso para que fuera a
hablar con él. Sorprendentemente lo hizo sin protestar, una vez fuera las voces
de los dos se escucharon lejanas así que todos, presos de la incertidumbre, nos
apresuramos para ganar un espacio en la puerta donde colocamos uno de nuestros
oídos haciendo un gran esfuerzo por capturar la plática a través de esta.
De
las pocas cosas que logre entender e imaginar, fue que el jefe pretendió darle
dinero y fue rechazado hasta que luego de un segundo ofrecimiento –grito–
acepto. Luego el oso hablo del amante del jefe, yo no sabía que él conocía a
Junsu, menciono que le gustaría salir junto a ellos dos, pero hubo algo que no
entendí en ese momento, él dijo: —Su amante, ese adorable muñeco que trabaja en
la oficina.
Y,
uhm, dado que Junsu no trabajaba en la oficina y que ninguno de los demás se
pudiera catalogar “adorable” no pude más que suponer que él se estaba
refiriendo a mí. Pero, lo cierto es que un hombre no puede considerarse como
adorable, podría ser guapo, sexy, hot,
mas nunca adorable, las mujeres lo son, tal vez también los niños pero nosotros
los machos adultos, jamás. Está bien que fuera un tanto más bajo que ellos a
pesar de que soy alto, claro que si consideraba la masa corporal existía una
gran diferencia. Y además ¿muñeco? ¡soy una persona! Escuchar aquello me hizo
sentir como un objeto de trapo que servía para adornar.
Haciendo
una masacre de gente en las alucinaciones de mi cerebro, sentí como el oso
asesino me jalaba del cuello de mi playera llevándome con el jefe. Grite utilizando
todo el aire de mis pulmones diciendo que él estaba equivocado, yo no era
adorable y mucho menos el amante de ese gánster, pero no me hizo caso, me
ignoro arrastrándome junto con ellos fuera del lugar.
Debo
reconocer que la facilidad con la que me jalo por la calle hasta subir en el
auto, fue tan denigrante para mi masculinidad que estuve más que tentado a
inscribirme a un gimnasio. Finalmente solo se quedo en eso, en la tentación.
Durante
el transcurso en la limosina del jefe, el señor oso me confesó que la primera
percepción que tuvo de mi fue el de un don Juan, y no lo pude evitar, sonreí,
porque al menos no dijo que parecía un perdedor o un teto, eso es lejos la
imagen que quiero dar a las personas.
El
lugar que escogieron fue la torre N de Seúl, en la que subimos al teleférico,
la extraña mirada que nos dirigió el encargado por siempre quedara guardada en
mi memoria, sin embargo ¿quién no hubiera hecho lo mismo?, tres hombres
rentando una cabina da mucho a que pensar –si, no en el buen sentido– aunque yo
disimule no captar su señal de hostilidad, los otros dos estoy seguro de que ni
siquiera notaron al hombre.
No
importo que tan bizarra fuera la escena, yo trate de mirarle el lado positivo,
es decir, estaba teniendo un paseo gratis donde podía observar un hermoso
paisaje así que le deje el resto a mi imaginación, por un segundo me hizo creer
que estaba disfrutando de una cita con un chico ardiente, él y yo completamente
solos. Pero la voz del oso asesino rompió rápidamente el encantamiento.
Bueno,
al chico ardiente aun lo tenía ahí, sonriendo, aunque no era por mí, pero esa
sonrisa era tan diferente a las que le había visto antes, esas llenas de ironía
o lujuria –sobre todo de esa última–. Quizás el oso realmente era importante
para él, porque no todos los días interrumpía su trabajo para salir por ahí a
vaguear, ni daba dinero sin algún trato de por medio, solo como un amigo
esplendido.
Si
su facha de maleante no fuera tan imponente, muchos habrían podido considerarlo
buena persona. Con ese rostro tan deslumbrante, de esos que te es imposible
despegar la vista. Sin darme cuenta, empecé a examinar a detalle su perfil,
algo en él me resulto familiar, pero no podía recordar el que, así que me
decidí a preguntarle.
—Jefe,
¿nos conocemos de antes?
—¿Estas
tratando de conquistarme? Esos métodos ya pasaron de moda —me dijo arqueando
una ceja.
—Jefe,
trátelo con dulzura —El oso asesino salió a mi defensa, muy amable de su parte.
—¡Yah,
son mis asuntos! —nos grito.
—Uhm,
me gustaría poder ver algo antes irme —El oso volvió a hablar e ignorando la
mirada de muerte que le dio el jefe, continuo—, quiero asegurarme de que vive
feliz.
De
pronto el ambiente se torno tenso, como si una nube negra se posara sobre
nuestras cabezas y cuando el jefe me miro sentí que me hacia pequeño en mi
lugar. Él suspiro, empuño sus manos y luego se levanto viniendo hacia a mí,
casi como un déjà vu. Me pregunte que tenía que ver
su felicidad conmigo, paso por mi mente el que yo era un obstáculo para ella y
por ende me mataría abriendo la puerta y dejando caer mi cuerpo para que este
se perdiera entre los frondosos árboles a varios metros debajo de nosotros, no
era una idea tan mala, podría decir que quise suicidarme además de que tendría
la coartada del oso, el crimen perfecto.
Obviamente no eran esas sus intenciones
–pues
sigo vivito y coleando– sino que se acerco y acerco hasta que quedo a
centímetros de mi.
—Abre tu boca —me dijo susurrando.
—¿Qué? —le conteste en el mismo tono.
—Si no lo haces, pronto te reunirás con
tus antepasados.
¿Qué podía hacer cuando negarme no era
opción?, no tenia como huir, estaba acorralado y solamente podía limitarme a
obedecer. Pero no abrí mi boca, no por osadía sino porque el terror de sus
palabras me habían entumecido. Eso no impidió que él cumpliera su objetivo, con
sus dedos separo mis labios para unirlos a los suyos –tan
suaves y cálidos– deslizando su lengua sin pudor haciendo lo que se le daba la
gana con mi boca.
Cuando estuvo satisfecho, se incorporo
dejándome cual despojo en la esquina de la cabina, ignoró en qué momento me
recorrí a ese lugar, lo único que podía saber era que sentía un calor tremendo
sobre mis mejillas y un pensamiento ensordecedor, Jung Yunho era un excelente
besador.
Sé que esos pensamientos eran indignos
pero mi cerebro es bastante fácil –eso está más que claro– además, soy
humano así que tengo imperfecciones, ser vulnerable al contacto físico es una
de estas.
Afortunadamente el viaje termino y pude
respirar tranquilamente cuando tuve mis dos pies sobre tierra firme. Altura mas
dos mafiosos, es una pésima combinación.
—Jefe, ya no volveré una vez que me
mude de la ciudad, quiero que sepa que estoy muy agradecido y.
—Fuiste leal hasta el final, aunque no
fue sencillo trabajar con alguien como yo —El jefe impidió que el oso siguiera
hablando.
Tanto el oso asesino como yo, quedamos
asombrados cuando vimos como el jefe le tendió su mano para que la sujetara.
Estoy completamente seguro de que eso no lo hacía con nadie, el oso reacciono
limpiándose la palma de su mano con su camisa antes de extenderla y darle un
apretón a la otra. Un momento tan enternecedor que me conmovió por segunda vez
ese día.
Antes de irse, el oso me dijo que me
cuidara e hiciera lo mismo con el jefe –como
si yo fuera su niñera o algo así–. Y después remato mi orgullo al
decirme de frente, que si él fuera igual de adorable que yo, también lo habría
atrapado. En esta ocasión hice oídos sordos prefiriendo centrarme en la idea
que se me acababa de ocurrir.
—Jefe, ¿regresara a la compañía? —Él no
me respondió—, lo digo porque en ese caso podría darme su boleto y así yo lo
vendería a un muy buen precio —Le mostré una de mis más atractivas sonrisas.
—¿Qué te hace pensar que yo haría algo
para que obtuvieras un beneficio?
El muy tacaño delante de mí rompió el
boleto, prefirió destrozarlo a regalármelo. ¿Acaso no conocía la frase “haz el
bien sin mirar a quien”? Pero que se podía esperar de un mafioso, todo lo ven
como un negocio.
Lo peor de todo es que mi situación
económica era tan horrible que no descartaba que muy pronto me vería a mi mismo
solicitándole un préstamo.
Como si nada, él simplemente abordo su vehículo y se
fue, sin siquiera despedirse. Yo solamente rebusque en mis bolsillos
encontrando solo unas cuantas monedas, por lo que después de patear una piedra
camine hasta la parada del autobús, anhelando que mi jefe se topara con muchos
semáforos en rojo.
Pobre Jae...
ResponderBorrarwaaaaa...JJ....por q sufre(?)....jejeje
ResponderBorrara ver esperemos q pasa...O_O
ok muy bueno y divertido es cómico lo que le pasa a el pobre de jj con su jefe XD
ResponderBorrarMacho adulto? Jajajjajaj lo siento Jae pero esa Descripción no va contigo , algo como muñeco adorable es mas de tu estilo.. ...
ResponderBorrarPobre Jae ahora son dinero.. ...uff le costará caro pedirle al jefe......
Hahahaha Jae es un voyerista.. ...... ya casi se le olvida Junsu, creo esta mas interesado en Yunnie.. .....
Apuesto que el Oso es Changmin. .....volverá a salir?
No entiendo eso que le dijo el Oso a Yunho, y por que beso a Jae? Humm. ...sentirá algo por el, aparte de lujuria.. ...
Muy simpatica historia, me divierte mucho la narración de Jae, que queriendo ser muy macho, no es mas que un dulce hombre.
ResponderBorrarGracias!!