No hay nada que desespere tanto como ver mal interpretados
nuestros sentimientos.
Jacinto Benavente
Desde
que tengo uso de memoria he sabido que existen dos tipos de personas en este
mundo, las que dan la cara a los asuntos y las que huyen. Y siempre, siempre es
mejor huir. Si, quizás sonará cobarde pero ¿no vale más la vida que un momento
de humillación? ¡Por supuesto que sí!
La
cosa es que después de que la boca de Minho prácticamente lo auto-sentencio a
ser demolido por Yunho, yo me negué a ser un simple espectador y no hacer nada
para evitarlo, dejando de lado el hecho de que él mismo se lo busco o de que me
involucro en sus impertinentes comentarios, rogué más de cinco veces porque la
situación no se saliera mas de control.
Resulto
ser más que complicado el estabilizar sus temperamentos, pero me sentí muy
aliviado al conseguirlo, así que sin dar oportunidad a que cualquier evento
pudiera incitarlos y continuaran lo que afortunadamente se interrumpió, sujete
la mano de Yunho tratando de que me siguiera fuera del bar.
Caminamos
hasta la esquina donde él había dejado su auto, desactivo la alarma y ambos
entramos en este.
El
viaje transcurrió en absoluto silencio, honestamente tampoco existía mucho que
quisiera decir, no cuando suponía como él contestaría.
En
cuanto apago el motor de su carro en el estacionamiento subterráneo del
edificio, salió cerrando detrás de si la puerta y dirigiéndose al elevador sin
mirar nada más que al frente. Tenía más que claro que el permanecer callado no
era su personalidad así que cautelosamente lo seguí aguardando porque soltara
lo que sin duda acumulaba en su interior.
El
ascensor abrió de nuevo sus puertas en el piso de su departamento y casi sin
detener sus pasos, entro en este dejándolo abierto para mí.
Desatándome
los zapatos observe de costado a Yunho quitándose su gabardina para lanzarla
duramente hacia la pequeña mesa del café en el centro de la sala, el par de
sobres sin abrir que estaban ahí, salieron volando antes de que el abrigo
tocara la superficie.
Luego
fue rumbo a la cocina y yo camine hacia la habitación, pensando en que tal vez
si me alistaba rápidamente para dormir podría evadirlo hasta el día siguiente
porque él creyendo que yo me encontraba exhausto, me dejaría tranquilo por esa
noche.
Si
claro, en un universo alterno eso pasaría, pero en el que yo vivía, Jung Yunho
no actuaba así, él hablaría lo que sea que le molestara e ignoraría cualquier
condición en la que yo me encontrara.
Por
lo que no me sobresalte cuando escuche el portazo de la habitación ni me inmuté
al ser bruscamente volteado hacia él para enfrentarlo.
—¡¿Cuál
era el verdadero objetivo de que conociera a tus amigos? ¿Restregarme en la
cara que tienes a tipos haciendo fila por ti?! ¿Se supone que con esto me estás
diciendo ‘oye, dame un trato especial porque ahora ya sabes que no eres el
único’? —hablo tomando una postura arrogante—, ¿Ó es que realmente no está
esperando a que desocupe la posición, sino que ya estas turnándonos? ¡¿Es eso?!
Rodé
los ojos por sus absurdas preguntas y me hice a un lado esquivándolo pero
siendo interceptado casi al instante. —Discutamos esto mañana —le dije.
—¿Qué
es lo que a ese imbécil le hace sentir derecho para hablarme así? ¿Y por qué
tanta insistencia de tu parte por defenderlo? —Empujo uno de mis hombros
haciendo que me tambaleara hacia atrás.
—Te
lo dije ¿no? somos amigos —respondí devolviéndole el empujón consiguiendo con
ello avanzar hacia la cómoda para obtener mi ropa de dormir.
—¿Del
tipo de amigos con derecho? —Agarro mi antebrazo izquierdo girándome de nuevo
hacia él—. ¡¿Ustedes han estado revolcándose a mis espaldas?!
—¡Escucha,
este día ha sido extremadamente difícil para mí, no necesito de ninguna basura
histérica para hacerlo peor, así que deja de una maldita vez tus intentos por
arruinarme la noche porque adivina que, ya lo conseguiste! —Agite varias veces
mi brazo para soltarme no obteniendo ningún resultado, hasta que él lo hizo por
voluntad propia acorralándome entre el mueble y la pared.
—Aunque
pensé que no podría sentirme más enfadado, lo estas logrando sin mucho esfuerzo
—siseo presionándome más contra el estrecho espacio en el que me encontraba—,
no tengo más paciencia para soportar tus rabietas.
—¿Te
parece que estoy haciendo una rabieta? —rebatí frunciendo el ceño—. ¿Qué hay de
lo que yo tuve que soportar hoy? ¿Eso no te importa? —cuestione aun sabiendo la
respuesta.
—¡¿De
qué demonios hablas?!
Correspondí
la mirada afilada que me ofrecía utilizando mi peso para impulsarme hacia
delante y salir de la ahogante prisión sin poder aun lograrlo. —¡¿No tienes ni
maldita media idea, cierto? ¿Crees que para mí fue muy gratificante el ponerme
en medio de dos cabezas huecas para impedir que no se hicieran trizas el uno al
otro?!
—¡Él
no hubiera tenido ni una sola oportunidad de ponerme siquiera un dedo encima!
Mostré
indiferencia a lo que dijo y continúe. —¡Se supone que alguien debería tener un
mínimo de prudencia, y ese tenias que ser tú!
—¡¿Y
por qué jodidos yo tenía que soportar su pedantería?! —debatió permitiéndome en
un breve descuido escapar de su control.
—¡¿Por
qué era la primera vez que te presentabas ante mis amigos?! —solté abruptamente
alejándome sin darle la espalda—. Pero no, ¿tú solo no podías fingir que nada
pasaba? sino que tenias que ser intransigente, ¿acaso no sabes que la vida hay
que tomarla ligeramente? —Alce los brazos al aire exasperadamente—. Después de
todo no te estaba pidiendo que hicieras amistad con ellos, diablos ni siquiera
que congeniaran, lo único que quería era que ustedes se conocieran, no te
volvería a pedir que se reunieran, solo por una vez quería experimentar lo que
sucede en una relación normal, pero ese fue mi error —susurre la ultima parte
captando mis propias palabras—, si esto ni siquiera es real —reí irónicamente
ante mi conclusión.
—Tienes
razón, esto no lo es y por lo tanto ¿Cuál era el objetivo de pretender algo que
no siento? ¿Por qué diantres tendría que soportar sus falsas caras cuando no
obtendría ningún beneficio en ello? —Rápidamente me alcanzo apresando ambas de
mis muñecas—. ¡En lugar de estar parloteando idioteces, deberías estar
agradecido de que mordí mi orgullo y me contuve tan solo porque me suplicaste
que así lo hiciera!
—¡Gracias
entonces, fuiste muy piadoso! —gruñí moviéndome para zafarme—. Ahora si me lo
permites, quisiera dormir y olvidar que lo de hoy alguna vez sucedió.
—¡¿Por
qué maldita sea siempre tienes que ser tan hostil? ¿Tal parece que tu
pasatiempo favorito es llevarme hasta el límite de la paciencia?!
—¡No
veo el porqué de tu molestia! Al fin de cuentas ¿qué hay de malo en que alguien
esté interesado en mi, si lo nuestro no es nada definitivo? No es como si yo
fuera de tu propiedad, que yo recuerde acordamos que mientras fuera conveniente
para los dos mantendríamos una especie de idilio amoroso sin ataduras.
Se
alejo de mí deslizando su mano desde su frente hasta la nuca dejando escapar un
pequeño resoplido que se transformo en una risotada. —De modo que eres de los
que trata de tener dos velas encendidas por si una se apaga y solo estas
asegurándote de tener algo en lo que caer después de que te eche de mi vida
—declaro en tono solemne—. Y dime ¿ya le diste un adelanto de lo que recibirá
cuando vayas hacia él?
Di
media vuelta acercándome a la cama acomodando las sabanas para acostarme, de
pronto había desechado la idea de cambiarme prefiriendo dormir con lo que ya
tenía puesto, sin importar lo incomodo que fuera —¿Que si es así, uh? No es
como si fuéramos exclusivos entre nosotros —dije quitándome los calcetines
doblándolos en una bola y arrojándolos sin fijarme en donde cayeron, casi
arrepintiéndome por no lanzárselos directo en su cara.
—Así
que finalmente estas sacando a la luz tu libertina personalidad, sabía que lo
eras pero parecía que habías abandonado tus costumbres, es como dicen, un tigre
no cambia sus rayas.
Agite
mi mano hacia él sin voltear a verlo indicándole que lo que dijera no me
interesaba más, y no es que realmente fuera así, pero en el humor que estábamos
ambos, sabía que de continuar la discusión, esta adquiriría estratosféricas
consecuencias violentas.
—¿Estas
intentando de seguir el ejemplo de ese tipo? —Sujetándome del codo me giro
repentinamente ocasionando que chocara con su cuerpo—. ¡No trates de hacerte el
listo conmigo porque no te saldrás con la tuya!
—¿Qué
es lo que quieres oír? ¿Nunca puedo contradecirte no es así? Siempre tiene que
ser tal cual y como tú dices. Sé que no tengo ni voz ni voto así que acabemos
con esto de una vez y solo dilo.
En
lugar de recibir una respuesta fui tumbado de espalda sobre la cama gracias al
fuerte empuje que me proporciono en el torso y antes de que pudiera reaccionar
ya lo tenía cubriéndome y restringiéndome los brazos utilizando mi propia
camiseta haciéndola nudo en mis muñecas. —¿Si es así, qué es lo que te detiene
a mi lado entonces? ¿Por qué no corres hacia él si piensas eso? ¿Por el dinero?
Deje
de resistirme en su agarre solo para fijar mis ojos en los suyos. —Grandioso,
¿ahora vas a cuestionar tu propia oferta? Tú fuiste el que en primer lugar me
propuso eso, yo no soy el que fue hacia ti pidiéndolo.
—¿Eso
quiere decir que si es esa la razón?
Por
incontables segundos me debatí internamente, batallando contra mis resoluciones
de conveniencia y honestidad, determinando que era mejor contestar con lo
primero que quise decir al escucharlo hablar —No.
Se
mostro sorprendido, como si hubiera estado predispuesto a escuchar lo
contrario, incluso yo mismo lo estuve. —¿Entonces?
—Sonara
absurdo pero sinceramente no hay exactamente una, solo sé que entre todas las
características que tengo, no está la de ser un avaricioso por el dinero,
porque sinceramente si lo fuera, podría buscarme a un anciano millonario sin
familiares y de alguna manera lo enredaría para que me heredara todo su caudal
al morir. Aunque quizás esos hombres tienen gustos por las cosas kinky y pasando por alto el que estaría
desperdiciando mi juventud haciendo labores de enfermero la mayoría del tiempo,
al menos él no tendría el vigor para comportarse como un libidinoso saltándome
a cada oportunidad como ciertamente tú lo haces —explique haciendo una pausa
para tomar aire, aguardando un instante por su reacción, reanudando al no
recibir ninguna—. Además estoy acostumbrado a vivir módicamente, por lo que
estoy seguro que me las hubiera ingeniado para seguir así, con o sin ti.
Después
de quedarme callado él siguió observándome como si analizara mi expresión,
quizás descifrando si era mentira lo que había dicho, o tal vez ideando lo que
haría a continuación. —¿Cómo es que consigues que experimente mis emociones
como en una montaña rusa? Un minuto estoy en la cima del enojo y en el próximo
me haces olvidar porque en un principio estaba molesto —Dejó de retenerme para
rodarse a un lado mío mirando hacia el techo—. Apareciste y pusiste de cabeza a
mi mundo.
¡Oh,
mira quien lo dice!, quise gritarle. Si había un afectado en todo esto ese sin
ninguna duda era yo. No solo había cedido mi cuerpo sino que comprometí a este
en otro nivel, uno al que nunca pensé someterme. Siendo siempre el activo,
estaba acostumbrado a ser yo el que guiaba, aunque ya saben lo que dicen, el
sexo es una democracia y goza tanto el que está arriba como el que está abajo,
pero con un hombre tan demandante que no averigua si está bien conmigo y tan
solo sigue sus instintos en cualquier forma o momento extravagante en que se
“alborota”, no es nada fácil habituarse al nuevo rol, sobre todo al ni siquiera
considerarme un inter. No cuando él
se negaba a ser él que recibiera. ¡Bastardo miserable, él por supuesto si podía
mantener su posición!
En
un momento desconocido se viro sobre su costado derecho para rodearme con los
brazos moviéndolos en todas direcciones no dándome ni un segundo de tregua.
—Hey, no sé tú pero yo muero de sueño, así que solo durmamos, ¿ok? —sugerí
utilizando las palmas de mis manos en un vano intento de apartar las suyas de
mi—. ¡Yah, no tengo ganas ¿no puedes comprenderlo?! —redoble mis esfuerzos para
despegarlo de mi cuello, mi pobre piel estaba siendo succionada tan fuerte que
sabía que las huellas resultantes de eso no se borrarían en menos de treinta y
seis horas—. Comienzo a pensar que tienes una especie de fetiche con mi cuello.
Su
risa ahogada en mi clavícula me provoco cosquillas así que me empeñe en alejar
su cabeza, la manera más pronta fue jalar su cabello. Mala opción, puesto que
él se lanzó sobre mí separándome las rodillas con las suyas e inmovilizando mis
brazos con sus manos.
—Tienes
dos alternativas, cooperar o rendirte, tú eliges.
—Prácticamente
es lo mismo —argumente tratando de derribarlo—. Es en serio, estoy cansado.
—Bien
—al escucharlo, creí que la razón había por fin golpeado a su cerebro, pero
lejos de eso él me demostró que el único que resultaría “golpeado” sería yo.
Sin
sutileza ni darme oportunidad para escapar, se las arreglo para despojarme de
la camiseta, abrir la bragueta y sacar el pantalón de mis piernas. Luego sin
reservas se desvistió por completo arrojando con un manotazo el cúmulo de
nuestras ropas al suelo.
Extendido
sobre la cama y a su entera disposición, es como me dejo después una
inexplicable maniobra. La única barrera entre nosotros era el algodón de mi
boxer el cual era otra prueba de su dominio en mí. En una de nuestras primeras
tardes como concubinos, me llevo a una plaza comercial donde recorrimos casi
todos los establecimientos prestigiosos de ahí, en busca de mi nuevo
guardarropa. Correcto, tampoco es que me hubiera opuesto tanto a ello, si bien
es cierto que me negué a probarme muchas de las prendas que él escogió, pero la
verdad es que fingí mi desinterés solo para no lucir tan fácil de complacer.
Ese día obtuve atuendos de temporada que vinieron a reemplazar mis harapos
cotidianos, y ajustada ropa interior solo para su deleite personal.
Así
que ahí estaba él, con sus ojos clavados en el ultimo pequeño pedazo de tela
que me resguardaba de sus tenebrosas pretensiones, un minuto después este
atravesó la habitación volando.
Sus
dedos húmedos escudriñándome por dentro y sus labios estampándose en cada parte
a su alcance fue la señal que necesite para avivar mi propio ímpetu, porque al
final de cuentas el cuerpo humano posee sus propios deseos y desafortunadamente
el mío reacciona ante las provocaciones carnales.
Siendo
así, ¿cuál era la utilidad de seguir rechazándolo? Eso solo complicaba y
alargaba más la situación, por lo que desistí en mi pelea por liberarme y deje
que él prosiguiera. Permitiendo que nos vinculara y accediendo al ritmo que
impuso, con él aferrándose en cada impulso que daba, transportándonos a una
nueva dimensión en donde todo era borroso y cálido al mismo tiempo.
Sus
manos tocando los lugares correctos como si las miradas compartidas le
indicaran lo que anhelaba, su respiración entrecortada cerca de mi oreja y los
suaves besos que dejo junto a esta, fueron lo suficiente para que mi corazón se
acelerara hasta el punto de sentir que a nada estaba de colapsar.
Elevándome
ante el más mínimo contacto, con las emociones a flor de piel y experimentando
los escalofríos que avanzaban de arriba abajo sin detenerse, fue como obtuve el
razonamiento de que no importaba cuanto me rehusara a aceptarlo, él me había
enseñado nuevos niveles de placer inexplorados para mí.
La
atracción entre ambos era tan chispeante que frecuentemente nos hacia chocar,
pero cuando encontrábamos esa sincronía, todo fluía para darnos minutos de
plenitud que se convertían en senderos de armonía casi espiritual.
Después
de que el clímax nos capturara, cada uno se envolvió en sus propias vibraciones
post-orgásmicas, regulando la entrada y salida del aire en nuestros pulmones. Y
luego de eso vino el habitual intervalo de abrazos y besos consecutivos al
indecoroso encuentro. Era tan ilógico que un hombre que con su carácter
denotaba todo menos ternura, fuera precisamente eso lo que le gustaba más
hacer, sus empalagosos arrumacos y distintivas muestras –declaraciones – de
posesividad, tal parecían ser sus actividades favoritas.
Y
así, el fin de semana paso sin contratiempos, pero al llegar el lunes, recordé
que aun tenía que enfrentar a la otra parte de la historia, Minho.
En
medio del patio central de la universidad, se interpuso en mi camino cuando me
dirigía a una de las maquinas expendedoras de galletas –yo era adicto a esas
cosas y acostumbraba a comerlas toda la semana–, me preguntó si podíamos hablar
y luego de asentir, fuimos al sitio más retirado del bullicio del alumnado.
—¿Por qué estás haciendo esto? —cuestiono antes de
que siquiera detuviera mis pasos—. ¿Por qué de la nada sales con una persona
como esa?
Suspire hondo recargándome en la maltrecha pared de
un salón abandonado. —No sigas con eso Minho, gracias a ti pase un viernes de
infierno y francamente desearía que no volviéramos a hablar de eso.
—¡¿Pretendes que me quede callado y no te diga lo
que pienso?, ¿qué desvié la vista e ignore que mi mejor amigo sale con un
mafioso usurero?!
La elevación de su voz me tomo con la guardia baja
pero logre mantener mi semblante sereno porque sabía que si igualaba el tono,
ninguno de los dos escucharía y todo terminaría en un escándalo sin sentido.
—Les dije que la empresa para la que él trabaja es legal, se que luce como….
—¡Abre los ojos, ese tipo es un delincuente! ¡No me
digas todas esas patrañas que gente como esa le dice a todo el mundo!
—Bueno y si lo es ¿que con eso? —hable duramente—.
Todo el tiempo he estado saliendo con docenas de patanes e imbéciles y nunca
habías dicho nada, ¿por qué comienzas a hacerlo ahora?
—Porque estamos hablando de alguien que se mueve en
el bajo mundo, gente que se involucra con personas de la peor calaña, ¿no se te
ocurre imaginar cuan peligroso es ese ambiente? ¿el estar con él?
—Yah Minho —sonreí dándole una palmada en su
brazo—. Estas exagerando, eso que dices no….
—¿Estás
con él por el dinero? —cuestionó recargándose y subiendo la planta de su pie en
la misma pared que yo permanecía apoyado.
Al
soltar la misma pregunta que Yunho, mi mente se puso en blanco excepto por una
conclusión concisa: «¡Maldición, todos
creen que soy un caza fortunas!».
Nada
pudo salir de mi boca enseguida de eso, por lo que cuando Minho continúo,
supuse que para él mi silencio significo un ‘si’. —¿Es por los gastos de la
escuela? Si es así puedo hablar con mis papás, ellos saben que eres una rata de
biblioteca y ya que les encanta dar dinero a fundaciones, no tendrán ningún
problema en darte una especie de financiamiento, son bastante olvidadizos así
que quizás al final ni siquiera tengas que devolvérselos.
—Minho.
Levanto
su dedo índice para detener lo que diría. —Hey, se que suena raro que yo diga
eso de mis propios padres, pero está bien que te lo diga a ti ¿cierto? somos
amigos y podemos confiar el uno en el otro ¿no es así?
Baje
mi vista no sabiendo que responder, ¿cómo hablar con sinceridad cuando no
quieres decir toda la verdad?, tal vez relatando la historia pero omitiendo los
detalles sórdidos, aunque en mi caso estos eran tan grandes que la abarcaban
toda.
Mentiría
diciéndole que nada de lo que el menciono tenía que ver con lo que Yunho y yo
teníamos, sería una gran farsa puesto que aun si no fuera exactamente, el trato
inicial entre ambos tenía que ver con dinero.
Tampoco
podía comentarle sobre los pormenores en nuestra relación, porque sencillamente
no iba a ilustrarle una escena contándole: “sabes, ese tipo al que te refieres
como mafioso usurero, realmente posee maravillosas sexabilities”, eso le daría una idea errónea de mí y lo crean o
no, yo soy algo pudoroso.
Entonces solo me mantuve moviendo la punta de uno
de mis –por cortesía de Yunho, esta vez sí– originales tenis Adidas, en un
ligero surco del empedrado, optando por solo exponerle lo necesario. —Él no es
así, es decir, si tiene una fachada sospechosa que posiblemente la reafirma con
esa sobreexposición de sus explosivos arranques públicos, pero él realmente, él
en verdad es distinto, lo es conmigo y con la gente que lo rodea. Lo más seguro
es que no me entiendas, sin embargo agradezco tu preocupación así como tu
oferta, conozco la generosidad de tu familia y solo por eso hare de cuenta que
no me llamaste rata de biblioteca.
—Estoy hablando seriamente Jaejoong.
—Ya lo sé, y por eso no estoy bromeando —asegure
sonriendo.
—Contigo es imposible tener una conversación
razonable —Se enderezo ajustando los tirantes de su mochila y empezando a
caminar.
—Yah, te estoy diciendo que….
Con su mano hizo una señal para que no lo siguiera
antes de volver a avanzar. —Sí, sí, como sea, se el sirviente, la diversión o
el saco de boxeo para ellos, deja que te usen como se les antoje y que te dejen
botado cuando ya no les intereses. Ultimadamente si eso es lo que ansías, está
bien para mí.
—¡Eh Minho! —grite pero no se volvió a mirarme—.
¡Oye de cualquier forma lamento el cómo se dieron las cosas el viernes, si ves
a los chicos diles eso por favor!
Lo observe hasta que se perdió de vista, recordando
que Minho era un gran amigo, y que por lo mismo nunca pretendí que fuera algo
más. Sabiendo como quedaba el trato entre las personas con las que salía, jamás
me interese en arriesgar nuestra amistad por una aventura. Siendo yo un mal
material de novio, decidí que él no debía cargar con ese karma.
Todo lo contrario para cierto hot
devil, a
quien no le vendría mal un poco de escarmiento por sus recientes fechorías.
Con la mente ocupada en esos asuntos, volví a mi
plan original de conseguir galletas antes de que mi próxima clase comenzara.
Luego del termino de estas, fui hacia la compañía, a donde para mi gran
fortuna, llegue puntual.
—Oh, snugglebun,
estas aquí tres minutos antes —Los largos brazos de Yunho se desplegaron grande
para encerrarme entre ellos, lo que le resulto muy eficiente para retenerme al
atiborrarme de sus efusivos besos por todo el rostro—. Hoy te has portado muy
bien.
—Siempre me porto bien —proteste poniendo las manos
en sus hombros para apartarlo y lograr verlo a la cara. Solo conseguí que riera
y empezara a balancearme de un lado a otro, negándose rotundamente a liberarme
aun cuando me retorcí en su agarre.
—Bien, sigue haciéndolo y te daré una recompensa.
Achique los ojos al encontrar su proposición
demasiado extraña —¿Qué clase de recompensa?
—Un auto —declaró en un susurro a milímetros de mi
boca provocando que nuestros labios se rozaran al yo hacer una mueca por su
inesperada contestación.
—¿Estás jugando? porque soy una persona que no
tolera ese tipo de crueles burlas.
Retrocedió un par de pasos bajando sus brazos
colocando su mano derecha sobre su pecho y hablo —No miento, aunque no esperes
uno nuevo, será uno de los míos.
—¿Estás hablando en serio? Mejor dicho, ¿vas a pedirme
algo extra? —Controlando mi entusiasmo, agregue lo ultimo arqueando una ceja.
—Si quisiera algo, lo obtendría y ya, ¿para qué
pedirlo? no es mi estilo —Si, definitivamente él se conocía y se aceptaba
bastante bien a sí mismo.
Sin ocultar mi alegría, asentí varias veces hasta
que mi cabeza fue retenida por sus dedos que insistentemente pellizcaban mis
mejillas. Con lo que odiaba que él hiciera eso. Pero infiernos, si por ello
recibiría un regalo de cuatro llantas al que podría conducir y con el que me desplazaría
por todas partes, entonces soportaría que él las mantuviera apretadas hasta
cansarse. ¡El momentáneo dolor valía un millón de veces la pena!
Tan
inflexible y acaparador como él mismo, esa era la persona con la que estaba y a
la que aun no deseaba dejar. Probablemente la mayoría de las personas me
tacharían de masoquista, idiota y/o desquiciado, pero yo quería continuar con
él.
Lo
que veo ahora es que me encontraba estancado en una relación pasional donde el
mayor problema era que yo mismo me mantenía encerrando en un círculo vicioso.
Mas en ese entonces solo seguía a las sensaciones dentro mí, sin detenerme a
analizar cuan hondo caía a su alrededor.
jejej yo tambien me dejo pellizcar lo que sea por un auto ^^
ResponderBorrarHumm creo que después habrá querido escuchar a Minho, pero sera demasiado tarde cuando se de cuenta de ello.. ....por no mientras a aprovechar un auto y el Dios del sexo.. ...^^
ResponderBorrarAmbos estan ya enamorados aunque lo disfracen como quieran.
ResponderBorrarGracias!!!