El amor cooperativo implica a dos individuos independientes, completos y afines, que eligen viajar la vida unidos y superar sus diferencias.
Jame G. Goldberg
Mi
entrada a la compañía invariablemente siempre había sido callada solo con los pertinentes
saludos a los chicos con los que me topaba en el camino a la oficina de Yunho,
deteniéndome un par de minutos para esperar el elevador y sin más retrasos
llegar a mi destino final.
Ni
siquiera en mi primera vez ahí, había experimentado las decenas de miradas
inquisidoras que durante todo mi recorrido no se despegaron ningún segundo de
mí, precisamente al día siguiente del cumpleaños de Yunho. Por un momento casi
creí que vestía un traje luminoso que no dejaba pasar desapercibida a mi
presencia.
Al
cerrar la puerta de la oficina, respire hondo sintiéndome resguardado dentro de
esas cuatro paredes, cohibiéndome de nuevo cuando note cinco pares de ojos
escudriñándome sin algún disimulo.
—Jaejoong-ah,
el jefe nos enseño el anillo que le diste.
Myungsoo
junto con tres chicos más, se acerco sonriendo deteniéndose frente a mí e
inclinándose un poco a la altura de mi mano izquierda, la cual sin lentitud
oculte haciéndola puño entre mi espalda y mochila.
—Yah,
solo queremos ver el tuyo —menciono aproximándose más, intentando jalar mi
brazo hacia delante, por suerte mis piernas fueron rápidas moviéndose a un
lado, esquivando su agarre.
—¡Hey!
—Yunho gritó desde el sillón donde permanecía sentado con una expresión
acusatoria para ambos.
Myungsoo
levanto sus manos dando un paso para colocarse no muy lejos de mi oreja
derecha. —¿Jae, de verdad no es una imitación? —soltó bajamente usando su mano
como barrera junto a su boca para que Yunho no pudiera escucharlo.
—No
lo es —conteste frunciendo el ceño mientras me quitaba la mochila llevándola al
rincón, después fingí buscar algo inexistente dentro de esta.
¿Por
qué tenía Yunho que hablar sobre ese maldito tema con ellos? ¿No podía respetar
mis deseos porque lo mantuviéramos en privado? ¡Se lo especifique perfectamente
letra por letra, incluso más de una vez!
Por
como todos me veían, estaba más que seguro que la noticia había corrido como
pólvora entre el personal. Y a sabiendas de cuan a Yunho le gustaba exagerar
los hechos, la historia sobre la entrega y el propósito del regalo, variaba
mucho de la realidad. Aunque tampoco podía o quería sacar yo mismo el asunto
para aclararlo, ¿para qué dar más pie a murmuraciones?
El
caso es que sentía los ojos del mundo sobre mí, como si reflectores me
alumbraran en un escenario. No me atrevía a mirar a nadie y cada vez que acudía
a Yunho para que le pusiera un alto a la situación, él solo sonreía diciendo:
«no me molesta que seamos la pareja del momento».
Las
circunstancias no diferían mucho a las de la universidad, donde tenía estrictamente
prohibido el quitarme el anillo a lo que sumándole el torpe descuido de dejar
al descubierto mis manos por no más de un minuto, suscito que el entrometido de
Junsu captara mi nueva adquisición.
Sobra
decir lo que sucedió después cuando su voz lejos de ser discreta, anunció a los
cuatro vientos que yo tenía una sortija
de compromiso. De nada sirvió que utilizara mis brazos para formar una cruz
sobre mi pecho en señal de negación, porque ya tenía a todos agrupados
examinándome con detenimiento, farfullando que por fin había atrapado un pez
gordo.
¡Ese maldito rumor me persiguió por más
de dos semanas!
Pese
a que esos incómodos días estuvieron llenos de fisgones revoloteando por los
alrededores, en su mayoría parecieron ser pacíficamente maravillosos. Sin en
realidad existir algún motivo en especial, mi sonrisa no lograba desaparecer
por más de cinco minutos, y eso me estaba haciendo creer que no tardaba en
volverme loco.
Yunho
y yo, habíamos encontrado la armonía entre nosotros, él se comportaba más
condescendiente y yo intentaba darle menos motivos para que se molestara.
Inclusive no había sucedido ni una minúscula disputa en todo ese tiempo, nueva
marca para ambos. Lamentablemente creo que yo las extrañaba tanto, que me
busque una ajena.
Debido
a que necesitaba conseguir material para una de mis clases, mi hora de llegada
a la oficina se atraso, por lo que a pesar de que había avisado de mi
contratiempo, intuía que Yunho se quejaría por la tardanza.
Literalmente
entré caminando de puntas, echando un vistazo hacia los lados y suspirando de
alivio al encontrar el espacio solo. Abandone mis cosas en el sillón y fui con
los demás.
—¿Dónde
está el jefe? —Aunque acostumbraba llamarlo por su nombre, ante los chicos
procuraba no hacerlo, puesto que mantener el respeto entre las jerarquías en
ese tipo de profesiones es algo indispensable.
—Salió
a buscarte —respondió Sungmo—. Estuvo llamándote a tu celular pero no logro
contactarte.
—Se
agotó la batería —declaré mostrándoles mi celular apagado—. Desde la mañana
noté que tenia la pila baja —Avance a la oficina hasta llegar al escritorio,
abriendo uno de los cajones de este para sacar el cargador extra que Yunho
compro para mi, él y sus paranoias de siempre estarme checando.
Localice
el desocupado contacto de luz en la parte inferior de una de las paredes y fui
directamente a enchufar el cargador conectado al celular. Aguarde a que se
transmitiera suficiente energía para que el teléfono encendiera antes de
oprimir el botón, haciendo que este se aluzara y se mostrara la pantalla de
bienvenida.
—Oh,
Jaejoong, por lo visto el jefe no dio contigo —Myungsoo hablo desde el umbral
de la puerta—. Él dijo que en cuanto te pusiera las manos encima, te llevaría
directo a su casa.
Pasé
hondo al escucharlo, sobresaltándome cuando mi celular en mano comenzó a sonar.
El ID ‘hot-demon’ solo asentó mi agonía. —¿Hola? —contesté metiendo mi mano
bajo la manga para rascar mi otro brazo, dándole la espalda a Myungsoo.
—¿Dónde
estás? —Su voz a través del auricular sonó escalofriantemente seria.
—En…En
la empresa —titubeé.
—Voy
para allá, no te muevas Kim Jaejoong —Asentí aun sabiendo que era imposible que
él me viera hacerlo. Pero la culpa la tenía solo yo por tener un novio así de
maniático.
Me
agache para colocar mi celular en el suelo, dejando que se completara la carga
en la batería y fui hacia la mesa en el rincón de la habitación, donde tenía
una mesa que fungía como mi escritorio y una laptop desde donde podía manejar
la cuenta bancaria de Yunho y hacer mis tareas escolares.
A punto
de sentarme en la silla semi ejecutiva, un portazo cimbro los vidrios de las
ventanas haciendo que mis dedos se aferraran al respaldo. ¡Ahora si arderá Troya!, pensé.
Salí
de ahí presumiendo que me encontraría con un muy enojado Yunho, desconcertándome
al ver en su lugar a un grupo de hombres con facha de malandrines.
—¿Que
hacen aquí los de Gangbuk? —murmuro uno de los chicos sin recibir respuesta.
Los
cinco hombres recorrieron las inmediaciones observando cuidadosamente cada uno
de los objetos colocados aquí y allá. —¿Donde está nuestro querido Jung Yunho?
—cuestionó un tipo con la imitación mas falsa que hubiera visto de un traje
Ralph Lauren, oh sí, yo conocía muy bien de marcas, no en vano conseguía hojear
revistas de moda no solo para estar al tanto de las tendencias –teniendo o no
el dinero para seguirlas– sino también para ver a los sexies hombres que las
modelaban.
—Salió
—Myungsoo indicó simplemente.
—Oh,
decidí darle una visita sorpresa, no imagine que no lo hallaría aquí en horas
en las que debería estarlo —expuso acercándose a una de las ventanas donde jalo
el cordón de la persiana, abriéndola enseguida.
El
silencio cayo drásticamente mientras él permanecía asomado hacia el exterior,
girándose luego hacia nosotros solo para poner sus ojos sobre mí. —A ti no te
conozco.
Su
mención hizo que todos los demás también me percataran, por lo que opte por
colocarme a lado de mis compañeros. —Es nuevo —aclaro Myungsoo, quien por lo
visto era el único que se atrevía a pronunciar palabra.
Ignorando
su barato porte para solo atender a su expresión autoritaria, supuse que se
trataba del líder de la pandilla del lado norte, ya antes había escuchado
referencias sobre ellos pero el tenerlos en frente solo confirmaba que existían
deplorables subdivisiones en el inframundo mafioso.
Me
miro de arriba-abajo haciendo un gesto de indiferencia y coloco un brazo sobre
su abdomen recargando el codo del otro en este, quedándole la mano en su
mentón. —Seguro que cuida muy bien los intereses de su jefe —soltó pasando dos
dedos a lo largo de su mandíbula—. Lo cual me hace preguntar Myungsoo, ¿cuándo
aceptaras cuidar de los míos? Puedo pagarte el doble de lo que recibes.
Absolutamente
todos, volteamos hacia Myungsoo aguardando por lo que diría. Gran parte de mi
estaba molesta porque el hombre estuviera en el territorio de Yunho
ofreciéndole a uno de sus empleados que lo dejara para ir con él, comportándose
justo como lucía, un maleante ruin y traicionero.
—Dudo
que eso pueda ser cierto, sabemos que la situación en Gangbuk no es ni la mitad
de buena que aquí —Myungsoo contesto cruzándose de brazos con sus facciones
estoicas—. No estoy acostumbrado a condiciones austeras.
Un
suspiro de alivio escapo de mí en el mismo instante en que sonó el bufido que
dio el otro tipo al dar media vuelta yéndose a sentar explayadamente en uno de
los sofás de cuero negro, subiendo su pierna derecha en la rodilla izquierda y
apoyando sus brazos en la cima del respaldo. —Pero imagino que no pasara mucho
cuando las prosperas condiciones que tienen aquí, cambien a ser precarias
—sonrió de medio lado anteponiendo que lo que diría a continuación seria la
estocada que remataria su comentario—. Digo, el contratar caras bonitas debe
ser costoso, sobre todo cuando lo que se necesita es que sean… complacientes.
El
sutil insulto disfrazado en su indefensa suposición, inicio el hervor de mi
irritación que se acrecentó cuando el añadió: —Sabemos que la total
satisfacción de Yunho no tiene límites, un buen sueldo debe ser el aliciente
para cumplir sus requerimientos y que la gente esté dispuesta a abrirse
ampliamente… de mente.
—No
creo que el jefe regrese pronto, así que no es necesario que lo espere, yo
personalmente le informaré de su visita —Myungsoo le dijo desechando su previa
acusación.
El
hombre se levanto sacudiendo su ropa y arreglándose su ordinario saco nos
dirigió una mirada aguda. —Veo que su jefe los ha educado bien, siendo tan
cordiales aun cuando no desean serlo —Pasó a un lado de la pequeña mesa de café
al centro del lugar y con la punta de su zapato, tumbo los documentos que
estaban ahí—. Quizás todos aquí tienen un tipo de intima lealtad —Mis puños se
cerraron fuertemente a mis costados intentando avanzar para borrar esa
frustrante sonrisa de suficiencia que su horrenda cara portaba, pero Myungsoo hizo
un muy buen desempeño al retenerme del antebrazo y no permitir que me moviera,
pero no contaba con lo que otro de esos infames diría mientras me señalaba con
su mano.
—Jefe,
quizás Dollface es tan bueno en lo
que hace, que mantiene a todos contentos.
De
una enérgica sacudida mande volando el primer objeto que tuve a mi alcance, una
larga engrapadora negra que aterrizo en su frente y que por el choque ocasiono
que la hilera de grapas se desprendiera rebotando en los ojos de otro de sus
compinches.
Naturalmente
su reacción fue iracunda, detonando en un agresivo agarre de mis brazos para
lanzarme al piso en donde sin consentir que me pusiera de pie, arremetió una
patada sobre mis costillas.
Todo
ocurrió como en cámara lenta, en un momento Sungmo estaba arremangándose su
camisa abalanzándose sobre alguien más, y en el otro estaban todos contra
todos. Encapsulados en propinar y acertar golpes los unos a los otros, no
notamos cuando la puerta se abrió ni quien ingreso hasta que nos paralizamos
con el grito: “¡¿Qué jodidos está pasando?!”.
Mi
raciocinio rápidamente reconoció la voz por lo que desde el piso tendido sobre
mi espalada y con un hombre sentado en mi estomago sujetándome el cuello con
una mano y con la otra suspendida en el aire amenazándome con abofetearme, rodé
mi vista hacia atrás constatando que se trataba de Yunho, quien arqueo una ceja
al ver mi mano extendida en la cara del hombre a horcajadas sobre mí, en un
extenuante esfuerzo por quitármelo de encima.
Como
por obra de magia, cada uno se fue separando e incorporándose para reagruparse
en su bando correspondiente, ellos resguardándose detrás de su jefe y nosotros
de Yunho cuando este llego a nuestro lado.
—Tiempo
sin verte —menciono el cabecilla del grupo contrario sacando un cigarro,
encendiéndolo antes de ponerlo en su boca.
Yunho
solo se encogió de hombros sin apartar la vista de él notando como el círculo
de humo que soltó, flotaba en el aire. —Hace un rato alabe el temple de ellos,
pero parece que me delante al sacar conclusiones, aun están muy verdes y no
saben controlar su carácter.
Yunho
dejo de verlo para voltear hacia nosotros. —¿No les he dicho que cuando no me
encuentre aquí, mantengan esto en orden y a la basura fuera? —hablo haciendo
una pausa para virarse otra vez hacia los indeseados visitantes—. Si quisiera
que pordioseros entraran, no me molestaría en cerrar las puertas.
Aflicción
surgió en mí al percatarme de las facciones molestas de los hombres,
conteniendo la respiración después al ser testigo de cómo el líder de ellos
apago su cigarro en el dorso de la mano de Sungmo. Nuestros ojos se
concentraron en Yunho, quien manifiesto solo un breve gesto de disgusto pero la
rigidez de su mandíbula de inmediato se suavizo cuando su mano peino
calmadamente su propio cabello hacia atrás.
—No
sé tú pero yo tengo demasiado trabajo como para desperdiciarlo en presencias
innecesarias —Su mano se agito desdeñosamente apuntado hacia la salida
obteniendo un resoplido por parte del otro, a quien recorrió con su vista antes
de añadir—: A menos que estén aquí para pedir limosna, si es así les ruego que
lo hagan rápido y luego se retiren, odiaría tener que soportar ese tipo de
imagen por mucho tiempo.
Yunho
dio media vuelta con la intención de ir a su oficina desentendiéndose de ellos
quienes al parecer solo estaban esperando por una orden para atacar, una que no
fue necesaria para el que se le arrojó con el propósito de atacarlo por la
espalda, ja, tan típico de un delincuente de segunda clase.
Para
alguien con sobresalientes reflejos, era imposible que se dejara sorprender tan
básicamente, así que Yunho sin mayor esmero lo capturo del brazo
retorciéndoselo hasta que el tipo grito, mismo sonido que se enmudeció al
recibir un codazo en la nariz para posteriormente caer rendido al suelo.
Los
ojos de Yunho escanearon al resto de los tipos deteniéndose en uno en
particular al que golpeo con el puño cerrado en la mejilla y barbilla, cayendo
de igual forma noqueado al segundo. Fijándome totalmente en este, descubrí que
se trataba del mismo sujeto con el que había luchado cuerpo a cuerpo, si no
conociera el temperamento violento de Yunho, habría pensado que él vengó mis
golpes, pero más bien debió ser su furia desmedida.
Como
simples espectadores, observamos la forma en que tronaba sus dedos al dirigirse
hacia los demás. —¿Quién será el próximo? —pregunto mirando de izquierda a
derecha frente a él—. ¿Qué me dices tú, Eunkwang?
El
jefe de la otra pandilla se enderezo elevando su cabeza antes de girarse sobre
sus talones contestando por encima de su hombro. —No hoy, Jung —comenzó su
retirada dando la orden para que sus subordinados lo siguieran, haciéndolo
estos de inmediato sin importarles que dos de los suyos aun yacieran en el
piso.
Yunho
dio una media sonrisa indicando que sacaran a los arruinados hombres, puesto
que no deseaba esa clase de suvenires en su compañía. A duras penas, tres de
los chicos se las ingeniaron para arrastrarlos jalándolos de las manos.
Una
vez con el campo despejado, dio un paso adelante para colocarse frente a
nosotros con su semblante que manifestaba nada más que frialdad. —¡Ahora me van
a explicar porque infiernos estaban peleando! —gruño—. Les he dicho mil veces
que deben evitarse las confrontaciones entre la familia.
Nuestro
silencio y sumisión fue lo mejor que pudimos ofrecerle como respuesta,
cualquier otra cosa era inaceptable para su estado de ánimo, aparentemente eso
todos lo sabíamos.
Nos
miro por un largo periodo como si estudiara cada una de nuestras caras, casi
juré que podía detectar en nosotros el miedo. Quedamente sus pasos lo acercaron
a Myungsoo, situándose ante él altivamente. —¿En mi ausencia quedas a cargo de
la situación y es así como la controlas?
—Lo
lamento señor —Myungsoo se disculpo inclinándose.
Nuestros
ojos y bocas se ampliaron al ver como la mano de Yunho palmeo duramente la nuca
del hombre antes de separarse para estar nuevamente frente a nosotros. —¡¿Cómo
demonios esperaban salir victoriosos si el imbécil líder del Gangbuk era
lastimado? ¿De quién creen que sería la primera cabeza que pediría el
presidente?! ¡La de ustedes obviamente! —Afilo su mirada extendiendo sus brazos
para señalarnos—. ¿Qué se supone que le diría, “perdónelos por esta vez, ellos
no volverán a entrometerse con un superior”? ¡Ni siquiera tendría la
oportunidad de decirlo cuando ya estuviera haciéndose cargo el mismo de darles
su merecido!
Estando
ahí siendo espectador de lo débiles que lucían ese conjunto de hombres que
normalmente mostraban un porte invencible ante la sociedad. Cabizbajos con
aspecto desolado y sin decir quién fue el que propicio el caos.
Fue
admirable como el lazo de la camaradería era tan resistente que no se rompía ni
siquiera para salvar su propio pellejo.
Yo
había sido el causante del pleito, y puesto que yo di el primer ataque, era mi
obligación moral confesar lo sucedido. Pero mi parte cobarde se resistía a
hacerlo. Era como si dos mentalidades se confrontaran en mi interior, «Hazlo Jaejoong, afronta las consecuencias de
tus actos» vs «No Jaejoong no lo
hagas, si reciben juntos el castigo, será menor el dolor»
—¡Imbéciles
petulantes, debería yo mismo bajarles los humos y darles una lección memorable!
—Las palabras de Yunho fueron el punto crucial para tomar la decisión. Pasara
lo que pasara, sabía que haría lo correcto, lo preciso.
—¡Yunho!
—llamé consiguiendo que interrumpiera su avance—. Vayamos a casa, no me siento
bien —mentí.
Ladeo
su cabeza arrimándose a donde yo estaba parado. —¿Qué te pasa?
—Me
duele un poco el estomago al igual que mi hombro —Roté mi brazo derecho
fingiendo molestia al hacerlo.
Me
observo y después de un segundo asintió. —Bien.
Sin
decir más, coloco su mano en mi espalda baja instándome a caminar fuera. Un
último vistazo hacia la oficina y entramos en el ascensor. Mientras el
presionaba el botón para llegar al sótano donde tenía su auto, yo encubrí mi
sonrisa victoriosa, había logrado distraerlo y nadie salió herido por ello. ¡Yo era un genio!
La
cuestión era como mantener mi invención, podía milagrosamente aliviarme o
prolongar la farsa hasta el siguiente día, no estaba seguro de cual era lo
mejor por hacer.
El
auto dio un ligero brinco al subir por una rampa, fue entonces cuando comprendí
que habíamos llegado, sin embargo al mirar por la ventanilla, me encontré con
un estacionamiento distinto al del edificio donde vivíamos.
—¿Dónde
estamos?
—Iremos
a un hospital para que te examinen —Yunho hablo desabrochándose el cinturón de
seguridad.
—No
es para tanto —Me apresure a decir.
Detuvo
su intento por salir del auto viéndome desconfiadamente. —Entonces regresemos a
la oficina —Volvió a sujetar el extremo del cinturón jalándolo para
colocárselo.
—¡No!
—solté—. Vayamos, es mejor descartar cualquier daño.
Abrió
la puerta sonriendo y salió rodeando el carro esperando por mi delante de este.
Suspire pesadamente mientras bajaba del asiento para unirme a él.
Fuera
del estacionamiento atravesamos la calle para entrar al hospital que ocupaba
toda la cuadra, eso demostraba que para él, la salud no tenia precio, ni aunque
se tratara de otra persona distinta a sí mismo.
La
recepción estaba prácticamente vacía –los servicios privados contrastaban tanto
con los públicos–. ¡Incluso la mujer detrás del mostrador jugaba solitario en
su computadora!
El
trato de Yunho para cualquier ser humano no distinguía sexo, por lo que no fue
la excepción con la trabajadora, a quien simplemente le dio los datos
requeridos para luego forzarme a tomar asiento en una de las cuatro sillas
tándem alineadas en la pared opuesta.
Diez
minutos después una enfermera emergió de uno de los pasillos, menciono mi
nombre y fui guiado a uno de los consultorios.
Básicamente
el doctor me hizo una revisión superficial, comprobándome el peso, estatura,
presión arterial, temperatura, garganta, ojos, oídos, corazón y pulmones. Y
como lo sospeche, todo estaba perfectamente normal.
Reaparecí
ante Yunho con dos hojas en mis manos, una receta y una exorbitante cuenta que
sin duda rebasaba cualquier atención medica que he recibido en toda mi vida.
Después
de pasar a la farmacia para adquirir los analgésicos que calmarían el dolor,
que por si acaso se presentaba en mi abdomen donde el doctor apreció un –muy
insignificante– moretón, íbamos por fin a casa.
—¿No
te dijo nada del porqué estas tan delgado? —menciono al detenerse en un alto.
—¡Yah!
estoy dentro del rango ¿ok?, es solo mi constitución lo que hace creer otra
cosa —Casi llegando al murmullo fue como termine mi respuesta.
A
punto de retomar la marcha, revolvió mi cabello para luego ocupar ambas manos
en el volante. —Debimos comprarte vitaminas también.
Bufe
sonoramente puesto que era como si no hubiera escuchado lo que le dije, ya que
continúo hablando sobre el tema y aunque la mayoría de sus comentarios
irradiaban en el sarcasmo, podía sentir que su interés por mi salud era
sincero.
Un
confort demasiado afectuoso era lo que me colmaba cuando estaba a su lado. Su
apego hacia mí era tan efusivo que a veces me era difícil decidir si deseaba o
no apartarme de él. Algo muy parecido al cariño diría yo.
Esa
noche tome una de las pastillas porque adivina que, el área que rodeaba al insignificante moretón del que hable
antes, empezó a punzar y no podía dormir, así que una de esas pequeñas píldoras
de la felicidad me mando a los brazos de Morfeo en menos de media hora y me
salvaguardó en ellos hasta que amaneció.
Con
un sueño reparador como el que tuve, me fue difícil querer volver a la
realidad, menos sabiendo que me esperaba una agobiante rutina, yo como muchos,
prefería vegetar recostado en una celestial cama. Pero Yunho quien conocía
inmejorablemente mis deseos de conservar mis responsabilidades académicas
intachables como las tenía a esa fecha, se empeño por varios minutos por
levantarme –lo sé porque solo pretendía dormir–, desde jalarme los pies hasta
destaparme, era lógico que con esas perturbadoras acciones estaba más que
despierto, pero aun así no di señales de estarlo.
Mi
empecinado juego termino con el toque de nudillos en mi mejilla y su apacible
declaración: —Hey amor, es hora de despertar.
Mis
ojos se abrieron en un santiamén, justo a tiempo para ver su complacido rostro.
—Creí que esas palabras tendrían otro efecto en ti, y no ese de soñador —Su
risa surgió junto con el balanceo en el colchón al ponerse de pie—. ¿Debería a
partir de ahora utilizarlas como tu despertador personal?
Refunfuñando
me senté deslizándome hasta tocar el suelo con mis pies, pasándolo de largo y
azotando la puerta del baño detrás de mí. Contando con la privacidad esencial,
revise mi imagen en el espejo colgado en la pared, me alborote incansablemente
el cabello para luego desvestirme y entrar bajo el roció de agua templada, que
la regadera dejaba caer sobre mí.
Doble
los brazos cubriéndome la cara entre ellos estando recargado en los azulejos,
permitiendo que las últimas gotas cayeran en mi espalda después de cerrar la
llave.
Sin
poder dejar de pensar en la forma en que me llamó, en como el escucharlo altero
mis emociones.
¿Cómo
podía siquiera admitir que esas palabras me impresionaron? Aunque fuera cierto.
Tope
mi frente un par de veces en los duros mosaicos antes de tomar una toalla,
quitándome con ella rápidamente el exceso de agua en el pelo y atándola luego
alrededor de mi cintura. Para cuando abrí la puerta, la habitación estaba
vacía, tome mi ropa vistiéndome mientras trataba de hallar mi mochila. Había
olvidado que la deje en la oficina e indudablemente no podía ir a la universidad
sin esta.
En
la sala, un Yunho impaciente me apresuro sacudiendo las llaves en su mano. No
hubo necesidad de contarle sobre mi descuido, él condujo hacia la empresa
burlándose de cuan perjudicial resulto mi terquedad matutina para mí mismo.
¡Como si el recalcármelo me ayudara a no llegar tarde!
Sus
habilidades de manejo nos ahorraron diez minutos, subí corriendo a la oficina,
tome mis cosas y baje casi al doble de la velocidad. Yunho ya tenía mi carro ahí, me dio las llaves, una
palmada –en un sitio que omitiré mencionar– y me aleje dejando solo una ráfaga
de polvo en el viento.
Al
mediodía recibí un mensaje de texto de él, donde me decía que cuando terminara
mis clases me dirigiera directamente al departamento, fue inusual pero así lo
hice.
—¿Paso
algo? —pregunte al encontrarlo sentado viendo el televisor.
Giro
su cuello hacia mí bajando el volumen por medio del control remoto. —Me tome la
tarde libre para pasarla con mi asistente.
Rodé
los ojos liberando mis hombros de los tirantes de la mochila para botarla en la
esquina. Camine a la cocina saliendo de esta con un vaso con agua prestando
atención a la mano de Yunho que golpeteaba el espacio desocupado a su lado,
cansadamente fui a sentarme precavidamente en la orilla, apartado de él. Sin
anticiparlo, se inclino quitándome el vaso como si nada, para beberse el
contenido de este por completo.
—¡Oye!
—protesté.
Cansado
de su indiferencia, resoplé echando la cabeza hacia atrás en el respaldo
cerrando los ojos para ignorarlo, así fue por un largo rato que se frustró
cuando sentí puntas de dedos recorriéndome el abdomen. De un zarpazo quite la
mano de abajo de mi playera, misma que se empeño en volver a colocarse en la
misma posición. Entonces una absurda contienda de manotazos se desato en pleno
sofá. Un pellizco por acá y cosquillas por allá, lograron que colapsara en el
brazo del sillón siendo sometido por el sonrientemente malicioso Yunho.
No
precisaba de pensar mucho para saber qué era lo que se proponía, por lo que
retorcí mis pies pretendiendo impulsarme para levantarme pero augurando que no
lo conseguiría, opte por cambiar de estrategia.
—Ya
que tenemos bastante tiempo a nuestra disposición, no tienes ganas…
—Por
supuesto.
—¿De
salir? —completé mi frase interrumpida.
La
incertidumbre en su mirada por un momento me hizo creer que mis intenciones no
funcionarían. —¿A dónde?
Oh-oh,
si hubiera contemplado el salir con él, tendría al menos media maldita idea de
a dónde ir, pero pensarlo tan repentinamente dejaba muy pocas opciones.
—A
ver la ciudad —Saque mi lengua mordiéndola para evitar soltar el sonido de mi
risa nerviosa, si él aceptaba mi propuesta, esa noche no habría acción.
Se
enderezo dejando sus manos en mis rodillas analizándome para luego
sencillamente asentir. ¡Uh, en conclusión, tendría dos noches consecutivas de
placido descanso!
Faltaba
poco para el atardecer cuando arribamos a Namsan, entusiasmado como un niño, me
precipité al barandal desde donde pude disfrutar de la vista panorámica de
Seúl.
—¿Esto
querías ver? —dijo.
Sostuve
el metal firmemente antes de inclinarme hacia delante por un segundo y volver a
ponerme recto. —Si ¿no luce increíble? —Di una gran bocanada de aire alzando
los brazos—. El ambiente aquí es más neutro.
—Yo
creo que por el contrario, estamos más cerca del smog.
Fruncí
el ceño volteando hacia él. —Tus comentarios no arruinaran esto —Negué con mi
dedo índice.
—Creí
que querrías ir a algún buen restaurante a cenar o a comprar algo —argumentó
encogiéndose de hombros.
—¿Y
quién pagaría, tú?
Sonrió
de medio lado pasando sus brazos detrás de su nuca. —Jamás sería tan estúpido
para esperar que no fuera así.
Exhale
moviendo las manos con fastidio regresando mi vista a la ciudad. —Se supone que
cosas como estas son las mejores de la vida, pero tú las haces sonar tan
simples.
—Se
supone que cuando sales con un hombre que tiene el dinero suficiente para
cumplir cualquier tonto capricho que tengas, lo aprovechas al máximo —rebatió.
Giré
a mi costado mirándolo a los ojos. —¿Entonces estás diciendo que quieres que
siga saliendo contigo por interés y no tenga vergüenza en ocultarlo?
—Estoy
diciendo que deberías ser más divertido.
Sonreí
recargando el codo en la barandilla. —Pero esto es divertido para mí —Estire mi
otro brazo, doblando dos dedos para indicarle que se acercara y apunte el
espacio junto a mi tal y como él lo había hecho antes en el departamento—. Mira
—dije al percibir que Yunho se acercaba—. Desde aquí se ve mi antigua casa.
—¿Es
esa que está en el cerro que parece estar a punto de derrumbarse?
—Muy
gracioso —repliqué.
Rió
entre dientes al tiempo que tomaba mi mano. De reojo lo observe de perfil
notándolo concentrado en la ciudad, luego desvié mi atención a nuestras manos
entrelazadas, no sabía en qué instante le permití a mis dedos unirse a los de
él pero no hice el más mínimo intento por separarlos sino que seguí admirando
el paisaje.
Luego
de un rato, creí conveniente ir a otra parte. —Vamos allá.
Yunho
siguió la dirección que mi dedo marcaba, alcanzando a percibir como hacia un
gesto de disgusto. —¿De nuevo la torre N de Seúl?
Asentí
jalándolo de la mano aprovechando que todavía manteníamos el agarre.
Ciertamente esa sería la segunda vez para nosotros ahí, justo ese lugar es
donde tuvimos nuestra cuasi cita con el oso asesino como tercera rueda, en la
que también tuvimos nuestro primer beso, no es que lo recordara como un día
estupendo, pero el hecho ahí estaba y nada ganaba con negar el pasado.
Como
un muñeco de trapo, Yunho se dejo arrastrar, me sentí con súper-poderes por
lograr eso. ¿Qué tal, eh? Yo, un sexy
superhéroe.
Lo
primero que mis ojos distinguieron fue el gran distintivo letrero del ‘Teddy
Bear Museum’ —Siempre he querido entrar ahí —confesé.
—Olvídalo
—Yunho dijo pretendiendo marcharse, por fortuna alcance a retenerlo de la
camisa—. No lo haré.
—Bien,
al menos cómprame algo de ahí —ofrecí desanimadamente.
—¿Qué?
—¿Tú
qué crees?
Después
de más de 15 minutos llenos de indecisión por los siete tipos de colores, salí
con un oso de peluche café rojizo de un metro de largo, con su cuello adornado
por un listón verde de franjas doradas y rojas que lo cuadriculaban y un par de
ojos de brillante acrílico.
—Que
articulo mas de niña —Yunho proclamó guardando su billetera—, que será lo
próximo que pedirás, ¿una casa de muñecas?
Apreté
mis labios en una suave línea, no considerando su opinión mientras rodeaba con
los brazos la esponjosa y bultosa barriga del ficticio animal. —Como si nunca
hubieras tenido un regalo que en la infancia no se te cumplió —sisé pasando las
yemas de mis dedos por los cortos hilos de seda de la felpa.
Desde
niño desee conseguir uno de esos osos, así que no importaba lo tonto que
luciera o que mis ojos parecieran dos medias lunas por sonreír tanto. ¡Yo al
fin había cumplido uno de mis anhelos, maldita sea!
—Da
igual, ven aquí —menciono al acomodarse en una banca de cemento.
—¿Para
qué?
—Ven.
La
súbita invitación me genero reservas, por lo que retrocedí curvando una ceja.
—No daremos un show aquí —estipulé.
—Vamos,
¿donde quedo la emoción del exhibicionismo? —¡Tadán!, acerté en sus degenerados pensamientos—. Yo ya hice algo
lindo por ti, ahora es tu turno.
En
ocasiones creía que él actuaba de esa forma para molestarme, porque realmente
era un experto en lograrlo, sus exasperantes comentarios seguidos de sus
morbosas insinuaciones, me dejaban sin habla.
Tomándome
desprevenido me arrebato el peluche poniéndolo en su espalda iniciando el
típico juego idiota de ‘recupéralo si puedes’. —Tu resistencia solo me estimula
mas —susurro agachándose para llegar a la altura de mi oreja por solo un
milisegundo para luego inspeccionar los alrededores—. Debajo de esas escaleras
es un buen lugar —apuntó con la pata del oso hacia el sitio, moviéndola en
círculos.
—No
—Cesé mi lucha por recuperar lo que era mío, cruzándome de brazos entrando en
pánico al reconocer la expresión maquiavélica que siempre mostraba cuando
estaba a punto de atacar.
En
efecto, más tardé yo en protestar, que él en atraparme de la muñeca obligándome
a ir al recóndito hueco que había localizado. ¡Estaba siendo jalado hacia el
lado oscuro!
Y
como ya lo había mencionando, situaciones desesperadas requieren
medidas descabelladas.
—En casa podemos hacer todas esas cosas locas que se te ocurren, pero no aquí a
la vista de quien pase, por favor —supliqué.
—¿Así
que todas las cosas locas, eh? —Abruptamente se detuvo provocando que me
estrellara con su cuerpo y lo intenso de su mirada hizo que la mía se dirigiera
a cualquier lado menos a él—. Si no contestas es porque estás de acuerdo, así
que no aceptare los no’s que digas después, ni me importaran tus quejas de cuan
raro o cuan incomodo sea, lo haré y no me detendré.
Estableció
aclarando que yo ya no tenía ni voz ni voto sobre lo que sucedería. Lo único
que me quedo fue tratar de pasar la inexistente saliva en mi garganta seca al
comenzar a caminar hacia la salida.
Regresamos
al departamento en un tiempo exageradamente corto, fue una verdadera suerte que
no recibiéramos infracción alguna por la alta velocidad. Pero eso era lo menos
que tenía en mi mente cuando tras cerrar la puerta, Yunho me acorralo contra la
pared empezando a deshacerse de mis ropas.
Definitivamente
mi plan de horas antes no funciono en lo más mínimo, solo postergue lo
inevitable. Puesto que en esa noche hubo más horas de desvelo que de letargo,
imparables, incontenibles e insaciables.
Acontecimientos
inenarrables en los que me vi forzado a participar, aunque en cierto momento
cuando se agotaron mis esfuerzos de resistencia, me rendí. Ya saben, si no
puedes con el enemigo, únetele, eso es lo mejor por hacer estando en una
relación apasionadamente activa como lo era la mía.
Entendía
que Yunho y yo teníamos mucho camino por recorrer y también que yo
verdaderamente quería que lo siguiéramos haciendo juntos.
jjeje pobre Jae en definitiva nada le sirve para persuadir a Yunho... al contrario, pareciera que lo unico que hace es echar mas leña al fuego ^^
ResponderBorrarAl fin y al cabo le fue peor*aja* termino con sus ideas locas.. ...n_n aun me pregunto como terminara.. ...
ResponderBorrarMe nociones cuando lo llamo amor, eso sono tan dulce.. ......y el paseo fue hermoso.. ....jajajja lo quería llevar a un Museo de osos Teddy jajajja un mafioso ahi.. ....Dios!
Después de ese altercado en la oficina parece que Yunho solo lo quiere mimar y Jae parece ya aceptar todo sin pelear tanto y además esos detalles de Yunho de decirle mi amor, de tomarlo de la mano y complacerlo en el paseo, han hecho que Jae este contento.
ResponderBorrarGracias!!!!