Memorias de un mafioso: Capítulo 17

A veces es mejor vivir en los sueños, que despertar y volver a la realidad.
Anónimo

¿Alguna vez te has descubierto a ti mismo pasando incontables minutos observando a alguien? No me refiero a solo físicamente –aunque naturalmente tus ojos notan específicamente eso– sino que a lo que ves le sumas pensamientos como, esa persona me hace sentir seguro o esa persona me hace reír o esa persona se preocupa por mí, esa persona me hace sentir querido.

En el análisis también puedes distinguir los defectos, pero de alguna bizarra manera los encuentras, lindos. Ese tipo de obsesión-embelesamiento en el que tu subconsciente lo ve todo perfecto y adecuado respecto a ese alguien. Donde tu mirada se aparta un segundo del objetivo pero vuelve al siguiente solo para quedarse en este por más tiempo. Hasta que claro, eres atrapado.
—En lugar de vigilarme, ayúdame con esto —Yunho apuntó a la corbata colgando de su cuello—. Este maldito nudo no me sale.
Yo desde la puerta lo esperaba a que estuviera listo, no es que necesitara de él para irme a la universidad, no desde que tenía un vehículo en que trasportarme, pero Yunho siempre decía que lo correcto era salir al mismo tiempo porque no confiaba en lo que haría si llegaba temprano a mis clases, en conclusión, su propósito era controlar cada migaja de las horas que pasaba alejado de él.
Normalmente él no utilizaba corbata, lo cual explicaba porque le era tan complico el atarse una, a pesar de tener una amplia gama de estas en su guardarropa, solo las usaba dos o tres veces al mes.
Ese día era uno de esos en los que portaría alguno de sus costosos trajes de diseñador y en el que estaría constantemente quejándose del calor que este le provocaba.
Sin ganas de llegar tarde, rodé los ojos desplazándome a donde él estaba, sujeté ambos lados de la corbata cruzando la parte ancha sobre la estrecha para rodearla y luego la subí, doblándola y colocando el dedo índice en el semi-enlace formado, para introducir la punta de la tela en el interior de este. Con cuidado sostuve el extremo delgado deslizando el otro hasta cerrar el nudo, lo ajuste dejándolo a la altura del primer botón del cuello y acomode ambas partes para que solo la más amplia quedara a la vista.
—¿Dónde aprendiste? —comentó examinándose en el espejo a un costado de él.
—Práctica.
Interrumpió su intento por agarrar su saco para tomarme de la cadera y atrincherarme contra la pared. —¿Con quién?
—Con…Conmigo —contesté sintiendo su respiración cada vez más cerca de mi rostro—. En ocasiones he tenido que usar una —Me apresuré en explicar.
Conforme o no con mi respuesta, no mencionó nada más mientras movía sus brazos rodeándome y restringiéndome poco a poco en estos.
—Ya es tarde.
Mi mención pareció no interesarle cuando se entretenía deslizando sus manos por mi espalda y mordisqueando mi oreja izquierda.
—Yunho —protesté intentando agacharme para salir de su confinamiento. Él me sostuvo tomándome del rostro con ambas manos.
—Jaejoong-ah.
Aguarde en silencio porque continuara pero cuando lo único que hizo fue mirarme, trate de quitar sus manos de mí. —Mi profesor no me dejará entrar al salón si él ya está ahí para cuando yo llegue.
Con sus pulgares trazo pequeños círculos sobre mis pómulos recargando su frente en la mía. —Jaejoong-ah.
—¿Qué? —hablé bajando los parpados desviando la vista a un lado al sentir como sus demás dedos se estiraban y contraían por encima de mis orejas.
—Te amo.
Mis ojos se ampliaron por su declaración, encontrándose con los de él solo un segundo antes de que se cerraran por completo, dejándome en una centelleante oscuridad mientras nuestras bocas se acoplaban y en mis oídos zumbaban las dos palabras.
Nunca pensé que escucharlas podría sonar y sentirse tan real. Cuando se dicen en la emoción de un instante pleno, se sabe que son solo por la euforia. Pero cuando salen en momentos inesperados y por nada en específico, hacen que tu interior se estremezca y se colme de calidez.
Las palmas de sus manos bajaron a la pretina de mi pantalón sacándome del aturdimiento y devolviéndome los sentidos para alertarme del peligro que corría si continuábamos con eso.
Con mis manos me zafé de las de él dando media vuelta saliendo de su alcance. —No creas que decir eso te garantiza que podrás meterte en mis pantalones.
Su risa fue como una explosión de felicidad que me contagio y desprevino del jalón de mi cuello al darme un escandaloso beso en la sien. —Eres gracioso —indicó tomando la solapa de su saco, lo doblo por la mitad en su brazo y afianzó mi mano guiándome a la puerta.
Él condujo rumbo a la empresa y yo hacia la facultad, de nuevo con una odiosa sonrisa plasmada que no se desvaneció durante todo el trayecto. Habituarme a una vida compartida con ese hombre era lo más complicado por hacer, pero también lo más gratificante que hubiera hecho nunca.
Mis clases avanzaron con calma y algo de hastió como normalmente sucedía, hasta que al acabar la última, recibí un mensaje de Yunho en mi celular.
“Estaré ocupado, puedes tomar la tarde libre”.
Demasiado inusual viniendo de un ser compulsivamente opresor. Lo primero que pensé es que se trataba de una broma de mal gusto, no es que él las hiciera a menudo, no recuerdo ni siquiera que las hiciera, pero siempre podía comenzar en un día cualquiera. Aunque ese estaba lejos de ser cualquiera.
Tecleé rápidamente una respuesta sentándome en una de las cortas bardas de cemento que cercaban el camino del pasto que crecía alrededor.
“En ese caso iré a un bar con algunos de mis amigos y regresaré a casa hasta muy tarde”. Contesté dejándole saber que al igual que él, yo también podía bromear.
Cuando en mi celular apareció el aviso de un nuevo mensaje, me adelante en figurar qué tipo de respuesta obtendría, al desplegarse el texto en la pantalla, lo que encontré fue totalmente opuesto.
“Está bien”. La simpleza de su réplica me hizo dudar, no hubo alguna muestra de desconformo, o podía simular que no le interesaba o suponer que no era verdad. Cualquiera de las dos no se ajustaba a como Yunho normalmente actuaría.
Inseguro, volví a escribirle: “Yunho, realmente lo haré”, pero ya no conseguí otro de él.
Miré la hora debatiéndome en que gastar el tiempo, Yunho finalmente estaba dándome una oportunidad para decidirlo por mí mismo y ahí estaba yo vacilando entre sí debía aprovecharlo o simplemente ir a casa.
Registré a mí alrededor percatándome de que aunque la mayoría eran caras conocidas, ninguno era alguien con quien quisiera pasar el rato. Mi reputación de sociable había descendido a niveles negativos, así que probablemente no era la compañía más agradable para ellos. No porque lo que ellos tenían en común conmigo era precisamente eso, que conocíamos de cada uno de los eventos importantes de la sociedad estudiantil, y dado que ese ya no era mi caso, no existía afinidad entre nosotros.
Entonces como si el divino destino me hubiera puesto una juerga en bandeja de plata, vi a Minho caminar frente a mí. ¡Oh si, recuperaría mis parranderos hábitos de soltería aunque fuera por unas cuantas horas!
—¡Hey, tiempo sin verte! —Llamé su atención dándole un tenue empujón con una de mis rodillas en la parte trasera de una de él.
—Que demo… ah eres tú —Me miró sobre su hombro para luego seguir caminando, relegándome tras él.
—¿Ya te vas? —Apresuré mis pasos para emparejarme con los suyos—. ¿Qué te parece si vamos a tomar algo?
—No gracias, hoy no tengo ganas de volver a enfrentarme con el carácter de tu hombre.
—Pero él no vendrá —clarifiqué—. Tampoco tengo toque de queda.
—¿Oh si, abandonaste los grilletes por un día?
Ignoré su sarcasmo mientras guardaba mi celular en mi mochila. —¿A dónde iremos?
—No he dicho que acepto —Juntos esquivamos a las personas que iban entrando cuando pasábamos a través del enrejado abierto.
—Vamos ¿me harás rogar? —insistí jalando un par de veces la manga de su chaqueta azul—. Las primeras tres rondas van por mi cuenta —ofrecí.
Se detuvo en la orilla de la banqueta junto a un poste de luz girándose para verme. —¿De verdad no te retirarás repentinamente corriendo porque el psicópata de tu novio espera por ti?
Alcé mi mano derecha en señal de un solemne juramento. —No.
—Si lo haces…
—No. Incluso puedo apagar mi celular si eso quieres —No sé porqué él complicaba tanto las cosas o porqué yo tenía que tomarme tantas molestias, quizás a causa de que él era de las pocas personas –por no decir el único– en el que podía confiar si mi estado etílico era difícil de manejar. Él no me dejaría botado si yo perdía el raciocino.
Se cruzó de brazos, lo que considere bajo mi interpretación, como que aguardaba a que yo hiciera lo que mencione antes. Resoplé sacando mi teléfono, y delante de sus ojos oprimí el botón de apagado volviéndolo a guardar después en el mismo sitio.
Confiaba en que Yunho no fuera a marcarme, aunque dado que él estaría lo bastantemente ocupado como para ni siquiera importarle con quién, o qué o en dónde estuviera, una llamada era poco probable.
Sonrió enganchando su brazo en mis hombros, conduciéndome a donde estaba estacionado su auto, uno que a pesar de su putrefacta riqueza económica, carecía de cualquier lujo y era nada más que modesto y discreto. A él nunca le gustaba ostentar de lo que su familia poseía.
—Yo tengo el mío en el estacionamiento —dije apuntando al lado contrario de donde nos dirigíamos.
—Bien, ve por el, pero si no estás aquí en cinco minutos me marcharé.
Asentí brevemente volviéndome sobre mis talones acelerando mi caminar. Una liberadora oportunidad como esta, difícilmente se repetiría, por ningún motivo podía desperdiciarla.
Como una ráfaga, orillé el carro detrás del de Minho, presioné la bocina una vez y él empezó a moverse. Llegamos a uno de los bares donde todos los bebedores empedernidos acudían. Donde si no ordenabas al menos algún licor cada media hora, te sacaban del lugar. Por supuesto nadie requería de esta amenaza, todos consumían altas cantidades de alcohol porque así deseaban hacerlo.
Las horas se esfumaron y cuando menos me di cuenta, Minho se levantó anunciando que era tiempo de largarnos de ahí. Su expresión sombría reflejaba molestia, tal vez se debía al tipo que se mantenía insistente en que lo acompañara a una fiesta privada –como si fuera a caer en un truco tan simple– pero más bien creo que fue porque yo no paraba de hablar con extraños.
Bien, sucede que conmigo la ebriedad se manifiesta en dos etapas, la primera es parlotear, de lo que fuera y con quien sea, solo necesito a alguien dispuesto a escuchar para que mi lengua suelte todos los pormenores de mi vida. La segunda es sucumbir en la superficie plana más próxima a mí.
Favorablemente para mí, tengo una amplia tolerancia al alcohol y se detectar cuando estoy peligrosamente al borde de la primera fase para así detenerme. Más cuando estoy con mis amigos, dejo que ellos se encarguen de mi cuidado. Si, egoísta, pero hey, puedo prometerte que ellos también se divierten a mí alrededor.
Minho rodeó con sus dedos mi codo hasta la parte interior de este para impulsarme hacia arriba. En medio del bullicio de conversaciones, risas y botellas de vidrio siendo chocadas entre sí o en la mesa, zigzagueamos para salir.
Afuera, el aire enfrió mi rostro provocando que perdiera el equilibrio desde mi posición inmóvil en la banqueta, las luces en la calle se veían intermitentes y difusas mientras la imagen de automóviles colapsando ante mis ojos se torcía constantemente.
—Te irás en taxi —Escuché a Minho al apoyarme en la pared detrás de mi—. Llamaré a alguien para que se lleve tu coche a mi casa, mañana podrás recuperarlo.
En vez de contestar, puse las manos en mis muslos agachándome como si con eso evitará que todo diera vueltas. Insólitamente funcionó al tiempo que Minho abría para mí la puerta trasera de un taxi, sin protestar lo abordé acomodándome en el asiento. Crucé mi mirada con la de él un segundo antes de que cerrara la puerta, asomó su cabeza por la ventanilla del copiloto entregándole al hombre un par de billetes y me pidió que le diera la dirección. Así lo hice y luego de que el conductor la repitió, Minho se alejó para que pudiéramos partir.
El viaje fue relativamente corto, mi estabilidad visual mejoro lo adecuado para reconocer el edificio y para no caerme al bajar del vehículo. No teniendo la misma suerte al hacerlo del elevador, donde las paredes fueron lo único que impidió que cayera de bruces contra el piso.
La tecnología fue otra gran ayuda, lo único que tuve que hacer para abrir la puerta del departamento fue conservar fijo mi dedo índice en lector de huellas digital, después del tercer intento lo conseguí y se escucho el sonido de desbloqueo.
Al entrar la intensidad de la luz encendida me deslumbró, por lo que con los dedos entreabiertos cubrí mis ojos en lo que me deshacía de mis zapatos.
—¡Cariño, ya estoy en casa! —anuncié animadamente.
Mentalmente contaba con una lista de frases que decir antes de morir, una tache de inmediato se coloco sobre la que acababa de soltar. Tip: el beber no solo te da valor, sino que también te ayuda a cumplir objetivos.
Mi torpe sonrisa etílica se borro al por casi tropezar con el bajo escalón que separaba la entrada de la sala, el hombre sentado en el sofá también fue un formidable motivo para esto.
—Buenas noches —dijo el presidente alisando el abrigo en sus piernas.
Me incline levemente como respuesta, a pesar de que mi deseo era ignorarlo, no podía olvidar el hecho que quien era él y el papel que ejercía en la vida de Yunho.
Firmemente de pie en el borde del escalón, observé la forma en que me analizaba de arriba-abajo en incontables ocasiones, cada una de ellas con mas desprecio que la anterior. No era desconocido para mí la irreverencia que sentía por mi presencia, sabía que desaprobaba mi relación con Yunho, pero era lo mismo que yo sentía por él, mutuamente odiándonos era como asimilaba el futuro entre nosotros dos.
—¿Es así como llegas diario?
—¿Disculpe? —Me moví a un costado dejando caer mi mochila.
—Ya veo, Yunho se ha vuelto menos selectivo —Enderezó su espalda examinándome otra vez—. De mal en peor. Aunque admito que esta vez el capricho ha durado, pero sigo sin entender que es lo que le gusta de alguien de baja clase como tú —Cruzó sus piernas entrelazando sus manos en su regazo—. Quiero suponer que eres lo bastante inteligente como para tener claro que lo de ustedes no es permanente. Tu experiencia en el abandono debería de recordarte el no albergar falsas ilusiones.
 ¿Capricho? ¿Yo me reducía solo a ser eso? ¿Y cómo es que él sabía de mi pasado? ¿Qué infiernos conocía él de mí?
Harto de su dura mirada y palabras, fruncí el ceño dispuesto a confrontarlo, justo en ese momento Yunho emergió de la cocina. —¿Estas borracho? —Me preguntó recargándose en su brazo doblado sobre la barra junto a él.
—No —contesté pateando mi mochila, aventándola a la pared, pasando al baño donde lavé efusivamente mi cara con agua fría, sacudiéndome con las manos las diminutas gotas que bajaban por mi barbilla.
Cuando regresé ambos estaban colocándose sus zapatos luciendo listos para marcharse. Yunho acomodó el cuello de su camisa, alzando su cabeza para verme. —¿Vamos a ir a cenar, quieres venir?
—No creo que sea prudente que nos acompañe en el estado en que se encuentra.
El presidente se adelanto a mi respuesta. Bufé sentándome en el sofá, en la esquina opuesta a la que ese hombre había ocupado. —No tengo hambre —declaré.
—Bien, deberías darte un baño y luego dormir —Yunho sugirió sosteniendo la puerta a punto de salir—. No tardaré mucho —añadió.
Deslicé los dedos por el brazo del sillón y al oír el sonido de la puerta cerrándose, me encogí de hombros antes de echar la cabeza atrás en el respaldo.
Mi humor se había ido al suelo, estaba ahí sintiendo las consecuencias de beber en exceso y con una profunda irritación a causa de ese señor. Odiaba que el hombre me viera de ese modo, que hablara de esa manera, que menospreciara cada parte de mí. Pero lo que más detestaba es que Yunho se fuera sin ni siquiera insistir u obligarme a ir. Quedándome relegado en un departamento después de ser reemplazado por alguien más. ¡Perfectamente genial!
A pesar de haber consumido abundantemente como para que mi estomago se sintiera inestable, sentí las ganas de mas alcohol. Fue entonces que recordé el vino que Yunho almacenaba en la alacena, mismo que me tenía prohibido agarrar puesto que era solo para una ocasión especial. Y yo estaba especialmente enojado, por lo que ameritaba destapar una botella de esas.
Bajé una de las copas de cristal colgadas en el soporte del compartimento del minibar, abrí el estante inferior de la barra y saqué una de las botellas tan cuidadosamente guardadas. Mi habilidad para descorcharla fue alucinante, aun con mi tembloroso pulso lo hice eficazmente.
Casi hasta el tope llene la copa, la sujeté con una mano tapando de nuevo la botella con la otra, dejé esta sobre el mostrador y camine hacia la habitación.
Cuando semi-cerré la puerta enseguida de entrar, ya quedaba solo la mitad del liquido, bebí el vino que restaba para luego recostarme en la cama depositando la copa vacía encima de mi estomago. Solté un largo suspiro colocando los brazos detrás de mi cabeza. La única iluminación que tenía era la que se filtraba desde la sala, misma que no me moleste en apagar y que provocaba que un delgado cono se formara en el techo, eso era lo único que podía vislumbrar claramente desde mi posición.
No paraba de pensar en lo que ellos estarían conversando, si seria de mí, y que tan destrozada mi imagen ya estaría por esa platica, al mismo tiempo estaba arrepintiéndome por no estar ahí, dejándole libre acceso para que ese sujeto despotricara en mi contra.
Ante esto último reí, porque comprendí que toda esa mezcla de emociones solo daban como resultado a los celos. ¿Cómo era posible que yo estuviera celoso de un tipo que me doblaba la edad? ¿Un hombre que solo estaba cuidando de los intereses de su hijo postizo? ¿Cómo una carne seca podía ser competencia conmigo que soy la fruta fresca?
Lo que me hacía falta era refrescarme la cabeza, así que decidí seguir el consejo que Yunho me dio antes de irse. Ese estúpido costoso licor fuerte, había aumentado mis malestares.
Con las piernas me propulsé hacia delante para sentarme, olvidando el objeto encima de mí. La copa rodo y antes de que pudiera capturarla esta se estrello, confirmándolo por el sonido del cristal quebrándose como si fuera una detonación.
Estiré mi brazo para encender la lámpara atornillada en la pared junto a la cabecera. Con la limitada claridad que conseguí, pude ver tres pedazos grandes y otros pequeños casi pulverizados repartidos a lo largo del suelo.
—¡Rayos! —gimoteé por el desastre resultante.
Por temor a encajarme uno de los vidrios, me recliné desde donde estaba para juntarlos. Levanté la mayor parte de los cristales dejándolos sobre el buró, cuando estaba dispuesto a enderezarme para ir por la aspiradora de mano, una pequeña envoltura cuadrada entre la cama y el mueble, llamó mi atención.
Las yemas de mis dedos resbalaron un poco al tratar de agarrarla y el escaso espacio tampoco lo facilitaba. Cuando la conseguí, la puse en el centro de mi mano. Rasgada, fue lo primero que noté.
Mis ojos se fijaron en el armario de enfrente en lo que procuraba que mis pensamientos se ordenaran, aún sin lograrlo viré hacia el cajón del buró, abriéndolo de un simple jalón.
Mi cerebro repetía incesablemente que debía estar ahí, tenía que estar ahí. Rebusqué en el interior de este sin detectar el condón que la noche anterior había visto. Distinguí la aceleración de mi corazón solo hasta que oprimí el cuello de mi camiseta, al sentir acidez subiendo por mi garganta y mi vista girando a tal grado que tuve que parpadear dos veces para enfocar fijamente.
Los recuerdos inundaban mi memoria, todos esos rumores que circulaban en la empresa respecto al presidente y Yunho. Las acusaciones que yo mismo le había hecho y que él negó.
La pregunta era ¿requería de algo más para reconocerlo? no cuando ya tenía mis sentidos correctamente funcionando y en mis manos el empaque plateado de un preservativo utilizado.
Nuevo remedio para combatir la embriaguez: descubrir que tu novio te engaña con nadie menos que con quien considerabas tu suegro.
Me quedé sentado ahí, viendo los vidrios arriba del mueble. Raro como un día que empezó cercano a la perfección, terminó siendo una catástrofe. Quizás es verdad que uno no puede cantar victoria antes de tiempo.
Durante los minutos o incluso horas que me mantuve así, mi mundo se centro en lo que debí evitar, lo que se derrumbo y lo que quedaba. Nada sustentable que pudiera borrar mi aflicción.
– «Tu experiencia en el abandono debería de recordarte el no albergar falsas ilusiones» –
Sí, yo más que nadie tenía que conocerlo. Sabía cómo era esto de confiar, como el tornarte vulnerable te dañaría. Yo lo sabía y simplemente le permite avanzar.
Con un sobresalto reaccioné cuando el cuarto se aluzó plenamente. Yunho había llegado y tendría que enfrentarlo.
—Pensé que ya estarías dormido —habló vaciando sus bolsillos, dejando los artículos en la cómoda.
Desde el espejo del tocador podía darme cuenta de que me vigilaba mientras desanudaba su corbata, la que unas horas antes yo había arreglado por él. ¡Diablos, desaproveche mi oportunidad de estrangularlo cuando se presento la ocasión!
—Te ves pálido —Me encaró soportando su peso con las manos en el borde del tocador—, si vas a vomitar ve al baño.
Me arrastré hasta el pie de la cama, doblando una pierna para atraerla hacia mi pecho. —¿Cuándo me llamaste para decirme que estarías ocupado, era por él verdad?
Arqueó una ceja inclinándose más hacia atrás, provocando que el espejo se tambaleara. —¿Quién? —pronunció.
—El presidente —contesté apretando los brazos contra mi pantorrilla—, estarías con él pero necesitabas el campo libre, así que me brindaste la tarde para que yo me distrajera mientras ustedes podían estar juntos a solas y sin interrupciones.
Se trasladó al armario tomando de este un gancho de madera para ajustar en el su saco. —¿A qué viene eso? ¿Qué más da? Tenía que tratar asuntos con él.
—Pero no referentes al trabajo, porque tú y él no solamente tienen una relación de negocios —acusé sin reservas, no existía motivo para dar rodeos.
—¿Por qué siempre tienes que cuestionar eso? Estoy fastidiado de ese tema.
Observé la tensión de los músculos en su espalda al colgar el gancho en el tubo del closet junto a otros tres que necesitaban llevarse a la tintorería, probablemente la presión que ejerció en eso fue excesiva.
—¿Lo hiciste hoy con él, cierto? no, lo formularé más sencillo para ti, con sutileza. Ustedes solo decidieron pasar la reunión a un lugar más cómodo, tanto como lo es esta cama.
Volteó para conmigo alzando sus manos, dejándolas después caer pesadamente a sus costados. —Maldición, este es el jodido tipo de discusión que toda persona desea oír al regresar a su casa.
—¿Por qué de todos los sitios a los que pudieron ir, escogieron este? ¿Fuiste tú o él quien lo propuso, uh? Seguramente él, quería asegurarse de que yo comprendiera mi lugar ‘el revolcón del momento’, ese soy yo —declaré estirando las piernas antes de levantarme para hacerle frente.
Yunho no me aparto la mirada ni aun al desbrochar los botones de los puños de su camisa o los primeros del cuello. No habló ni se mostró afectado.
Respiré profundamente al evadirlo cuando camine para acercarme al guardarropa. —¿Es esto tu forma de decirme que me aparte y pierda de tu vida? No pudiste ser más claro, te lo juro —Empujé bruscamente la puerta corrediza, comenzando a sacar mi antigua ropa, arrojándola descuidadamente a la silla aledaña.
—¿Qué haces?
Sin voltear a verlo le respondí con sarcasmo: —¿Qué te imaginas que hago? Piensa y acertaras —Descolgué la última prenda e inmediatamente me dirigí hacia la cocina de donde agarre una bolsa jumbo negra y regrese con esta a la recámara.
—Jaejoong, basta ya de disparates ¿estás tratando de probar mi rango de tolerancia? —demandó deslizando fuera la corbata de él.
—¿Y tú crees que soy tan imbécil para no comprender lo que haces frente a mis narices e incluso en el mismo departamento donde vivo contigo? —refuté metiendo la ropa en la bolsa de plástico.
Lentamente se quito el cinturón enrollándolo antes de ponerlo sobre la cómoda junto a sus demás cosas. —Me niego a discutir esto.
—No hables, no hace falta —Doblé sin mucho empeño mis jeans para también guardarlos—. ¿Quién lo diría, eh? el magnífico Jung Yunho no tiene el suficiente valor para hablar.
—¡¿Y qué infiernos quieres que diga?!
Abandoné mi tarea de empacar –aventar– mis pertenecías para encararlo. —¡Solo admítelo de una buena vez! ¡Di que te has estado metiendo con ese hombre!
—¡¿Realmente eso deseas? ¿Después de eso estarás satisfecho?! ¡Pues sí, lo he estado haciendo!
Pude apreciar como mi cuerpo se congeló con su declaración, fue una sorpresa escucharla aunque ya la sabía, pero que él lo dijera directamente, fue perturbador.
Cerré los ojos intentando desaparecer la punzada que apareció en mi estomago y la opresión en mi pecho. La entereza llego luego de concentrarme en el malestar que causaban mis uñas encajadas en las palmas de las manos. Quizás eso era lo que necesitaba, reemplazar un dolor por otro.
—Bien —Solo eso pronuncié mientras me despojaba de la camiseta y pantalón que vestía, haciéndolos bola los lancé en la cama con furia.
Yunho siguió mis movimientos al ponerme la ropa que no guarde. Usar cualquier cosa de él en ese momento se sentía incorrecto, esperaba que se diera cuenta de ello.
—Ahora puedes dejar de hacer eso —Hice caso omiso de su orden, hasta que subiendo el cierre de mi cremallera casi pellizque mi dedo cuando Yunho me jalo apretando mis antebrazos—. ¡He dicho que pares con esto!
—¡Suéltame! —grité forcejando hasta lograr soltarme. Terminé de vestirme y junté las cosas que todavía me faltaban.
—No es lo mismo que lo nuestro ¿de acuerdo? —mencionó haciéndose a un lado—, con él es solo físico.
—Oh por favor, ¿supones que con esa basura me conformare? Realmente debo lucir patético ante tus ojos.
Formó una media sonrisa en su rostro lo que hizo palpitar la parte superior de mi cabeza. —¿No fuiste tú el que antes habló burlonamente acerca de exclusividades? ¿No fuiste tú también quien se toqueteó con el tipo que me propuso el trió?
—Te dije que no pasó nada con él ni con algún otro desde que estoy contigo, sabes perfectamente que es así, no quieras cambiar la perspectiva cuando no soy yo quien está involucrado con otra persona, ni el que mintió al decir que ya no estaba jugando.
—¿Entonces qué, te vas a ir?
—Exactamente —Fijé la hebilla de mi cinturón en el cuarto orificio e inspeccioné los rincones de la habitación por si olvidaba algo—. Así, tú y el pedófilo podrán divertirse con absoluta libertad.
—Estas cruzando el límite —gruñó dando pasos cortos hacia mí.
—Solo estoy siendo sincero, afortunadamente para él, tú ahora eres un adulto, al que al parecer no le importa que tan extravagante sea el vinculo entre los dos.
—No es tu asunto.
—Sí, no lo es más —afirmé amarrando fuertemente los extremos de la bolsa dejando un espacio entre el nudo para sujetarla con los dedos.
—Jaejoong —dijo deteniéndome por los hombros al tratar de cargar mi improvisado equipaje—. ¿Qué es lo que quieres que haga?
—Déjalo —respondí sin inmutarme.
—Estamos hablando de mi padre, el hizo todo lo que soy, no voy a abandonarlo.
—¡No es tu padre! ¡Tú no eres su hijo! ¡Solo eres su pasatiempo, no te das cuenta! —estallé con rabia, había contemplando la posibilidad de continuar con él si estaba dispuesto a ponerle fin a eso, pero al parecer él no tenía ninguna intención de hacerlo.
—Has perdido la razón.
Afiancé la bolsa entre mis manos dispuesto a salir de ahí. —No eres más que su marioneta al que puede usar cuando se le viene en gana —agregué.
De pronto sin verlo llegar, el dorso de su mano izquierda golpeo en mi rostro. Fue un error el comprarle ese anillo, no creí que los huesos en donde este se clavaria, serian precisamente los míos.
Limpie la humedad de la comisura de mis labios, observando después la ligera mancha roja en mi pulgar. —Por menos que esto he dejado irreconocibles a otras personas, tú deberías cuidar lo que dices.
—Yo debí dejarte por menos que esto —Me enderecé yendo a la sala, dejé en el piso mis cosas para empuñar mi mochila sacando de esta mi celular. Después de encenderlo espere a que iniciara, recorrí la lista de mis contactos y presione ‘llamar’ cuando di con el indicado. —Minho-ah —hablé al escuchar su voz por el auricular—. ¿Puedo ir a tu casa? Necesito un lugar donde quedarme.
De un rudo arrebato, mi celular me fue quitado por Yunho, quien lo mantenía asegurado en su mano. —¿Realmente estas buscando morir esta noche, eh? llamando a ese idiota delante de mí.
—¿Por qué? ¿Por qué le hablo a un amigo? —Una sonrisa fallida hizo que mi boca se curvara dolorosamente, el ardor del golpe aun me lastimaba, pero lo ignore manteniendo mi brazo estirado aguardando porque me regresara el teléfono—. Devuélvemelo.
Al ver que no iba a entregármelo, me acerque para recuperarlo por mí mismo, pero él rápidamente le quito la batería y lo arrojo contra la pared. Mi boca se abrió por la impresión, Yunho estaba furioso, no había duda de ello, pero eso no iba a frenarme.
—Tú al igual que ese sujeto, tienes tu propio juguete personal ¿por qué demonios no he yo de conseguirme uno? ¡Estúpido bastardo egoísta!
—Hazlo y verás Jaejoong —amenazó.
—¿Qué harás, matarme? —deduje—. De cualquier forma no volveré contigo, no a menos que dejes a ese hombre.
Ruidosamente tiró la pila que todavía conservaba en su poder. —¡Otra vez con eso, te he dicho que no puedo hacerlo, no puedo darle la espalda a alguien que ha hecho tanto por mí!
—Entonces esto se acabo —proclamé arrastrando la bolsa, dejándola a mi lado mientras ataba las agujetas de mis viejos tenis imitación de Adidas.
—Jae —Yunho se aproximó sujetándome suavemente por mi muñeca.
—Terminó —Me zafé lánguidamente—. Gracias por pretender que te importaba, fue bueno mientras duró, pero no seguiré con alguien que solo ofrece eso, fantasías de color rosa.
Aferrado a los objetos en mis manos, caminé fuera del departamento optando por usar las escaleras. En la planta baja, las puertas transparentes del edificio dejaban a la vista la solitaria calle al frente, tan similar a como me sentía en ese momento.
Transité por las cuadras como si el cansancio no tuviera efecto alguno en mí, nada podía tenerlo, nada después de Jung Yunho.

4 comentarios:

  1. Ahora si... como dicen por ahi "Llego la hora de la verdad"

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  2. Acabo de leer de corrida hasta este capitulo y esta hermooooso el fanfic!! amo a ese Yunho todo rudo y frió pero que de ves en cuando hace cosas cute como lo del anillo de pareja ♥. La trama es muy buena!! no espero para leer todo lo demás , pero ahora tengo que dormir :(
    Escribes fenomenal ilz

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  3. Oh Yunho estúpido.. ...sabia ue habia algo mas pero creo que era forzado, digo es un vegestorio, es conlleva su padre, arrg .......y Yunho de tonto todavía se sientecon el derecho de reclamarle.. ....ufff de verdad que es un tonto.. .....
    Pobre DE Jae.. .....

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  4. Yunho vas a perder al amor por rse pedófilo?, date cuenta de ello, además ese viejo se lo advirtio a Jae que él pronto saldría de la vida de Yunho. Además Jae tiene razón al haberlo hecho en la misma cama donde el duerme, que descarado.

    Gracias!!!!

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