Memorias de un mafioso: Capítulo 12

Cuando la información se organiza, surgen las ideas.
Jim Rohn

A los diecisiete, cuando tuve completamente mi primera experiencia sexual, fue con un chico un año menor que yo. Yo sabía que para él no existía ningún hombre anterior a mí, así que trate a pesar de ser un novato, de ser cuidadoso y amable. No sé si lo logre al cien por ciento o si cumplí con sus expectativas, pero no me cabe la menor duda de que unas horas después, no le hice creer que un automóvil lo había arrastrado por varias cuadras y luego simplemente apartado lejos de la circulación de los demás vehículos.

Exactamente así, era como yo me sentía la mañana siguiente a mi demoledora noche con Yunho. Él no había tenido ni un mínimo de piedad para ninguna parte de mi cuerpo. Entonces estaban ahí, los vestigios de lo que alguna vez fue, aquel hombre por el que en muchas ocasiones varios se empeñaron en obtener un poco de su atención o por el que la envidia los corroía, de él no existía nada más.
Solo las cenizas de su ser yacían envueltas en una costosa sábana de algodón egipcio, sin ánimos de moverse porque todo le dolía. Mientras el creador de sus males, deambulaba por la habitación como si fuera un día perfectamente esplendoroso y aparentando estar más fresco que una lechuga.
—¿Pretendes quedarte todo el día ahí, echado?
Y entonces sus agradables palabras matutinas me inyectaron la dosis que necesitaba para explotar —¡¿Y de quien es la maldita culpa de que este así?! ¡Tú, retorcido animal desenfrenado, abusaste de mí como si no existiera un mañana ¿qué demonios eres, un jodido martillo eléctrico?! ¡Ya venía sospechando que eras una bestia pero jamás imagine que sobrepasaras los límites de la barbarie! ¡No sabes cómo tratar a las personas, no sabes aceptar un ‘no mas’! ¡Eres un hombre ruin!
Quizás lo que comenzó como un reclamo término sonando como un berrinche, pero era insoportable no poder hacerlo entrar en razón, porque para él, todo lo que hacía era lo correcto si podía conseguir lo que quería.
—Deja de quejarte, lo que hicimos es normal entre todas las parejas —ilógicamente justifico sus acciones acercándose a la cama hasta sentarse a mi lado—. Es solo cuestión de que te acostumbres.
—El problema es justamente eso, no quiero acostumbrarme, quiero que comiences a tomar en cuenta mi opinión, que… —Sus brazos zigzaguearon hasta circundar mi estomago y hombros, complicándome el hilar mi frase correctamente—. que respetes mis decisiones y que.
—Lo haré cuando estas no interfieran o se antepongan a las mías.
—¿Qué? Eso es totalmente absurdo, eres un dictador —proteste tratando de retirar sus manos de mi, ganando solo el que me girara poniéndome frente suyo.
—Entre más te resistes, más empeño me haces sentir —Me arrimó a su pecho casi estrangulándome con sus brazos que se cruzaban en mi espalda y hundió su cabeza en la curva de mi cuello—. Es como si no pudiera solo conformarme teniéndote así, como si necesitara devorarte para estar satisfecho.
—Creí que eso habías hecho ayer —hable sin doble intención pero supongo que él con su siniestro cerebro, lo tergiverso, puesto que la sonrisa que mostro al levantar su rostro estaba lejos de ser inocente.
—Sigue hablando de esa manera y pensare que estas provocándome —Cubrí mi boca con mi mano derecha impidiendo que cualquier sonido saliera de ella, no le daría ninguna excusa para alentar su ímpetu, ya había tenido una descomunal demostración de lo que su fogosidad podía causar.
Él solo rió antes de despegar uno por uno los dedos que resguardaban mis labios rápidamente acoplándonos en un intenso beso. Así fue el primero de mis días, iniciando con un empalagoso mafioso adhiriéndoseme como pulpo.
También, a partir de ese momento se me impuso un toque de queda, dado que él tenía estrictamente calculados los diez minutos que me tomaban para llegar de la universidad a la oficina, no acepto ninguna replica cuando le dije que era exageradamente incomprensible el que pretendiera que llegara dentro de ese intervalo de tiempo.
No, él no comprendió ninguna de mis razones argumentando que después de mentirle, era imposible que confiara en mis motivos. Y bien, ya que esto no era el cuento de Pedro y el lobo, ni tampoco yo era aquel muñequito de madera al que le crece la nariz después de decir una mentira, él simplemente concluyo que mis comentarios eran pretextos sin sustento.
—Y si llego un minuto después ¿qué? —lo cuestione alzando la barbilla de manera desafiante.
—Lo averiguaras si lo haces.
Oh claro que no, yo sabía que lo que recibiría no sería una recompensa monetaria ni algún de mis extravagantes caprichos se haría realidad, por lo que ¿cuál era la necesidad de tener la certeza de lo que me sucedería?, me bastaba solo la amenaza latente. Pero, viviendo bajo ese riguroso régimen, hacia ver lo que tenía con él más que una relación como un martirio.
Siempre que se aproximaba la hora de salida de mis clases, no dejaba de verificar a mi reloj, era como estar deduciendo cuanto oxigeno me quedaba para respirar. Y en cuanto el profesor en turno daba por terminada su materia, tomaba mis cosas y salía apresuradamente del salón. Sin importarme los gritos de mis amigos o a quien tuviera que esquivar –aventar– para irme. Tenía más que claro que Jung Yunho no jugaba con sus advertencias, así como yo tampoco lo hacía con mi vida.
Y para mi desgracia existían algunas veces en que las circunstancias no se prestaban para que yo llegara puntual. Como cuando pareció que los semáforos habían sido estratégicamente programados para que la luz roja para los transeúntes hiciera que me detuviera en cada esquina. Al entrar en el edificio de la compañía, subí de dos en dos los escalones para llegar a la oficina, no desperdiciado ni un segundo en esperar el ascensor. Al abrir la puerta, estaba jadeando y con los pulmones a punto de colapsar por el sobreesfuerzo de correr.
Aun así lo único que recibí fue un: —Llegas tarde, minuto y medio para ser precisos.
—¿Bromeas? —Me las arregle para contestarle a pesar de mi falta de aire—. Eso es prácticamente nada, ¿dónde queda la tolerancia en tu inquebrantable concepto de precisión? —Estaba tan concentrado en mi disertación que no había notado cuando él se inclino hacia a mí, hasta que la punta de su nariz rozo el cuello de mi camiseta—. ¡¿Qué demonios?! ¿Ahora vas a empezar a ser como una esposa insegura que le olfatea la ropa a su marido? ¡Dios! Creí que estaba saliendo con un hombre.
—¿Fumas? —gruño.
—¿Uh? Si —contesté de pronto serenándome por su tono.
—¿Fumaste hoy?
—Sí, un poco, ¿vas a darme un discurso también por eso? Soy mayor de edad y puedo consumir lo que yo quiera, no necesito un guardián para que me vigile todo lo que hago —Me sujeto de los costados de mi camiseta reduciendo la ya escasa distancia entre nosotros—. Oye, nos están viendo —susurre al percatarme de las miradas de los demás chicos que estaban siendo testigos de nuestra vergonzosa escena.
—¡Fuera! —les grito y ellos salieron despavoridos, dejándonos peligrosamente solos—. ¿Cuál es tu excusa por llegar tarde?
—¿Mi…Mi excusa? —tartamudeé al sentir el escrutinio de su mirada por todo mi cuerpo, como si buscara algo—. No fue intencional ¿de acuerdo? Corrí pero de todos modos no fue suficiente, tienes que comprender que no me bastan diez minutos, mínimo necesito cinco más.
—¿Y qué pretendes hacer con ellos?
—¿Qué diablos voy a hacer con cinco minutos?
—Tal vez ver a tu amiguito del otro día —Ja, como si fuera tan imbécil para volver siquiera a cruzar una palabra con ese bastardo de Hyunjoong, nunca tan estúpido para hacerlo—, ó a cualquier otro.
—Por favor, solo escúchate a ti mismo y analiza si tiene sentido lo que estás diciendo, el tiempo que te estoy pidiendo no alcanza siquiera para iniciar algo —señalé sintiendo el disgusto por su insinuación de un breve amorío clandestino por mi parte ¡Como si yo siguiera siendo ese tipo de persona!
—Pero si eso es lo que duras —declaro levantando una ceja provocando tres reacciones en mí:


  1. Un gran calor en mi rostro y cuello.
  2. Indignación profunda cuando mi cerebro fue capaz de captar plenamente su aseveración.
  3. Ganas de que molerlo a golpes hasta hacerlo tragar sus palabras.

Pero nada hice al respecto porque él desvaneció todo lo que pensaba cuando me jalo del cuello para reunirme con su boca, no sé si pretendía con eso callar cualquier cosa que fuera a decirle o fue porque simplemente quiso hacerlo. Me era tan difícil entender la forma en que trabajaba su mente, que ya ni por lo menos hacia el intento.
Cuando se canso de robarme el aliento, se aferro de mi mano y me condujo a uno de los sillones, donde como ya en otras ocasiones, tuvimos nuestra sesión de “cariño” a rienda suelta.
Por otro lado, también estaban aquellos días en los que no sufría de ningún contratiempo y llegaba a la oficina justo dentro del límite, entonces el escenario era diferente aunque no enteramente, puesto que él sonreía y de inmediato me daba uno de sus tan habituales abrazos asfixiantes para murmurarme que merecía una recompensa, la cual consistía en bañarme de besos, si, él entre todas sus turbadoras características, también tenía la de ser una especie de besucón, que conforme transcurría lo nuestro, se incrementaba un tanto más.
Lo único bueno que resultaba de casos como ese, es que conseguía comer en uno de esos restaurantes elegantes que ofrecían todo tipo de majestuosos manjares que solo gracias a él podía probar. Porque si ponía a Yunho de buen humor, él se asemejaba a un novio normal.
Bueno, excepto por sus desatinados comentarios: —Espero que toda esta comida que compro para ti, me traiga algún beneficio esta noche, o que aunque sea ganes más consistencia en ciertas partes, es como si estuviera desapareciéndose tu.
—Sabes, no es de extrañar que sea así, si todas las jodidas noches me haces quemar más calorías de las que consumo en todo el maldito día. Estar contigo es como hacer dos horas de Pilates. Dame solo unas semanas y recuperare todo lo que he perdido gracias a ti.
Y dado que eventualmente surgían declaraciones de esa especie, me había adaptado a responderlas de alguna u otra forma, porque una cosa era bastante segura, yo no soy alguien que se quede callado cuando se le critica tan injustamente. ¿Con quién cree que estaba tratando este sexópata descarado?
Desde luego que su respuesta no sería darme la razón ni mucho menos otorgarme lo que le pedía, pero tan siquiera dejaba de molestarme y por ende podía seguir disfrutando de mi gloriosa comida gratuita. Hasta que debido a una causa que aun desconozco, comenzaba a atiborrarme con miradas impúdicas, de esas que te hacen sentir desnudo ante los ojos de la persona.
Después de eso salíamos a toda prisa rumbo al departamento. Invariablemente esto siempre sucedía, excepto una tarde en la que Yunho me había arrastrado hasta uno de los puntos ciegos del restaurante donde nadie podía observarnos, y así tener ahí el preámbulo de lo que terminaríamos entre las sábanas de su habitación.
En el corto tiempo que llevábamos juntos había aprendido que para él, el exhibicionismo era solo circunstancial, es decir, si el deseo se le presentaba entonces buscaba una manera rápida de sosegarlo no importando quién o que estuviera a su alrededor, porque después de todo, el placer es egoísta. Sin embargo, debido a mis constantes quejas y falta de disposición, él había cedido en facilitarme un mínimo de prudencia para esos, uhm, eventos.
Entonces estábamos ahí, con su brazo derecho envolviéndome la espalda y su mano izquierda apoyada en la pared detrás de mí, mientras me mordisqueaba el cuello. Instantes como ese era mejor no oponerse a sus acciones, puesto que eso solo propiciaba que él alargara el DPA. Más tarde con voz profunda indicó que nos largáramos de ahí, y un alivio temporal me hizo respirar con normalidad de nuevo. Pero en un santiamén la inhalación que acababa de ejercer se contuvo, al tener insólitamente al presidente de la compañía frente a nosotros.
—Es bueno al fin verte.
Hablo con su mirada fija en Yunho y este solo asintió antes de soltarme —¿Qué hace aquí? —lo cuestionó, e increíblemente el hombre no mostro señal de enojo por la irrespetuosa forma en que le hablo.
—Tengo una cita de negocios, quisiera que te unieras a ella.
—¿De qué se trata?
—Prefiero discutir esto en privado —declaro lanzándome un ligero vistazo acentuando con ello que al referirse a ‘privado’ fue para deshacerse de mi—. Te espero adentro.
Viro hacia un costado y se perdió al entrar en una sala que separaba el área común de los demás clientes. —Regresa a la mesa, ya vuelvo —Yunho soltó hacia mi antes de también desaparecer por el mismo camino.
En lugar de hacer eso, opte por sentarme en uno de los taburetes del lounge del restaurante a unos cuantos pasos cerca de la terraza, en el que después de ordenar algo para tomar, recargue los codos sobre mis rodillas apoyando la cabeza en ellos. Luego de varios minutos, aun permanecía ahí, sintiéndome desplazado y plenamente ignorado. Pero la idea de marcharme quedo descartada al saber que no contaba con nada de dinero en mis bolsillos y me rehusaba a tener que caminar decenas de cuadras aun despreciando cuán beneficioso resultara esto para mi salud.
Así que toleré el enfado hasta que este empezó a ocasionarme un punzante dolor de cabeza. Entonces de un solo movimiento me levante dirigiéndome a las puertas por donde ellos habían ingresado. Al pasar más allá de estas llegue a otro pasillo con muchas más salas reservadas para los clientes VIP, de entre los camareros que iban y venían, le pregunte a uno de ellos por la que Yunho ocupaba y en seguida de recibir las indicaciones, me aproxime a esta hallándola entreabierta, por lo que sin avisar, entré.
El pequeño espacio estaba tenuemente iluminado por solo dos de los cuatro lujosos candiles en el techo, lo cual desecho el pensamiento de que la reunión de negocios aún continuara. Y si eso no fue suficiente, el que solo Yunho y el presidente estuvieran presentes, lo dejo más que obvio.
Pero eso paso a segundo término cuando noté lo cerca que estaban el uno del otro en una no tan peculiar posición –con solo unos milímetros de separación entre sus rostros y las manos del hombre sobre la corbata y cuello de la camisa de Yunho–, tan es así que no pude evitar dejar caer todo mi peso en la mano que seguía sosteniendo el picaporte de la puerta, lo que provoco que esta se estampara contra la pared obteniendo un gran ruido con ello. Tan pronto el estruendo se escucho, ambos hombres voltearon hacia mí.
—¿Qué diablos haces aquí? —Yunho siseó entrecerrando sus ojos—. Creí haberte dicho donde debías estar.
Su definida molestia visible en sus palabras, elevo fenomenalmente la mía por lo que no pretendí siquiera ocultarla. —Estoy harto de esperar, si no te has desocupado dame dinero para un taxi y me iré por mí mismo —argumenté oponiéndome a no conseguir nada después de aguardar por él por casi una hora.
Por un momento Yunho pareció divagar entre qué hacer, hasta que el gran jefe lo hizo por él —Pueden irse ambos, ya terminamos —Ajustó los dos botones de su saco antes de levantarse y caminar fuera.
—Salgamos juntos —Yunho se apresuro en alcanzarlo y juntos comenzaron a alejarse por el amplio pasillo dejándome resoplando cruzado de brazos y a una distancia prudente detrás de ellos.
Después de que el presidente se marcho en su propio auto –sin dejar de lanzarme miradas desdeñosas–, nosotros subimos al de Yunho partiendo hacia el departamento. El silencio en el interior le daba la oportunidad a mi cerebro de estudiar los hechos respecto al notorio vínculo entre Yunho y el otro hombre. Era incuestionable que entre ellos algo más que negocios era lo que los hacía lucir cercanos. Solo que no podía entender el qué.
El comportamiento de los dos era sospechoso en muchos ámbitos, y no soportaba quedarme con la incertidumbre enmarañada en mi interior.
—Ahm, fue una gran coincidencia el toparnos con el presidente —Mi intento de conversación indagatoria fallo cuando Yunho solo respondió asintiendo—. Y ustedes, eh, ¿tienen mucho tiempo de conocerse? —expuse, tanteando la manera en que sonsacaría la verdad de él.
—Desde que tenía diez años.
Eso era un largo periodo así que mi curiosidad se acrecentó. —¿Cómo?
Suspiró bajando unos centímetros la ventanilla de su lado del conductor, la fugaz ráfaga de viento que se colaba a través de la rendija movía ligeramente el mechón de cabello que caía libremente sobre su frente —Una tarde en la que recorría las calles, necesitaba dinero para comer y dado que nadie le daba trabajo a un vago de esa edad, decidí que debía buscar otra forma de obtenerlo, entonces lo vi a él, un tipo elegante al que no le afectaría el que se le extraviara su billetera —hizo una pausa desplegando una tenue sonrisa de medio lado sin apartar su vista en el pavimento—. Pero me atrapo cuando ya la tenía en la mano, así que me prepare mentalmente para recibir sus gritos o golpes, mas no sucedió, fue entonces que creí que me entregaría a la policía, pero en su lugar me ofreció comprarme algo de comer en un puesto ambulante. Sabía que era lastima, y aun así no me importo. Estaba cansado de solo tener abundante orgullo y vacío en mi estomago, así que lo seguí sin decir nada y acepte lo que me dio.
Desde que descubrí que él era el mismo niño de la primaria, sentí una especie de reconforto al saber que había crecido bien, pero al enterarme superficialmente de cómo fue su infancia me dio un leve pinchazo en el pecho y la melancolía que reflejaban sus ojos lo dispersó hasta mi garganta.
—Cuando preguntó sobre mi vida le hablé sobre todos los hospicios por los que había pasado después de haber sido echado o escapado de cada uno, de algún modo logre conmoverlo y desde entonces se hizo cargo de mí —Nos detuvimos por el embotellamiento en una de las avenidas y él bajó por completo la ventanilla para asomar su cabeza, casi al instante volvió a acomodarse en el asiento y subir de nuevo el vidrio—. Le debo el que esté vivo hasta el día de hoy, y eso es algo que nunca podre pagarle —declaro antes de pisar el acelerador y avanzar cuando el trafico volvió a fluir con normalidad.
El resto del viaje transcurrió sin que alguno dijera ninguna palabra. Miles de ideas estaban casi mareándome, quizás demasiado información comenzó a afectar mi raciocinio, pero empezaba a sentirme inseguro en cuanto imaginaba a Yunho con el presidente, aunque por lo que él mismo había dicho, el hombre representaba la imagen paterna que no tenia, yo comprendía eso, pero no me inspiraba confianza, su forma de mirarlo o de tratarlo no es como lo haría algún padre, y la actitud conmigo aun conociendo que era el amante de su casi hijo fue similar a la de un hombre resentido románticamente.
Una vez que llegamos, fui directo a la cocina para tomar agua y desde ahí vi como Yunho se dejaba caer en el sofá con su cabeza sobre el respaldo y sus brazos caídos perezosamente a sus costados. Definitivamente esa conducta era anormal, comúnmente ya lo habría tenido empujándome al mueble plano más cercano para hacer de las suyas sobre mí, en cambio no parecía siquiera desearlo. Y no es que yo me quejara, tampoco es que yo quisiera que él se aprovechara de mi una y otra vez como tantas otras noches, tardes y mañanas lo había hecho, es solo que era… extraño.
Cuando termine de beber mi agua, deje el vaso sobre la encimera y camine hacia la recamara sacando el pantalón de pijama con el que usualmente dormía y antes de desabrochar el que llevaba puesto, escuche a Yunho caminar hacia donde yo estaba.
—Jaejoong, tengo algo que hacer, no es necesario que me esperes despierto.
Únicamente oí su voz desde el otro lado de la pared y unos segundos después, a la puerta principal siendo cerrada. Rodé los ojos mientras me cambiaba de ropa yendo luego a un lado de la cama donde de mala gana removí el edredón y sábanas.
Mi intuición me indicaba que eso que él tenía que hacer, era una especie de encuentro secreto, de esos de los que constantemente me atribuía mantener. Ese conocimiento solo me lleno de ira, porque los dobles estándares no iban conmigo.
Pero por escarmiento propio, sabía que no debía confiar en lo que mi “sexto sentido” me dijera, porque este me fallaba, y mucho. Así que hice a un lado todos esos pensamientos para enfocarme en lo que estaba viviendo y concentrándome en que lo nuestro era solo un acuerdo que nos beneficiaria mutuamente, y mientras fuera así, me apegaría al plan teniendo en cuenta que este podía romperse sin mayor complicación si alguno no estaba satisfecho.
Porque entre nosotros no existía nada más que una conveniente sociedad de la que ambos saldríamos bien librados.

2 comentarios:

  1. Un acuerdo? Eso no se ve asi, menos pata Yunho, el parece de verdad necesitar a Jae.. ...
    Yo creo que ese tipo se a aprovechado de Yunho desde muy temprana edad, tal vez esa sea la manera en que le "pago" Yunho como agradecimiento, claro forzado, lo seguirá asiendo? Maldito viejo asqueroso.. ....

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  2. Yo opino lo mismo que Blanca, maldito viejo a anusado de Yunho desde niño.

    Gracias!!!

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